THE OBJECTIVE
César Antonio Molina

¿Amnistiar al nazismo etarra?

«En esta legislatura convulsa, aún queda una traca final. Y esta no es ni más ni menos que amnistiar por la puerta de atrás a los etarras que aún están en prisión»

Opinión
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¿Amnistiar al nazismo etarra?

Ilustración de Alejandra Svriz

Aunque el título de este artículo pueda parecer un tanto exagerado, que sí lo es a propósito, no lo es tanto si la comparación entre uno y otro terrorismo lo ajustamos a sus justos límites. El nazismo fue un estado criminal terrorista que provocó la más sangrienta de las guerras, asesinó a millones de personas, exilió a otros miles de intelectuales, científicos y grandes profesionales, fue la expresión máxima del racismo y la xenofobia. En resumen, uno de los peores momentos de la humanidad. Y la sanción que recibieron la mayoría de sus promotores y masas enardecidas fue mínima. Sí, mínima. Me refiero a quienes sobrevivieron a los millones de muertos. El País Vasco no es Alemania. Pero hubo nazismo a cámara lenta. Previamente, en los años de la Segunda Guerra Mundial, habían existido los acercamientos racistas de algunos personajes del PNV. Aquellos bien plantados en su papel de verdaderos «arios».

ETA quería ser un estado totalitario pero no lo logró. Evidentemente los muertos de la Segunda Guerra Mundial son incomparables con los de la organización terrorista vasca, aunque a nosotros nos duelan lo mismo. ETA fue un grupo terrorista minoritario, ahora tan solo aparentemente aletargado, que expandió su veneno por todo el territorio español, más allá de sus fronteras regionales. Su ideología era una mezcla de totalitarismo nazisoviético: dictatorial, racista, xenófobo, antieuropeo, y hoy se puede decir que pro Putin, pro Irán, antijudía, anticristiana, pro Hamás y Hezbolá, pro castrista y defensora de las dictaduras bolivarianas y el resto ya se lo pueden imaginar. Su brazo político Bildu da lecciones de todo esto y más en el Parlamento. Alternativa por Alemania, con millones de votantes, es hoy la ideología nazi renacida.

ETA fue derrotada, el nazismo fue derrotado, el mundo soviético también lo fue, aunque hoy en día tiene a un fiel representante en la tiranía de Putin. Pero las ideologías sobre las que se construyeron aún permanecen incólumes. Y de manera preocupante entre la juventud que no lo vivió y sufrió directamente. Y si en Alemania las antiguas banderas resurgen, mientras en Rusia los monumentos a Stalin son recuperados, en el País Vasco los asesinos regresan a sus pueblos y son vitoreados como héroes por sus conciudadanos. Y además se sigue demonizando a España, la democracia, la Constitución, la Monarquía, y a aquellos que cayeron víctimas de sus infamias. Apenas se explica en los colegios y universidades vascas a los jóvenes la triste realidad de lo que pasó. Varias generaciones ya han crecido en el engaño y la ignorancia. Y este Gobierno ha ofrecido una ayuda extraordinaria al blanqueamiento de los verdugos y al ocultamiento de las víctimas.

En la Alemania de la posguerra se dice que reeducó y desnazificó, pero por lo que se ve, con poco éxito. En el País Vasco deberían haberse reeducado a los más jóvenes en la paz, la convivencia y el respeto a las víctimas. Para los aliados la reeducación consistió en conquistar la psique de los asesinos, hacerles ver el horror que crearon y suprimir las referencias racistas. En definitiva: cómo explicar la realidad de la historia y no las fantasías y ficciones que se inventaron. En el mundo abertzale, y los gobiernos nacionalistas desde su tamaño microscópico, en esencia es lo mismo. Y si en Alemania intervinieron en esa reeducación convivencial los perseguidos, los exiliados, los intelectuales y docentes, aquí debería haberse intentado lo mismo si les hubieran dejado.

El mundo soviético no aplicó paños tan calientes. Para Stalin el fascismo había sido una dictadura terrorista contra la clase trabajadora, así el «perdón» era justificable. Stalin siempre se creyó mejor que Hitler (y durante algún tiempo las democracias occidentales desgraciadamente también); como ahora los populismos de izquierdas o la extrema izquierda para ser más precisos se creen mejor que los de extrema derecha.

