Censurando a Stephen King
«Corren malos tiempos para la libertad literaria. Cuando no te censuran los conservadores, lo hace el wokismo. Cuando no es esta religión, es aquella»
La buena literatura está muy por encima de los movimientos políticos puntuales. Madame Bovary, por ejemplo, llevó a Flaubert frente a las autoridades francesas, acusado de inmoralidad y dudosa ética. A su lado, en algún banquillo cercano, también testificaba Baudelaire, por sus maléficas Flores. A Lewis Carroll le cancelaron su Alicia por mensajes inapropiados para la niñez. Los libros de Wilde sufrieron la represión del gobierno contra la homosexualidad de su autor, y fueron prohibidos por prosa licenciosa y decadencia moral. Los nazis liquidaron los libros de Kafka por antigermánico. A Steinbeck lo machacaron por comunista y agitador social. Aquí en España, sin ir más lejos, desde el Lazarillo hasta la Regenta, desde Santa Teresa hasta la Generación del 50, se sufrió la represión con Índices infames. Sin embargo, cuando el furor agudo pero transitorio de los distintos gobiernos y tendencias se apagan, ahí sigue el talento, la categoría de unas obras cuya profundidad es muy distinta a la de estos populismos cortoplacistas.
Días atrás, Stephen King escribió un tweet quejándose de la última censura a la que han sido sometidos sus libros: «Florida ha prohibido 23 de mis libros, ¿qué demonios?». El autor se quejaba de la insultante cifra de libros retirados de las bibliotecas de los colegios del Estado de Florida. El gobierno del republicano Ron DeSantis continúa con una cruzada legislativa contra sus autores poco afines. Tras publicar una ley que permite a los padres retirar de los colegios cualquier libro que se oponga a sus gustos morales, surgen chivatillos de debajo de las piedras. Como aquellos canallas que en tiempos de represión corren a denunciar al que piensa distinto, aquí los papás hacen correr por la hoguera distintos libros como si del cura y el barbero se tratase. Una deriva lamentable, que da poder a mentes individualmente perturbadas por un populismo horrible. Si dejan la cultura en manos de un jurado popular, vayan agarrándose a la silla.
Pero más allá del caso concreto de Estados Unidos, corren malos tiempos para la libertad literaria. Era Sánchez Dragó quien decía que en la sociedad actual hay libertad de impresión, pero no de expresión; y yo estoy de acuerdo. Cuando no te censuran los conservadores, lo hace el wokismo. Cuando no es esta religión, es aquella. Si no molesta a este grupo social, molesta a ese otro. En el caso de los republicanos de Florida, retomando el asunto, se habla de más de cuatro mil trescientas obras retiradas de las estanterías de los niños. Me consuela levemente pensar que todas estas obras, retiradas por cualquiera de los fundamentalistas que pululan por el mundo, se sobrepondrán a esta locura colectiva y conseguirán, como los títulos referidos en el primer párrafo, formar parte del corpus literario universal sin cuerdas ni anclajes, sin etiquetas ni estigmas. Porque, como digo, la cultura está muy por encima de estos arrebatos fanáticos, y engarzan con la raíz universal del lector, mucho más arraigada que una moda basada en la falsa decencia de una sociedad indecente. Que no se preocupe nuestro querido Stephen King, porque su obra, imperecedera y genial, nos sobrevivirá a todos.