THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Paren las rotativas para siempre

«Mientras el político democrático comprende que el periodismo es una profesión subjetiva, el autoritario cree en el mercenario de micro y tecla»

Opinión
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Paren las rotativas para siempre

Ilustración de Alejandra Svriz.

Pedro Sánchez ha anunciado un Plan de Acción por la Democracia contra la «máquina del fango», al tiempo que elconfidencial.com -uno de los «pseudomedios» señalados por el Gobierno- publicaba que existe un plan sanchista para acogotar a jueces y periodistas críticos con la familia de la Moncloa. Para encajar a Sánchez y su anuncio he considerado las diferencias entre un dirigente demócrata y otro autoritario en relación con la información y los medios en un entorno democrático como el europeo y el norteamericano. Al final hago una pregunta. Responda Vd. a su gusto.

La diferencia entre un dirigente democrático y otro autoritario es que el primero aguanta a la prensa libre con paciencia, y el segundo no entiende que se critique su actividad. Por eso el demócrata considera que el medio y el periodista informan, opinan, analizan y a veces se equivocan o mienten porque son humanos, mientras que el autoritario solo ve trincheras de informadores adeptos contra comprados. Mientras el político democrático comprende que el periodismo es una profesión subjetiva, el autoritario cree en el sacerdocio mediático y en el mercenario de micro y tecla. Donde uno solo ve en la crítica el coste de la democracia, el otro vislumbra conspiraciones que combatir. 

Entre los primeros, los demócratas, encontramos a los dirigentes de los gobiernos europeos. Esto no significa que allí no haya problemas con la prensa, errores o mentiras, incluso banderas, sino que su tratamiento sigue la corrección justa para el mantenimiento de la libertad de prensa, que es un bien supremo. Entre los segundos, los autoritarios, nos encontramos a aquellos que tratan de reducir la democracia a un sistema iliberal a través de la colonización del Estado, la eliminación de la separación de poderes, la disolución del Estado de derecho, el adoctrinamiento y el recorte efectivo de las libertades

Los demócratas son temerosos de la opinión pública y tratan de llevarse bien con los medios porque es un método inteligente y práctico. Incluso cuentan con jefes de prensa para acolchar la relación. Los autoritarios arremeten con discursos y leyes contra los periodistas que les critican. En sus intervenciones públicas los autoritarios ningunean e insultan a los medios críticos, jamás les conceden una entrevista, intentan ahogar su financiación privada hablando con los patrocinadores, no les conceden la palabra en las ruedas de prensa, y buscan eludir la financiación pública. 

Los dirigentes que creen en la democracia hablan con los periodistas, filtran información buena y a veces averiada, los utilizan y son utilizados. Si alguien se excede, recurren al Código Penal, que es el único límite verdadero para la libertad de prensa en las democracias. Los dirigentes que desprecian la democracia, los autoritarios, piensan que el periodista es un portavoz al que compra con dinero o favores, un instrumento al servicio de algún interés espurio que puede combatir con castigos económicos o leyes ad hominem hechas en caliente y sin consenso con el partido de la oposición. 

«El líder autoritario trata de esta forma a la información y a los medios porque desprecia a la sociedad»

El demócrata de un partido decente trata de ganarse la simpatía del periodista y del medio con un trato preferente o amable. El autoritario de un partido totalitario compra su altavoz y persigue al crítico. Por eso, el primero difunde notas de prensa, y el segundo distribuye argumentarios entre sus periodistas y medios para conseguir la sincronía entre el presidente, los ministros y su prensa, con el objetivo de alabar al Ejecutivo y atacar a otros medios y a la oposición.

El autoritario trata de esta forma a la información y a los medios porque desprecia a la sociedad. Cree que somos un rebaño, un conjunto de personas aborregadas que se tragan el relato si es sentimental y se presenta en un bonito envoltorio. Piensa en la gente como mentes en blanco que puede manejar o adormecer, distraer o convencer de lo que quiera. No se avergüenza por mentir o exagerar, de ahí que use el populismo para hacer política. Todo vale para eliminar el pluralismo y la crítica. Si un medio privado molesta, potencia uno público para hacer competencia y callar al crítico con dinero de todos. 

El líder democrático trata de convencer a la opinión pública con una oferta que mezcla lo racional y lo emocional, considerando que está al servicio del electorado soberano, que le puede retirar su confianza en cualquier momento. Cree que la mentira es un error político mayúsculo porque está seguro de que la prensa libre lo denunciará sin piedad, acabando así con su autoridad en la sociedad. En el fondo, el demócrata hace un servicio a la democracia al respetar la pluralidad informativa que refleja la variedad social, mientras que el autoritario recorta el pluralismo y anula la crítica a su Gobierno con el argumento de que beneficia a la sociedad. 

Si tuviéramos que hacer dos listas de políticos, una con aquellos que han demostrado un comportamiento democrático respecto a la información y los medios, y otra con los autoritarios, ¿en cuál encajaría Pedro Sánchez? Dígalo aprovechando que todavía no han parado las rotativas para siempre.

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