«Si alguien debería haber pedido perdón y haber hecho propósito de enmienda es la Iglesia Católica vasca»

Jaspers negó una culpa colectiva alemana, de la misma manera que nosotros tenemos dudas sobre una culpa colectiva vasca, aunque sabemos que hubo muchas complicidades y las sigue habiendo. Son un triste ejemplo las recientes pintadas amenazadoras contra los jugadores vascos de futbol que participaron con la selección española y consiguieron ser campeones de Europa. O el ridículo político vasco-catalán de animar a sus conciudadanos a no ver los partidos de la selección. O en las fiestas de verano de estas semanas, homenajear a los asesinos en sus pueblos natales. ¿Esta es la normalidad de la que se habla en Moncloa? Y si alguien debería haber pedido perdón y haber hecho propósito de enmienda es la Iglesia Católica vasca. Nunca podremos olvidarnos del anticristianismo de monseñor Setién digno de los infiernos.

Menos mal que un intelectual de la talla de Fernando Savater ha representado todo lo contrario incluso con el riesgo de su propia vida. Y desde los momentos peores cuando ni la inteligencia vasca ni la española dieron un paso al frente, comportándose cobardemente, Savater salvó la dignidad de las víctimas y la dignidad de nosotros mismos. Y lo sigue haciendo y así seguimos confiando en él. Hasta ahora ningún separatista vasco o catalán ha pedido perdón. Ni siquiera estos últimos indultados e ilegalmente amnistiados. En Alemania los verdugos obligados a la desnazificación se sintieron humillados. Seguramente que aquí también. En el año 1949, Wolfgang Hedler, miembro del ultraderechista Partido Alemán legalizado, afirmó que el gaseamiento a los judíos fue un gran error porque «había métodos mejores».

En medio de esta legislatura convulsa en España, aún queda una gran traca final. Y esta no es ni más ni menos que amnistiar por la puerta de atrás a los etarras que aún están en prisión. Ya, silenciosamente, con el traspaso de las competencias de prisiones se ha avanzado mucho; pero si este Gobierno se prolonga o vuelve a salir en unas próximas elecciones, una vez más coaligado con todos los enemigos de nuestra democracia nadie nos librará de pasar por ese trágico trago. Ya el Gobierno Vasco considera a este grupo como «colectivo con riesgo de exclusión». Y por este «motivo» reciben ayudas económicas, viviendas públicas y trabajo.

Uno de los acontecimientos históricos más desconocidos por propio interés, fue la amnistía que la RFA otorgó a todos los nazis sobrevivientes, excepto a algunos cabecillas. Konrad Adenauer, hoy un personaje mitificado en Europa, en su primer discurso como Canciller en el nuevo Bundestag, abordó la cuestión de la amnistía para «algunos errores y faltas» cometidos en los años treinta y cuarenta. Adenauer, un personaje ambivalente, puso de jefe de Gabinete al jurista Hans Globke, coautor de las leyes raciales de Núremberg. Es como si Sánchez nombrara para el mismo puesto a Otegi. A este paso quién sabe, es muy capaz.

«Hoy en la política vasca hay asesinos antiguos y ni siquiera conocidos y procesados, que pueden ocupar cargos públicos»

Helmut Kohl dijo que él para no asistir a todo esto, «había tenido la gracia de haber nacido tarde». La nueva Alemania diezmada tuvo que integrar a esas gentes. Y no los mejores en conocimientos, pues estos ya se los habían repartido los americanos y rusos para la conquista del espacio y la bomba atómica. En 1949 hubo una amnistía federal. En el cincuenta se puso fin a la desnazificación. En 1951 se reincorporaron los funcionarios cómplices a sus antiguos puestos y con subida de categoría. Así volvieron limpios de toda culpa a la policía, la justicia, la medicina, la enseñanza y demás. Y en el 1954 se promulgó la Ley de impunidad y la Amnistía general para los crímenes de la «fase final». Es decir, prácticamente todos. Adenauer dijo algo tremendamente cínico y cruel, «no se tira el agua sucia mientras no se dispone de la limpia». ¿Algo así fue nuestra Transición? La RDA acusó a los del otro lado de colaboracionismo nazi. Otra falsa escenificación. Incluso los SS fueron absueltos basándose en «la obediencia debida».

