Lo de los haitianos
«Aquí estamos, apoyando a Kamala Harris. Preocupados por los resultados en Turingia, un estado alemán con menos población que la provincia de Valencia»
Ni siquiera la perplejidad escapa de la ideología. Leo a mucha gente alborotada con algunas de las ocurrencias que ha soltado Donald Trump en su debate con Kamala Harris. En una de ellas, habló de Springfield, en Ohio. El candidato defendió que, en aquella amable ciudad, los migrantes llegados de Haiti secuestraban a las mascotas de los vecinos para comérselas. «¿Cómo la gente se va a creer algo así?», «¿Es que los estadounidenses no tienen sentido común?», se lee en redes sociales.
Hace nada, en España, algunos políticos defendieron que un pacto impulsado y firmado por ERC, que garantiza la soberanía económica de Cataluña, la gestión de sus propios tributos y su salida del Régimen Común, iba a beneficiar a los andaluces. Si alguien traga con eso, cómo no van a tragar otros con lo de los perritos y los haitianos.
La mentira es una colilla lanzada a los rastrojos de la pereza. María Jesús Montero y Donald Trump usan las mismas herramientas: vehemencia, desvergüenza y argumentos confusos y poco concluyentes. Como en las barracas de la feria, siempre toca premio. Con esas formas, dan igual las ideas. Si para imponer un mensaje político elegimos la manipulación, los argumentos abiertos y la hipérbole, dan igual las siglas y hasta las buenas intenciones.
Pedro Sánchez pasó del gobierno Frankenstein al gobierno zombi. Pero es que, a estas alturas, ya estamos viendo el gobierno fantasma. Ectoplásmico. En el Congreso apenas son audibles los discursos. Parecen psicofonías. La Moncloa es una casa encantada.
Quién iba a decirnos que los nuevos ministros de Sumar iban a hacer bueno a Alberto Garzón. A su lado, Garzón parece Alekséi Stajánov. Más allá del lenguaje florido, de las campañas ministeriales, de los paseos y de los corrillos, ¿qué está haciendo nuestro Gobierno? ¿Qué leyes, qué cambios, qué crisis, qué mejoras en el día a día de los españoles?
«Nuestro presidente dice que va a gobernar sin el legislativo, porque es restrictivo. Y recuerdo que el legislativo somos nosotros. Que el legislativo es su voto»
Es un escaparate otoñal de Galerías Preciados, con esos tonos parduscos, con esos trajes marengo. Estático, destartalado, en cierre perpetuo. Qué recuerdos de aquellos septiembres. La vuelta al colegio siempre fue triste. Prefiero la melancolía a la cursilería. Admiro la gestualidad jimhensoniana de Félix Bolaños. Desconfío de la gente que usa gafas redondas, como José Manuel Albares. Algo esconden tras su trasnochada coquetería. Y sigo acordándome de Yolanda Díaz. La imagino encendiendo las luces y poniendo una canción lenta en la madrugada gozosa que fue Podemos.
¿Hacia dónde va España? Si no lo sabe el que conduce, cómo lo vamos a saber los pasajeros. De vez en cuando para en una gasolinera y compra un Monster para mantenerse un rato despierto. Pero la carretera es oscura, la carretera repetitiva y los pueblos quedan lejos, iluminados tímidamente, tras caminos que nunca transitaremos.
Pero aquí estamos, apoyando a Kamala Harris. Preocupados por los resultados en Turingia, un estado alemán con menos población que la provincia de Valencia. Aquí estamos, pensando en los haitianos, en los gatos de Ohio. Mientras que nuestro presidente dice que va a gobernar sin el legislativo, porque es restrictivo. Y recuerdo, casi con candidez, que el legislativo somos nosotros. Que el legislativo es su voto.
El PSOE se mueve con dificultad, como un enfermo que quiere cambiar de postura en la cama. El sanchismo ha convertido a las federaciones autonómicas del PSOE en los típicos capítulos de relleno en una serie que quiere aprovechar una temporada más su tirón inicial. Pero la historia ya se ha contado.
¿Se acuerdan de la carta y de los cinco de asueto de Pedro Sánchez? ¿Se acuerdan del reconocimiento del Estado de Palestina? ¿Se acuerdan de Pablo Iglesias? ¿Se acuerdan de Santos Cerdán reunido con Carles Puigdemont? ¿Se acuerdan del verificador? ¿Se acuerdan de la fachosfera? ¿Y lo de Argentina? ¿Se acuerdan del restaurante Luna Rossa? ¿Es que ya nadie cena con sus colegas unas pizzas cojonudas?