Sánchez renuncia a la legitimidad
«Sánchez llegó al poder mediante una moción de censura. Probablemente, salga de la misma forma que llegó. Un digno final para un indigno presidente»
Hay una corriente ciudadana que piensa que a Pedro Sánchez todo le sale bien. Falso. Está sufriendo en su propio ego la dificultad que le supone mantenerse en el poder al precio que sea. Llegó al poder dependiendo de terceros, una situación de precariedad que según pasa el tiempo se agrava mucho más. Sánchez actúa sin escrúpulos y sin ningún límite. Lo que le lleva a practicar el trilerismo político. No es cierto nada de lo que dice. No cumple nada de lo que promete. Tiene la suerte de que encuentra socios —son de su misma especie— a los que, sabiendo cómo es Sánchez, les encanta que les engañe. Aunque parece que, por fin, sus apoyos han empezado a cansarse de ser siempre los engañados. Está en el poder gracias a una amnistía que no es tal. Un presunto concierto que es un impresentable desconcierto. Sánchez pensaba que, porque él siguiera en la Moncloa, todos los demás estarían dispuestos a inmolarse por él.
Pedro Sánchez se ha complicado su liderazgo y su futuro por investir a Salvador Illa como presidente de la Generalitat. El pacto con ERC ha traspasado la línea roja de reconocer la desigualdad entre españoles. La ciudadanía aguanta casi todo menos que le quiten su dinero para dárselo a los catalanes. Eso sí que no. Y no sólo protestan los ciudadanos. A los dirigentes de los PSOEs territoriales no les ha quedado más remedio que recoger el malestar general y protestar, con más o menos voz, en función de su situación política.
Emiliano García Page, junto con Lambán, son los que cuestionaron y criticaron con la firmeza necesaria el impresentable acuerdo con ERC. Al igual que ocurrió con la amnistía. García Page está llevando a la acción política lo único que puede hacer. Se le critica porque dice mucho y no hace nada. No es cierto. Dice mucho y hace todo lo que puede hacer. Su ámbito de acción política no va más allá de elevar su voz en los medios y, cuando le dejan, ante los órganos de su partido y recurrir las leyes injustas ante el Tribunal Constitucional. Como contra la ley de amnistía. La única aprobada. Y si se aprueba el concierto de Cataluña volverá a hacer lo mismo. Exactamente, lo que están haciendo las autonomías gobernadas por el Partido Popular. Ni más, ni menos. En política, además del bla, bla, bla, la única acción política válida desde un poder ejecutivo sólo es posible a partir de hechos consumados. Nunca antes.
Respecto al concierto económico —del que tanto se habla y nada se sabe— la mejor crítica es la que hizo Emiliano García Page en Ferraz. «Tengo 56 años y sé leer. No quiero que me lo cuenten, quiero leer el documento del acuerdo». ¿Por qué no lo enseñan? ¿Qué tiene de catastrófico que no pueden enseñarlo, ni siquiera a los miembros del comité federal? La ocultación del pacto es una demostración más de que el liderazgo de Sánchez es falso en la regeneración democrática y la transparencia. Otra mentira más. ¿Qué ha firmado? No hacer público el pacto abre un espacio infinito a la especulación. No lo enseñan porque quizás ¿han acordado que del 5% de comisiones ilegales que cobra la Generalitat, sobre obras y adjudicaciones, Begoña o el hermano se lleven un porcentaje fijo? ¿Que sea Koldo el encargado de elegir las empresas para las contratas? Si no lo enseñan es que el acuerdo es impresentable.
La maniobra de Pedro Sánchez de llamar al comité federal para convocar un congreso extraordinario ha sido el instrumento utilizado para frenar las críticas internas por la inadmisible cesión a ERC y Cataluña del concierto económico, quebrando la igualdad entre españoles y fomentando la desigualdad y la insolidaridad. Ni es socialismo. Ni es socialista.
Pedro Sánchez culminó el pasado 7 de septiembre su golpe de Estado. En un discurso ante la cúpula de su partido verbalizó y declaró que: «Hay gobierno para largo. Estamos listos para esta nueva etapa. Tenemos las pilas cargadas, nuevas ideas, los mejores equipos y las prioridades bien definidas. Vamos a avanzar con determinación, con o sin apoyo de la oposición. Con o sin concurso del poder legislativo. El conformismo y el inmovilismo se lo dejamos a quienes no tienen nada que ofrecer a España salvo su agonía». ¡Heil Pedro! Afirmar que «hay gobierno para largo» es decir a los críticos del partido que él va a seguir mandando con todas las consecuencias. Que nadie se mueva en su contra que los aniquila.
«La ausencia en el ejercicio del poder del ‘concurso del legislativo’ supone la renuncia a la legitimidad democrática del presidente del gobierno»
Lo más grave de lo que sucedió en la calle Ferraz, en la sede del Partido Socialista Obrero Español, es que el máximo líder del partido y presidente del gobierno de España anunció su intención de gobernar «con o sin concurso del poder legislativo». La explícita declaración ratifica a Pedro Sánchez como un autócrata, dictador, tirano, déspota o sátrapa. Cualquiera de esas palabras, todas ellas, identifica políticamente a Pedro Sánchez Castejón.
La ausencia en el ejercicio del poder del «concurso del legislativo» supone la renuncia a la legitimidad democrática del presidente del gobierno. El sistema democrático español está perfectamente definido en el artículo 1 de la Constitución de 1978. Dice: 1.1. «España se constituye en un Estado social y democrático de derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. 1.2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. 1.3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria».
Ninguno de los presidentes del Gobierno de España, incluido Pedro Sánchez, ha sido elegido directamente por el pueblo español. Todos han sido investidos por el Congreso, por el Poder Legislativo, como está recogido en el artículo 99 de la Constitución. Pedro Sánchez es presidente por la acción del legislativo. Aunque le duele en su orgullo megalómano narcisista, hay que recordar a Pedro Sánchez que perdió las elecciones. El Partido Popular, liderado por Alberto Núñez Feijóo, fue el más votado. Eso es lo que votó el pueblo. Pedro Sánchez fue nombrado presidente del Gobierno, con toda la legitimidad democrática, por recibir el apoyo del Congreso de los Diputados al obtener una mayoría absoluta de los votos. Ya no tiene ese apoyo y lo reconoce en su declaración. Su situación es imposible. La única salida democrática que tiene es disolver el Congreso y convocar elecciones. En el momento en el que decide mantenerse en el poder, renunciando al «concurso del poder legislativo», su poder pasa de democrático a autocrático. Pasa de la democracia a la dictadura.
La toxicidad autocrática de Pedro Sánchez envuelve a (casi) todo un PSOE que acepta como normal legitimar, apoyar y mantener un gobierno sin legitimidad. Algunos dicen que fue un lapsus. Que no quería decir eso. Falso. Quiso decirlo y lo dijo. Porque además de que lo piensa, ya actúa así. Que Sánchez manifieste su forma de ser y hacer política es un problema para todos los que en su momento lo apoyaron. Todos, PNV, Sumar, EH Bildu, Junts, Coalición Canaria … son los cómplices necesarios para la autocracia de Sánchez. La única alternativa política que les queda es el rechazo al presidente. La petición y apoyo de una moción de censura para convocar elecciones generales. Sánchez llegó al poder mediante una moción de censura. Probablemente, salga de la misma forma que llegó. Un digno final para un indigno presidente.