¿Y qué pasó con las víctimas? El silencio. ¿Tantos millones de personas murieron por nada? ¿Habría habido que ejecutar a miles de culpables o meterlos en cárceles inexistentes? A lo largo de la Historia las injusticias sobre los indefensos y los inocentes son terribles. ¿Muchos han de morir para que sus verdugos sigan existiendo sin condena y sin vergüenza? Jähner en el libro Tiempo de lobos llega a la conclusión de que el pasado ya no importaba sino el futuro. Y siguiendo con nuestra reflexión microscópica: ¿ha sucedido lo mismo en el País Vasco? Sí. Todo sigue abierto, las heridas no han cicatrizado, el perdón no se puede otorgar a quien no lo ha pedido. Hay unos 400 muertos sin conocer quiénes los ajusticiaron. Incluso hoy en la política vasca hay asesinos antiguos y ni siquiera conocidos y procesados, que pueden ocupar cargos públicos de gran representación.

En Alemania el nazismo está ahí. En nuestro siempre querido País Vasco, ETA aún sigue en las entrañas de mucha gente y en las mismas instituciones. La consideran un ejército de liberación y de defensa de su identidad vasca. En Alemania los «criminales de guerra» pasaron a ser denominados «condenados de guerra». Esperemos que aquí el mundo etarra siga siendo considerado «criminal».

En aquella Alemania se hablaba de unas «reglas de lo decible». Regulaban el amplio espacio entre el recuerdo y el olvido. Burke, a propósito de la Revolución Francesa y sus desmanes, escribió en sus Cartas (1796) que los terroristas aterrorizaban a las multitudes con sus crímenes indiscriminados. Los denominaba «sabuesos del infierno» y a sus cómplices «satélites de la tiranía».

«Allí la vergüenza colectiva ha sido muy ligera y, en muchos casos, esa vergüenza se ha transformado de nuevo en orgullo de raza»

ETA produjo crímenes contra la humanidad que deberían ser juzgados en el Tribunal de la Haya. En el País Vasco la razón estuvo dormida durante largas décadas. Y cuando la razón se duerme surgen las emociones tribales, las fantasías mitológicas y la barbarie fanática. Allí la vergüenza colectiva ha sido muy ligera y, en muchos casos, esa vergüenza se ha transformado de nuevo en orgullo de raza. La falta de mala conciencia entre la juventud es gravísima. La madurez democrática no se ha conseguido del todo, aunque esto tampoco es muy diferente al resto de España. Hans Habe, autor de la novela titulada Off limits (1955), sobre la ocupación de Alemania, escribió: «La vida sigue porque la conciencia se detuvo».

Y mientras tanto todo esto acontece la verdadera realidad del País Vasco es que en los últimos 50 años viene perdiendo peso económico. En 1975 era el 7,8% y ahora apenas es el 5,9% de España. El mayor deterioro lo sufre Vizcaya que en el año 1976 tenía 1.125.000 habitantes y ahora va descendiendo con un saldo negativo de jóvenes autóctonos que emigran cada año, con la más grave pérdida de talento en siglos. Y todo esto se agravará por la nueva ley vasca de educación, de este mismo año, que exige al finalizar el bachillerato un nivel de acreditación B2, tanto de euskera como de español.

El entorno de Bildu ya está exigiendo a los socialistas vascos que aceleren la liberación de los etarras encarcelados. Y Otegi pide liberar al 75% de los presos de ETA. «Votos por presos». Y el asesino Txeroki, implicado en 21 crímenes, ingresa en Martutene pendiente de beneficios penitenciarios. Justifican estos movimientos en favor de los asesinos porque, según ellos, esos sucesos sangrientos acontecieron en el siglo pasado. Claro, como los fusilados en las cunetas durante la Guerra Civil y la dictadura militar franquista. Para los casi mil asesinados por ETA y las familias que destruyeron no hay Ley de Memoria Histórica.

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