Sin Parlamento, sin jueces, sin prensa
«Sabíamos que a Sánchez le sobraban los jueces y la prensa. Incluso que para él ya no existía desde hace meses el Senado. Ahora sabemos que son todas las Cortes las que le sobran»
Pedro Sánchez se ha vuelto a aparecer ante sus devotos para revelarles «la palabra». No la palabra explicativa, razonada o dialogada. No. Pedro Sánchez ha vuelto a hacer un ejercicio de desprecio hacia todos los que esperaban alguna explicación porque solo ha hablado para él. Había expectación por la reunión del Comité Federal del PSOE por si el profeta del «auténtico socialismo sanchista» se dignaba explicar a sus compañeros de partido en qué consistía el pacto de financiación singular con Cataluña. Un proyecto que había provocado algo más de ruido y revuelta en los barones autonómicos que entendían, como toda la oposición, que les iba a suponer a sus comunidades menos dinero, o más impuestos, o las dos cosas, a cambio de que en Cataluña se consiga la convivencia a costa de financiarles directamente la independencia fiscal. Esa de momento.
Otra cosa no, pero Sánchez siempre pisa fuerte. Y así lo hizo cuando decidió adelantar el Congreso Federal al mes de noviembre. Era un aviso de toque a degüello para los críticos con su pacto con ERC. Porque hasta ellos saben que el partido está hipnotizado y va a ser inevitable el éxtasis total de los militantes del partido que reelegirán a Sánchez como secretario «generalísimo» del PSOE. Un deseo de continuar que confirmaba ante el comité, despertando una ovación norcoreana, en una reunión en la que al final solo ha habido dos valientes, Page y Lambán, que han mantenido el tipo y el tono de sus críticas al concierto catalán. El resto, como diría la portavoz socialista, Esther Peña, no han tenido agallas.
Algo de esto se olía ya a primera hora de la mañana en Ferraz cuando se sabía que Adrián Barbón, el presidente asturiano, uno de los dos únicos presidentes socialistas afectado por la financiación singular (la otra presidencia socialista es Navarra que tiene concierto foral) no acudía a la gran cita. Todo se confirmaba después, una vez empezada la reunión, con las declaraciones desinfladas de algunos de esos líderes autonómicos que habían criticado con dureza el concierto catalán y que una vez ya en el Comité bajaban su tono en un intento de salvar la cabeza. Los responsables de Extremadura, Miguel Ángel Gallardo; Luis Tudanca, de Castilla y León; Juan Espadas, de Andalucía; o Juan Lobato, de Madrid, volvían a demostrar el miedo insuperable a un enfado del líder supremo.
Page, muy duro de palabra, volvía a dar una patada hacia adelante, esta vez hasta el Congreso federal de noviembre. Cierto es que le ha dicho a la cara a Sánchez que el sistema de financiación singular que garantiza la plena soberanía fiscal de Cataluña es inconstitucional. Pero se ha refugiado tras las palabras de Josep Borrell para llamar concierto al concierto. Lambán mantenía también el nivel de dureza, que incluso aumentaba a la salida, al afirmar que «si a Madrid le diera por hacer eso» (reclamar una financiación singular), «el resto de las comunidades autónomas tendríamos que coger pateras e irnos directamente a Mauritania».
Sin embargo, Sánchez ha conseguido superar el listón de la polémica. Ha evitado dar explicaciones. Pareciera para el líder socialista como si el resto de los compañeros, votantes o ciudadanos fuéramos incapaces de comprender la grandeza intelectual y política de lo firmado y por eso le diera pereza explicarlo y razonarlo. Sánchez se cree, y lo es, el Mesías del sanchismo y por eso exige fe a sus seguidores en todo lo que decide y hace. Un profeta para el que la culpa de todas las polémicas no está en la inconstitucionalidad de sus propuestas, ni en que sean siempre el resultado de chantajes independentistas para seguir reinando en el paraíso de la Moncloa, sino que, para él, la culpa siempre es del PP. Da igual el momento en que lo lea o sobre qué cuestión lea. El PP es culpable.
Necesita siempre culpables, aunque sabe Sánchez que, pese al aplauso de sus acobardados compañeros, esta vez no lo tiene tan fácil en el Congreso de los Diputados para sacar adelante su concierto catalán. Sangre le hará sudar Junts; no le creen ya en Coalición Canaria que ven desesperados como han sido relegados otra vez al más duro de los olvidos a pesar de la crisis migratoria. Veremos cómo se lo piensan Compromís, BNG, la Chunta o incluso ese Más Madrid que sabe que su apoyo supondrá la abducción definitiva hasta la insignificancia de su proyecto.
Sánchez no duda. Y su temeridad tampoco. Ni su desprecio, que hoy ha tenido su punto álgido cuando ha sido capaz de amenazar al mismísimo poder legislativo. Esa frase de «vamos a gobernar con o sin concurso del poder legislativo» entra ya en el pódium del ranking de frases destructivas del Estado de derecho de Sánchez. Un presidente para el que los problemas políticos o esos escándalos, que no explica, de su esposa y de su hermano, son siempre culpa de la prensa y de los jueces.
«Esa frase de ‘vamos a gobernar con o sin concurso del poder legislativo’ entra ya en el pódium del ranking de frases destructivas del Estado de derecho de Sánchez»
Este sábado, se ha permitido decir delante de trescientos supuestos políticos democráticos que el parlamento «tiene que ser más constructivo y menos restrictivo». Es la democracia al estilo Sánchez. Sabíamos que le sobraban los jueces y la prensa. Incluso que para él ya no existía desde hace meses el Senado. Ahora sabemos que son todas las Cortes las que le sobran. Le sobran porque no va a poder sacar por mayoría ninguna ley. Ni siquiera esos presupuestos generales que, de nuevo, ha prometido que va a presentar. Si por él fuera los aprobaba por decreto tras decreto sin pasar por el Congreso. No puede hacerlo, como tampoco ese modelo federal al que dice que se dirige. Ni puede hacerlo constitucionalmente, ni tampoco es un modelo federal. Mienta hasta cuando miente y nos intenta colar un modelo confederal con tres territorios privilegiados y el resto de España de financiadora. Sánchez promete que va a acabar la legislatura, aunque no pueda sacar adelante leyes en el Parlamento. Nadie le cuestiona seriamente en el PSOE. Él es el «secretario generalísimo» de todos los socialistas a los que tiene totalmente dopados con dinero, cargos o próximas guillotinas. Y si pudiera su democracia sería sin parlamento, sin jueces y sin prensa libre. Es la democracia al estilo Sánchez. Peligrosísima.