THE OBJECTIVE
José Antonio Montano

La España de Abel era también de Caín

«Reconozco que hay algo de fatalidad histórica en que aquellos que aspiraban legítimamente al poder hayan tenido que hacerlo por medio del vil sanchismo»

Opinión
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La España de Abel era también de Caín

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, junto al exlíder de Ciudadanos, Albert Rivera, el 16 de octubre de 2019. | Ricardo Rubio / EP

Se me escapó la versión digital de La ruptura (Flash, 2021), el libro de Ramón González Férriz que ahora edita Debate. Lo he leído y es magnífico. Solo echo en falta que la degradación extra de estos tres años no se transmita con la suficiente crudeza. En la actualización del autor se verbaliza (se habla, por ejemplo, de la amnistía), pero sin que se termine de percibir la dimensión del empeoramiento.

Sin embargo, esta carencia –digamos expresiva– actúa en favor del libro, que mantiene su tono ecuánime y deliberadamente libre de barro. Así es más eficaz su clarificación. También ayuda el tono escéptico y comprensivo de Férriz, dispuesto a excusar las debilidades humanas; en este caso, la entrega al poder o el resentimiento de quien no lo alcanzó

Tengo reciente la lectura de La Viena de Wittgenstein, en que se hablaba de la actitud contraria de Karl Kraus: para este los fallos y los aciertos dependían de la integridad personal. Por eso no separaba de los primeros el aspecto humano: sus ataques debían ser, en consecuencia, personales. Yo me debato entre las dos actitudes; mi instinto me empuja a la de Kraus, mi ideal a la de Férriz. El embrutecimiento del ambiente me ha caldeado demasiado como para que no se imponga mi instinto. Por el momento solo puedo aspirar, como escribí en otra ocasión, a un educado desprecio.

Reconozco que hay algo de fatalidad histórica en que aquellos que, por edad, aspiraban legítimamente al poder hayan tenido que hacerlo por medio del vil sanchismo, que los ha envilecido (o como mínimo enmudecido, aspecto más camuflado del envilecimiento). Tal vez el pacto frustrado del PSOE y Ciudadanos hubiera sacado lo mejor de unos y otros. La ruptura sacó lo peor. También en los segundos, que pasaron de aplaudirle todos los errores a Albert Rivera a acomodarse en el PP, con lo que no dejaron de obtener ganancia.

«Agudamente señala Férriz que hasta entonces la complicidad regeneracionista entre ambos grupos se producía con el PP en el poder. En cuanto el PSOE llegó al mismo, se acabó».

La responsabilidad moral de estos, en cualquier caso, no se puede comparar con la de los primeros, que bien hubieran podido renunciar al poder abyecto que se les presentaba. La premura de las biografías, la conciencia de que las oportunidades suelen ser únicas, el afán de prosperar, el miedo a la irrelevancia, incluso la necesidad de ir fundando familias (como escribió en su día Jorge San Miguel) se comieron todas sus pulsiones regeneracionistas, haciéndoles incurrir en la triste degeneración.

La España de Abel que se postulaba en el libro así titulado de 2018, colectivo, transversal, resultó ser también de Caín. «El motivo principal», escribe Férriz, «fue el poder». La ruptura entre los afines al PSOE y los afines a Ciudadanos se produjo tras la moción de censura de aquel año por la que Pedro Sánchez accedió al Gobierno con el apoyo de lo peorcito del Parlamento (aún no estaba Vox). Agudamente señala Férriz que hasta entonces la complicidad regeneracionista entre ambos grupos se producía con el PP en el poder. En cuanto el PSOE llegó al mismo, se acabó.

Es elegante el tono con el que Férriz asume los errores de su generación (el «aprendizaje de la decepción» del que escribió Félix de Azúa ayer); con esta conclusión que sí es cruda: «Hoy la política es peor que antes de que mi generación se implicara a fondo en ella». A cambio, tienen «un conocimiento mucho más preciso de cómo funciona el mundo».

Yo, que soy un poco mayor, asistí a todo el proceso que se narra y analiza en La ruptura con interés. No llegué a ilusionarme tanto, por lo que mi decepción fue menor. Lo que no me esperaba era la virulencia del cainismo.

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