THE OBJECTIVE
Manuel Fernández Ordóñez

Ya están todos en la fiesta

«Si Irán e Israel acometen un ataque frontal o si Estados Unidos entra en el conflicto, prepárense para la escalada de precios del petróleo y nuevos periodos inflacionarios»

Opinión
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Ya están todos en la fiesta

El conflicto entre Israel y Palestina se ha extendido ya a Irán y al Líbano. | Ilustración: Alejandra Svriz

Se está enquistando la antepenúltima crisis en Oriente Próximo. Lo que empezara como el enésimo enfrentamiento en la franja de Gaza ha trascendido ya las fronteras del Estado de Israel. No solo está Hamás en la fiesta, sino que se han apuntado los amigos de Hezbolá y el régimen teocrático de Irán. Israel ha bombardeado el Líbano, país que alberga al susodicho grupo terrorista financiado por Teherán y, a su vez, Irán ha enviado doscientos misiles a Israel. Es la segunda vez que lo hace, ya en abril envió trescientos misiles que no hacen ni cosquillas a las defensas antiaéreas hebreas.

Irán ha atacado a Israel como respuesta al asesinato del líder terrorista de Hezbolá, Hasán Nasralá. La demostración implícita de quién financia, arma y controla a ese brazo armado chiita en el Líbano. Israel no ha contraatacado, pero mucho nos tememos que esta escalada no finalice aquí. Estamos asistiendo, de hecho, a un nuevo capítulo en la lucha por la hegemonía de esa zona clave del planeta, no solo por consideraciones culturales y religiosas, sino de geoestrategia energética.

Hay una pregunta clave en todo este conflicto: ¿cuenta Irán con armas nucleares? Se trata de una incógnita sin despejar. En la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos logró desarrollar la bomba atómica en apenas tres años y medio, Irán lleva más de cuarenta años intentándolo, pero no tenemos constancia de que lo haya conseguido. Ha hecho lo imposible, ha negociado en los mercados negros de medio mundo, ha comprado diseños obsoletos de armamento nuclear, ha engañado a la comunidad internacional y ha sometido a su pueblo a durísimas sanciones internacionales por perseguir su programa nuclear. No sabemos si tienen una bomba, pero no tenemos constancia de que haya llevado a cabo ninguna prueba de detonación nuclear.

Allá por 2006 fue cuando descubrimos que Irán llevaba décadas desarrollando un programa nuclear encubierto. Había comprado unos diseños de centrifugadoras al padre del programa nuclear paquistaní. A partir de esa información, había construido miles de centrifugadoras de manera oculta, con el fin de enriquecer uranio. Irán es un país firmante del Tratado de No Proliferación, lo cual le impide desarrollar tecnología nuclear al margen del conocimiento de los organismos internacionales. Cuando los pillaron, nos dimos cuenta de que tenían la capacidad para enriquecer uranio, contaban con instalaciones militares subterráneas, con un reactor productor de plutonio e instalaciones para llevar a cabo pruebas de detonación con cargas semiesféricas (necesarias para detonar una cabeza nuclear). El régimen de los ayatolás lo negaba, pero si has fabricado un volante, unas ruedas y un motor es muy difícil hacer creer a la comunidad internacional que no estás tratando de fabricar un coche.

Lo que sabemos a ciencia cierta es que Israel sí posee armamento nuclear. Sabemos, además, que lleva décadas controlando los desarrollos atómicos de sus países vecinos. Sin ir más lejos, fue el artífice en 1981 del bombardeo del reactor nuclear Osirak, que Irak estaba construyendo al sur de Bagdad. Se rumorea que incluso el propio Irán ayudó en aquella ocasión a Israel a planificar el ataque, puesto que ellos mismos habían bombardeado ese reactor durante la guerra Irán-Irak. Ser científico nuclear en Irán es una profesión de altísimo riesgo, numerosos han sido los asesinatos selectivos de personas involucradas en el desarrollo del programa nuclear persa, supuestamente perpetrados por grupos entrenados y financiados por los servicios secretos israelíes.

«Las implicaciones de la escalada de violencia que estamos viviendo no se circunscriben únicamente a Oriente Próximo, sino que su efecto será inevitablemente global al tratarse de una de las zonas petrolíferas más productivas del mundo»

Las implicaciones de la escalada de violencia que estamos viviendo en la actualidad no se circunscriben únicamente a esa zona del planeta, sino que su efecto será inevitablemente global al tratarse de una de las zonas petrolíferas más productivas del mundo. Todo ese petróleo sale en barco del Golfo Pérsico a través del estrecho de Ormuz, una franja de agua de apenas 30 kilómetros de ancho controlada por Irán. Por ese corredor circulan más de veinte millones de barriles de petróleo diarios, lo que supone un 30% de todo el comercio mundial de crudo. Por si esto fuera poco, el comercio con destino Europa tiene que cruzar el canal de Suez, para lo cual ha de atravesar anteriormente el Estrecho de Bab el Mandeb, un corredor de agua similar al de Ormuz pero controlado por los Hutíes del Yemen. Otro grupo terrorista chiita financiado y armado por el régimen de Teherán.

Además de la propia tragedia humanitaria, las cosas siempre pueden ir a peor. En apenas un mes hay elecciones en Estados Unidos y esta misma semana declaraba Donald Trump que Israel debería empezar atacando las instalaciones nucleares iraníes. No podemos obviar la fuerte presencia militar de Estados Unidos en la zona, por algo la Quinta Flota tiene su base permanente en Baréin, al lado del estrecho de Ormuz. No sabemos cómo va a evolucionar el conflicto ni la intensidad en la escalada de violencia. No sabemos si Irán e Israel van a acometer un ataque frontal ni si Estados Unidos va a entrar en el conflicto. Lo que sí sabemos es que, si algo de esto sucede, prepárense para la escalada de precios del petróleo y nuevos periodos inflacionarios que van a dejar nuestras economías temblando, más de lo que ya están. Cuando vean las imágenes en el televisor, no crean que un conflicto a 3.500 km no les va a afectar.

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