Oriente Próximo un año después de la matanza
«La respuesta de Israel a Irán podría encender más la chispa en la zona y repercutir en las elecciones americanas y en la economía mundial»
Mañana se cumple un año del brutal atentado de Hamás que causó la muerte a 1.200 israelíes, Oriente Próximo podría arder en llamas. Sin un plan para acabar con la situación en Gaza, con un conflicto que se extiende cada vez más en la zona, en un mundo con las democracias dividas y en declive y con el eje Rusia, China, Irán, Corea del Norte y sus aliados venezolanos y cubanos cada vez más fuerte, las perspectivas no son nada halagüeñas.
El grave error del gobierno israelí al no detectar la operación planeada por Hamás dejó a Netanyahu contra las cuerdas. El primer ministro de Israel, que ya estaba en un momento de debilidad por los cargos penales que pesaban sobre él y después de intentar deteriorar la independencia del poder judicial despojando al Tribunal Supremo de competencias, lo que provocó que miles de israelíes se manifestaran semanalmente por todo el país, quedó totalmente noqueado tras el ataque terrorista.
El asedio a Gaza no le devolvió la popularidad pues decenas de israelíes siguen secuestrados por los terroristas y las calles de Tel Aviv han vivido continuas manifestaciones clamando por un acuerdo político para su liberación En cambio, la operación de descabezamiento a Hezbolá por parte de los servicios secretos de Israel le han resucitado políticamente. Las últimas encuestas muestran que si hubiera elecciones el Likud sería el partido más votado. Más de un millón de personas en Israel, desde Haifa hasta la frontera con el Líbano, han sufrido los ataques con misiles y aviones no tripulados de Hezbolá, y aunque la mayor parte de los ataques han sido interceptados, varias personas han resultado heridas. Los ataques del Ejército israelí al sur del Líbano, para evitar que los terroristas del partido de Dios sigan bombardeando el norte de Israel y permitir la vuelta de 60.000 judíos a sus casas, han devuelto la vida a Netanyahu.
La muerte del líder de Hezbolá Hassan Nasrallah, y de otros cabecillas de la organización terrorista financiada por Teherán, tuvo por respuesta el lanzamiento de 200 misiles balísticos sobre el cielo de Israel, que en su mayoría fueron repelidos por el escudo antimisiles Iron Dome, aunque alguno cayó en suelo israelí o cerca de las instalaciones del Mossad, pero sin causar ningún muerto.
«La situación en Oriente Próximo dibuja dos frentes: la democracia con sus imperfecciones y el terrorismo de Hamás, Hezbolá y los hutíes»
La respuesta de Israel a Irán podría encender más la chispa en la zona y repercutir en las elecciones americanas y en la economía mundial. Los posibles objetivos de Tel Aviv en un contraataque a Teherán serían las instalaciones petroleras, los sistemas de defensa aérea o las instalaciones nucleares del régimen de los ayatolás. Todo apunta a que el petróleo sería la meta más factible. Un potente ataque a la infraestructura petrolera iraní provocaría la pérdida del 1,4% del consumo mundial de crudo. Los precios han subido en un 10% en la última semana ante la posibilidad de las represalias israelíes. Esto terminará afectando al precio la gasolina en las próximas semanas y también al bolsillo de los ciudadanos de los Estados Unidos que tienen que elegir presidente el próximo mes de noviembre. El legado de Biden, que prometió sacar a EEUU de la zona, quedaría comprometido con dos portaaviones en la zona y 40.000 soldados desplegados. El presidente americano se ha visto obligado a bombardear a los hutíes, que controlan el norte de Yemén y son financiados por Irán, después de que estos hayan atacado a buques mercantes y de guerra estadounidenses en el Mar Rojo; y hayan disparado misiles contra Israel. Estos ataques han interrumpido el transporte marítimo a través de una de las rutas comerciales marítimas más importantes del mundo.
La situación en Oriente Próximo dibuja dos frentes. Por un lado, el de la democracia, con sus imperfecciones, que protagonizan Israel con un presidente mediocre y su aliado americano con un dirigente disminuido en sus capacidades. Por otro, el terrorismo de Hamás, Hezbolá y los hutíes, dependientes del apoyo de la teocracia iraní que alimenta con petróleo a la dictadura China que da respiración económica a Rusia y en las instituciones internacionales.
Un año después de los atentados, Occidente aparece dividido por las numerosas y terribles muertes en Gaza, pero nadie parece acordarse de que quién prendió la mecha fue un grupo terrorista que mató a más de 1.200 personas indefensas. Si la zona termina ardiendo en llamas habrá que dejar a un lado el antisemitismo que anida en la izquierda occidental y poner el dedo en la llaga del terrorismo y las dictaduras de Oriente Próximo y sus aliados rusos y chinos.