Escolar, suspenso en impuestos
«El 44,3% de lo que recaudó el Estado en 2023 procede de Madrid. Más de 120.500 millones de los 272.000 que Montero presume de sacarnos de los bolsillos»
Nacho Escolar, hace un mes, nos advertía a los votantes de este país sobre lo injusto que es que la Comunidad de Madrid, con Ayuso a la cabeza, beneficie fiscalmente a los pudientes. Sabedor de que el dinero es un bien fungible, y de que lo que tapa un agujero destapa otro, Escolar denunciaba («es evidente», decía), que «en la Comunidad de Madrid gran parte de los recursos que pide al Estado sirven luego para bajar los impuestos a los más ricos». Es una denuncia hecha con la credibilidad que le otorga ser rico y madrileño.
Está claro que no habla así por su propio interés. No, al menos, por la parte fiscal. Porque lo cierto es que, según criticaba a la insolidaria presidenta madrileña, elogiaba, por otro lado, el anuncio del Gobierno de Pedro Sánchez de introducir nuevas medidas que llevarían a los españoles a disfrutar de una «fiscalidad más progresiva».
Un gobierno ¡tan generoso!, especialmente a la hora de cobrarnos impuestos, quizás lo sea también a la hora de gastar en los medios de progreso como el de Escolar. No podemos saber hasta qué punto es así, porque la transparencia que quiere imponer el Gobierno a las comunidades autónomas sobre el gasto publicitario, por el momento, no lo practica en casa.
«No se trata de que la Puerta del Sol sea más pedigüeña que la Plaza de Sant Jaume, vive Dios. Pide lo que le corresponde, y el Gobierno replica pagando, tarde y mal, lo que le toca»
Pero la credibilidad de Escolar como hombre rico, que es indudable, no la tiene como analista. Él siempre ha surfeado la ola de la actualidad con soltura, pero se pierde en cuanto tiene que comprender la cadencia de las mareas, las corrientes y la resaca, y las complejas fuerzas que dan forma a la espuma con la que hace sus análisis.
Apuntar a la fungibilidad del dinero está bien. Eso es indudable. Pero es insuficiente. La comunidad madrileña le pide al Gobierno una liquidación según unos criterios prefijados. No se trata de que la Puerta del Sol sea más pedigüeña que la Plaza de Sant Jaume, vive Dios. Pide lo que le corresponde, y el Gobierno replica pagando, tarde y mal, lo que le toca. Ya sabe Ayuso, y sabemos Escolar y yo, con todos los madrileños, que desde La Moncloa no se va a destinar a Madrid un euro que pueda depender de la largueza del presidente Sánchez.
Y el discurso del analista es insuficiente también del lado de los ingresos. Hemos visto, recientemente, que los dineros corren a raudales a las arcas madrileñas. La Comunidad de Madrid ingresó en 2022, por IRPF, casi 900 millones de euros más que el año anterior; 897, por ser más precisos. Un crecimiento del 7,2%. El aumento de los ingresos no se debe del todo a la inflación. Aquel año los precios subieron un 5,5%. Con los precios suben, en alguna medida, los ingresos, y algunas familias pegan un salto al siguiente tramo del impuesto. Lo justo es «deflactar» los impuestos, adaptarlos para que la inflación no nos haga más pobres en el mercado y en nuestras cuentas con Hacienda. La Comunidad de Madrid deflactó el tramo autonómico del IRPF un 4,1%, de modo que el crecimiento de los ingresos no van por ahí.
Y sí, ha bajado los impuestos. Pero nos los ha bajado a todos, ricchi e poveri, como el grupo italiano que cantaba Serà perché ti amo. Ese 2022, del que tenemos los últimos datos disponibles, la Comunidad de Madrid rebajó en medio punto todos los tramos. Bien, medio punto en un contribuyente que paga pocos impuestos es poco dinero, y si su contribución es muy alta, la cantidad es mucho mayor. Que hasta eso llegamos. Pero si llevamos el criterio de la justicia (y es un decir) del ámbito de los tipos marginales al de las cantidades aportadas, el debate no iba a favorecer a quienes defienden la progresividad fiscal, precisamente.
Si la comunidad hubiera bajado los impuestos, y sus ingresos fueran a la baja, nos acordaríamos de la fungibilidad. Pero la economía no es como una manta, que tiras de ella para calentarte los hombros y se te enfrían los pies. Bajan los tipos, pero la hacienda madrileña es cada vez más y más rica. Si rebaja los impuestos es porque puede hacerlo, y porque debe. Y porque quiere que la región sea más amable para quienes vivimos en ella, y más competitiva fiscalmente. Según el Índice de Competitividad Fiscal que elabora Fundalib y que acaba de salir, Madrid está en cabeza. Le siguen las tres provincias vascas, y Andalucía. Si algo se le puede criticar a Díaz Ayuso no es que rebaje los impuestos, sino que su región ha soltado las bridas del gasto, y está creciendo a ritmos socialistas.
Y no se trata únicamente de la hacienda regional. El 44,3% de lo que recaudó el Estado en 2023 procede de la región gestionada por Isabel Díaz Ayuso. Más de 120.500 millones de los 272.000 millones que la ministra Montero presume de sacarnos de los bolsillos. Por cierto, que sólo este dato hace imposible el llamado consorcio fiscal que airea Pedro Sánchez, y cuya única función es tapar el cupo catalán.
¿Qué explica la evolución de los ingresos en Madrid? Bien, Arthur Laffer tiene algo que decir. Lo dijo, en realidad, hace décadas: los mayores impuestos matan la actividad y atentan contra la recaudación. La política de impuestos bajos, como la de Madrid desde Esperanza Aguirre, tienen el efecto contrario.
Pero hay más. Gran parte de la recaudación de la región depende de políticas que no son fiscales. En Madrid hay libertad de horarios. Aquí se ha iniciado la política de mercado abierto que ya están copiando en Aragón y en Valencia. También en Extremadura. Hay una política contra la excesiva regulación. Y el Gobierno regional abre los brazos al turismo y a la inversión extranjera, sin que se interponga una ideología caduca, valga ello tanto por el nacionalismo como por el socialismo. La gente viene a Madrid. La población no deja de crecer. Aquí, los negocios prosperan, y el empleo abunda. Hablando de canciones, el Vente pa Madrid funciona.