El congreso del PSOE y la tentación corbynista
«El PSOE podría parecerse a la caricatura en la que Jeremy Corbyn transformó durante sus años de mandato al Partido Laborista británico»
Pedro Sánchez. | Ilustración de Alejandra Svriz
La convocatoria a bocajarro del congreso federal del PSOE por parte de su secretario general y actual inquilino del palacio de la Moncloa, a pesar de lo cantado de su resultado y como si de un aguacero de mayo se tratase, ha hecho florecer en la prensa un súbito interés por la forma en la que se organizan los partidos en general y por la interna de los socialistas en particular.
Un hecho que el Departamento Monclovita de Intoxicaciones Diversas, Liebres falsas y Maniobras de Distracción (DMIDLFMD) asistido por el eficaz Equipo Olímpico de Opinión sincronizada (EOOS), siempre ávidos ambos de temas con los que distraer a la opinión pública no podían dejar pasar, especialmente al coincidir con las elecciones norteamericanas.
«En medios y tertulias comienzan a aparecer algunas teorías sobre la nueva mutación orgánica propiciada por Sánchez y con la que buscaría transformar al PSOE en un remedo del Partido Demócrata estadounidense»
Así, durante las próximas semanas, veremos como en medios y tertulias comienzan a aparecer algunas teorías sobre la nueva mutación orgánica propiciada por Sánchez y con la que buscaría transformar al PSOE en un remedo del Partido Demócrata estadounidense, algo que suena muy cool, pero que no sé si será muy deseable para los militantes del PSOE y que, desde luego, en modo alguno se acerca a la realidad.
Deseable (o no) porque el Partido Demócrata norteamericano forma parte de una tradición política que es extraña para cualquier militante de la izquierda europea y se constituye como una organización prácticamente sin vida interna más allá de los procesos electorales, una suerte de Río Guadiana político que aparece cuando hay elecciones e hiberna disciplinadamente una vez finalizan las mismas. Algo, coincidirán conmigo, muy conveniente para Sánchez y su visión übercaudillista del poder, pero me temo que escasamente útil en caso de que el PSOE pierda las próximas elecciones y su sucesor quiera articular algún tipo de oposición mínimamente eficaz más allá de los límites de la Carrera de San Jerónimo.
Y alejado de la realidad porque en nuestro país, un partido que trate de ocupar todo el espacio político que ocupan los demócratas en EEUU y que va desde el liberalismo escolástico de muchos de sus gobernadores al socialismo con topping de populismo woke de Alexandria Ocasio-Cortez pasando por la socialdemocracia bernsteiniana de Bernie Sanders, terminaría a buen seguro reventando por todas sus costuras antes siquiera de lograr reunir su primera convención, amén de las fugas de voto que produciría por ambos extremos y que ya sufrieron en nuestro país Joaquín Almunia y Paco Frutos cuando pusieron en marcha la primera (y última) coalición PSOE-IU, ya saben, aquella que fue tan eficaz para la mayoría absoluta de José María Aznar y que nació (se lo juro) al ritmo de las notas de la banda sonora de la película Novecento.
A lo que de verdad sí que podría llegar a parecerse esta nueva versión del PSOE si su líder así lo quiere no es —ojalá— a ese partido demócrata norteamericano progresista, transversal e institucional, sino más bien a la caricatura en la que Jeremy Corbyn transformó durante sus años de mandato al Partido Laborista británico, un oscuro túnel radicalidad estéril, populismo de garrafón, paleo-izquierdismo, falta de coraje institucional y autoritarismo interno del que solo nueve largos años después, el nuevo líder Keir Starmer ha logrado salir con la inestimable ayuda de varios catastróficos gobiernos conservadores consecutivos y con un Brexit de por medio incluido. Un proceso, el del Brexit, en el que recordemos que Corbyn se puso de perfil priorizando sus intereses personales a los de su país, con el resultado que hoy todos conocemos.
