Mi recorrido con Zapatero
«¿La edad tan solo ha convertido a ‘Bambi’ en ‘Lobo’?»
Creo que mi primer recuerdo de José Luis Rodríguez Zapatero (ya secretario general del PSOE) fue el 12 de octubre de 2003, día de la Fiesta Nacional, cuando ostensiblemente no se puso de pie al paso del batallón norteamericano y su bandera. Yo no soy nada pro-gringo, pero aquello era un mero gesto de respeto. Luego, Zapatero aclaró que, obviamente, no iba contra el pueblo norteamericano sino contra su política exterior, en especial la malhadada guerra de Irak. Pero el gesto quedó ahí, y a ZP se lo tuvieron en cuenta. Cuando ya fue presidente del Gobierno, sucediendo a Aznar y tras los horribles atentados islamistas de Atocha, Zapatero empezó con buen pie su primer mandato (2004-2008) entre otras razones, y era opinión muy general, porque Aznar le dejó una economía muy saneada y aún no se atisbaban las múltiples crisis que vinieron después. Zapatero, nacido en Valladolid en 1960, pero de familia leonesa, era buen amigo —herencia paterna— del notable poeta Antonio Gamoneda que, alguna vez, y con notable discreción, me habló de él, en medidas de una izquierda cabal y socialdemócrata. Con su cara inocente, juvenil, de ojos azulosos, la gente comenzó a apodar al presidente «Bambi». Ahora dirán algunos, ¿la edad tan solo ha convertido a Bambi en Lobo?
«Figura hoy turbia, oscura y casi siniestra para muchos, un Zapatero casi irreconocible del que conocí, dicen sus amigos, calla para mantener una vía con el asediado Maduro, para ayudar a liberar presos políticos»
Pero quien en verdad me puso en contacto con ZP fue mi amiga, la modista y peletera Elena Benarroch (ya retirada) que vestía y cuidaba a la discreta mujer de Zapatero —mucho más que Begoña— Sonsoles Espinosa. Siguiendo una noble tradición —desaparecida— que arrancaba de Felipe González, ZP quiso hacer alguna cena en la Moncloa con el mundo cultural del país. Fui invitado varias veces, imagino que por mi relación con Elena. Pero aquellas cenas —con la mejor intención— eran muy restringidas. Elena conocía a Almodóvar y a su entorno, a mí, a Bosé y poco más. No éramos «la cultura española». No era culpa de Benarroch, que hizo lo que pudo, sino de que no hubiese un consejero del presidente que le asesorase en el tema. Como fuera aquellas cenas, dos como mínimo y siempre en el primer mandato de ZP, fueron muy cordiales y tanto Almodóvar como yo hablamos bastante con el presidente. Lo confieso, me cayó bien, y sentí claramente su línea socialdemócrata que siempre me ha gustado. En esa legislatura tranquila es cuando (julio de 2005) se aprobó el matrimonio homosexual, que, aunque trabajo de todo un colectivo, se atribuyó a González Zerolo que, como socialista, tenía directo acceso a ZP. Pero nunca fue la labor de una persona sola. Sólo acabando la legislatura (2008) se comenzaron a sentir frondas de graves crisis que los socialistas hicieron por ocultar, y de ahí —en parte— el nuevo triunfo de Zapatero, que llevó muy mal el paso de la bonanza a la crispación. Uno de sus grandes enemigos mediáticos era el entonces director de «El Mundo», Pedro J Ramírez. A mediados de 2011, Pedro J publicó un librote de historia sobre el golpe de Estado de Robespierre, Danton y Marat, «El primer naufragio». El libro se presentó en la embajada de Francia, y al acto tuvo la deferencia de acudir Zapatero, cosa que Pedro J agradeció mucho. Esa fue la última vez (septiembre, creo) que vi en persona al presidente, muy cerca de dejar de serlo. Las crisis galopaban sin freno, y era más que evidente que ZP no sabía gobernarlas. Me acerqué a saludarlo y estuvo muy cordial: «Malos vientos», le dije. Y me contestó: «Y peores llegan«. Lo demás es sabido, elecciones generales adelantadas cuatro meses, triunfo de Rajoy y la casi desaparición política de Zapatero, cuya mala gestión última resultó muy evidente. Reconociendo sus torpezas no dejé de tenerle simpatía.
Y eso duró hasta que un avejentado y muy enriquecido Zapatero reapareció hace unos años, casi como adalid de la izquierda extrema y cercano a la atroz dictadura de Maduro. ¿Un discípulo del también rico podemita Monedero, que debe las monedas a Venezuela? Zapatero se me caía. ¿Qué medraba o trajinaba él con Chávez y luego con Maduro, política, negocios? En 2007, en la XVII Cumbre Iberoamericana en Chile, todavía un Zapatero cabal, defendió por demócrata a Aznar de los ataques de Chávez. Él no pensaba como Aznar, obvio, pero pedía respeto. ¡Qué lejanía entre el Lobo amigo de Maduro y aquel Bambi remoto! Multimillonario, con dos casas de lujo al menos (en Aravaca y en Lanzarote) ZP juega al filocomunismo de millonario —algo incomprensible, recuerdo al modesto Marcelino Camacho— mientras ni comenta ni habla sobre el fraude electoral en Venezuela o dice si Maduro es un dictador o no, que sin duda lo es. ¿Por qué ese silencio clamoroso en el antiguo Bambi socialdemócrata? Sin duda ha sacado mucho dinero de Caracas, aparte los sueldos (eso se debiera revisar) de expresidente. Figura hoy turbia, oscura y casi siniestra para muchos, un Zapatero casi irreconocible del que conocí, dicen sus amigos, calla para mantener una vía con el asediado Maduro, para ayudar a liberar presos políticos. ¿Será cierto? La imagen de Rodríguez Zapatero ahora mismo parece siniestra, gore como sus hijas, entonces pequeñas, delante de Obama.