THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Llegan al PP los democristianos

«Feijóo anuncia más intervención pública en la vida privada en asuntos como la natalidad y la conciliación. Se trata de poner a la familia en el centro de la política»

Opinión
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Llegan al PP los democristianos

Natalidad. | Pixabay

Quizá sea una fórmula que funcione. Feijóo ha anunciado más intervención pública en la vida privada en asuntos como la natalidad y la conciliación familiar, o la igualdad entre hombres y mujeres respecto a los hijos en caso de custodia compartida. Se trata de fortalecer la familia, de ponerla en el centro de la política. No es una propuesta nacida del conservadurismo, como explicaré, sino de la democracia cristiana. 

Los liberales del PP se han llevado las manos a la cabeza. No ven con buenos ojos la injerencia del Estado en lo privado, salvo para garantizar la libertad individual. Piensan que violentar el hogar tras asaltar el bolsillo, con el ánimo de moralizar y hacer ingeniería social, únicamente puede acabar de una manera: con menos libertad y un Estado convertido en un Dios útil. Idolatrar la acción estatal siempre termina mal, no solo en orden al establecimiento paulatino de un régimen autoritario sino a que un Estado interventor, como escribió Simone Weil, se convierta en lo único que una a la sociedad. 

Los democristianos, en este sentido, piensan que la familia, y no el Estado, vertebra la comunidad. La ofensiva democristiana de Feijóo se distancia así de la tecnocracia socialdemócrata del tiempo de Rajoy porque tiene una finalidad ideológica: la familia y la natalidad. De ahí la propuesta de más gasto público «para lo que importa», esto es, para la educación infantil desde el primer día, deducciones fiscales por tener hijos y reducción de la jornada laboral para conciliar. La proposición quiere que la gente visualice que otros partidos dedican el dinero público a «política inútil», como las embajadas catalanas en el extranjero, y no a mejorar la vida de las familias. 

La promesa de potenciar la reducción de la jornada de trabajo para mejorar la vida familiar supone romper estereotipos. En realidad, cambia la imagen del partido de la derecha que apoya a los empresarios por encima de los trabajadores, por la idea conservadora y democristiana de que los padres tengan tiempo para educar a sus hijos y transmitir sus valores. Una sociedad, dicen, se basa en familias sanas con padres implicados en el desarrollo moral de sus hijos. Esto en la derecha política española puede parecer novedoso porque en la Transición se renunció a fundar un partido democristiano. Pero esa es otra historia.

Claro, los liberales del PP ven esto como una política socialista que perjudica la competitividad de la economía y empeora el mercado laboral. Reducir la jornada, dicen, iría en perjuicio de los autónomos y de las pymes, que no tienen horarios como sabemos, y que representan al 90% del tejido productivo. Si se rebaja la jornada laboral, alegan esos liberales, no se podrá competir con otros países en productividad ni atraer inversión nacional ni extranjera, por lo que no se creará empleo, sino que se perderá. 

«La teoría democristiana es más tolerante con la variedad familiar que la conservadora militante»

Los democristianos del PP alegan resucitando el corporativismo de otros tiempos, que la reducción de la jornada para conciliar es una cuestión de cada empresa. Esto supone que el Estado cree el marco, establezca las posibilidades, y que los comités de trabajo en cada negocio decidan las condiciones. En esto existe más libertad que en la fijación gubernamental de la jornada. Allá cada uno cómo decida su presente y marque su propio futuro. Si esto es así, ese PP de Feijóo se aleja del conservadurismo que quiere leyes que restauren formas familiares en detrimento de las que ahora el progresismo patrocina.

Porque esa es otra. La teoría democristiana es más tolerante con la variedad familiar que la conservadora militante, que ve en esa heterogeneidad un plan orquestado en la educación y la cultura para propagar otros tipos de familias, el matrimonio entre personas del mismo sexo y el aborto. Detrás, dicen, está la intención de acabar con la tradición occidental. Por eso este tipo de conservadurismo reclama un Estado intervencionista que reconduzca la situación y deslegitime la situación y las costumbres de los otros. 

No sé si reducir la jornada de trabajo supondrá un shock anafiláctico a la economía o una mejoría de las condiciones de vida de los individuos y de sus familias. Particularmente, me hubiera gustado tener más tiempo libre y menos obligaciones laborales para dedicárselo a mis hijos. Con el tiempo cualquiera se da cuenta de que no compensa, que tantas horas empleadas en algo que parece trascendental no tiene sentido cuando se descuida lo único que merece la pena en esta vida. Como cantaba Kiko Veneno, «si tú no te das cuenta de lo que vale, el mundo es una tontería, si vas dejando que se escape lo que más querías». 

Es posible que sea el momento de dar una vuelta a las cosas. Recuerdo una entrevista radiofónica, en COPE, a uno de los más conocidos psicólogos españoles. El hombre había trabajado sobre todo con personas en el lecho de muerte. El entrevistado contaba que el arrepentimiento más común de los moribundos era el haber dedicado tanto tiempo de su vida al trabajo, y menos a sí mismos y a su familia. Creo que con esto está dicho todo.

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