THE OBJECTIVE
Manuel Fernández Ordóñez

El petróleo no se va a agotar

«Los plásticos de invernaderos, el acero de los tractores, el diésel de los camiones que transportan los alimentos… todo esto sería imposible sin combustibles fósiles»

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El petróleo no se va a agotar

Extracción de petróleo. | Archivo

El petróleo no se va a terminar. Ni en 2030 ni en 2050 ni en 2100. Por mucho que lo repitan, por mucho que lo escriban y por mucho que traten de intimidarnos. Llevamos décadas escuchando que el petróleo se acaba, pero la realidad es que las reservas de petróleo no paran de aumentar y tenemos más petróleo que nunca en la historia. ¿Por qué sucede esto? Porque la explotación de los recursos naturales no depende únicamente de que los encuentres, sino de que sus costes de extracción sean competitivos. El desarrollo tecnológico se encarga de ambas cosas: por un lado, nos permite encontrar nuevos yacimientos; por otro, hace que yacimientos antaño costosos sean ahora más baratos de explotar. Esto es lo que ha sucedido en Estados Unidos, donde se han triplicado las reservas de gas en apenas veinte años gracias a la tecnología del fracking, que antaño era impensable.

Los agoreros de los discursos apocalípticos nos dicen, sin embargo, una y otra vez, que los combustibles fósiles están dando signos de agotamiento. Hay quien afirma, incluso, que las políticas de decrecimiento que se quieren establecer son, precisamente, para hacer frente a la escasez de combustibles fósiles en los próximos años. No son más que teorías de la conspiración que no se sustentan en base sólida alguna.

Sucede en este ámbito que se suelen confundir altos precios con escasez. La intuición nos dice que cuando algo es caro es porque es escaso, pero esto no siempre es así. A veces, los precios no son altos porque haya poco de un determinado bien, sino porque hay poca cantidad a la venta (que no es ni remotamente lo mismo). Algo similar, para entendernos, está sucediendo con el mercado de la vivienda en España en la actualidad: no es que no haya vivienda, es que no hay viviendas disponibles en el mercado porque sus propietarios no las quieren alquilar (debido a la desprotección de la legislación actual). Con el petróleo sucede lo mismo, no es que no haya, es que la producción está controlada por un oligopolio que acuerda la cantidad de crudo que sale al mercado y, por tanto, controla el precio.

La crisis del petróleo de 1973 no tuvo lugar porque el petróleo fuera escaso o se terminara, fue una crisis originada por la estrangulación en la producción de crudo. Petróleo había de sobra, pero no te lo vendían. La demanda era mucho mayor que la oferta, de ahí los altos precios. Lo hemos vivido de nuevo en fechas recientes, con la invasión de Ucrania y los altos precios de los carburantes y el gas. No es que estos combustibles fósiles se terminaran, sino que había una restricción de los mismos por motivos políticos. Si realmente se estuvieran terminando, los precios no habrían bajado de nuevo, hubieran seguido subiendo de manera indefinida.

Los combustibles fósiles son mucho más importantes para la humanidad de lo que pudiera parecer a simple vista. Todos tenemos claro que mueven nuestros coches, calientan nuestras casas y a partir de ellos se fabrican los plásticos que hacen nuestra vida mucho más fácil. Sin embargo, hay un aspecto mucho más importante que estos y que suele pasar desapercibido: sin combustibles fósiles la mitad de la humanidad estaría muerta porque no habría comida suficiente.

«Los combustibles fósiles mueven nuestros coches, calientan nuestras casas y a partir de ellos se fabrican los plásticos que hacen nuestra vida más fácil. Sin embargo, hay un aspecto mucho más importante que suele pasar desapercibido: sin combustibles fósiles no habría comida suficiente»

Cuando éramos recolectores, necesitábamos unos 15 kilómetros cuadrados de tierra para satisfacer las necesidades alimenticias de una persona. Los egipcios ya habían conseguido multiplicar la producción de la tierra en un factor 30 al principio de nuestra era, pero la cosa no mejoró apenas desde entonces. De hecho, en la Europa del siglo XVIII hacía falta una hectárea de tierra para alimentar a dos personas. De acuerdo con las investigaciones de Vaclav Smil, si nos vamos a los Estados Unidos del año 1800, se necesitaba el equivalente a diez minutos de trabajo humano para producir un kilo de trigo. Hoy, se produce un kilo de trigo en menos de dos segundos. Por otra parte (y esto es lo realmente importante) somos capaces de extraer cuatro veces más cantidad de cosecha utilizando la misma superficie de tierra.

Sin ese aumento de la productividad de la agricultura, hubiera sido totalmente imposible el crecimiento económico, el progreso y el aumento de la población a nivel mundial. Todo desarrollo se fundamenta en un pilar fundamental: el exceso de alimentos. ¿Y cómo hemos sido capaces de conseguir este milagro agrícola? No tengan ningún atisbo de duda, gracias a los combustibles fósiles. Para aumentar la productividad de la tierra hace falta tecnología que, a su vez, únicamente puede ser desarrollada si la sociedad ha alcanzado un nivel de progreso determinado.

Hoy en día, un único agricultor del medio oeste americano es capaz de producir la misma cantidad de alimento que producían cientos de trabajadores en la Edad Media. Para ello, cuenta con un alto nivel de mecanización (tractores, cosechadoras, etc.), cuenta con tecnologías de riego optimizadas, con semillas resistentes a las plagas, con pesticidas que evitan la pérdida de la cosecha y, sobre todo, con fertilizantes nitrogenados que aumentan la productividad de los campos. Todo esto no sería posible si, a lo largo de la historia, no hubiéramos sido capaces de ir produciendo un exceso de alimentos que permitiera a la gente dedicarse a otras actividades que no fueran la mera subsistencia. Gracias a la sobreproducción del campo, la gente pudo irse a las ciudades y propiciar la aparición de multitud de disciplinas industriales.

La clave de todo está en los compuestos nitrogenados que nos permiten fabricar fertilizantes. Sin ellos, la productividad de la tierra sería mucho menor a la actual. Los compuestos nitrogenados se producen a partir de combustibles fósiles y son una parte relevante de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial. Pero esta no es la única implicación del petróleo, el gas o el carbón en la cadena alimenticia. Los plásticos de los invernaderos, las tuberías para el riego, el acero de los tractores, el diésel de los camiones que transportan los alimentos… todo esto sería imposible, a día de hoy, sin los combustibles fósiles. Para que se hagan una idea, un kilo de tomates de Almería vendido en un mercado de París lleva incorporado más de medio litro de petróleo. Esta es la realidad, comemos petróleo y, me temo, esto no va a cambiar en unos cuantos años.

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