THE OBJECTIVE
Antonio Elorza

7-O. Un laberinto trágico

«Los excesos de la estrategia puesta en marcha por Netanyahu no pueden borrar el primer significado del 7 de octubre: un acto criminal, megaterrorista»

Opinión
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7-O. Un laberinto trágico

Ilustración de Alejandra Svriz.

Un episodio olvidado permite arrojar alguna luz sobre cuanto está sucediendo desde hace un año. Se trata de algo que en principio nada tuvo que ver con Oriente Próximo. En Moscú, el Gobierno soviético duda el 30 de octubre de 1956 sobre la actitud a adoptar ante la insurrección húngara, en apariencia triunfante, lo que supone un gobierno presidido por un comunista, Imre Nagy, pero plural y neutral, fuera del Pacto de Varsovia. Jrushov, y el propio general Zhujov, son reticentes de cara a una intervención armada, inclinándose por la negociación. Pero al día siguiente todo cambia. Por su cuenta, y al parecer por presión militar, el Gobierno de Tel-Aviv había decidido la invasión del Sinaí, y para los dirigentes de la URSS tolerarlo era admitir una doble victoria «imperialista». Hungría fue aplastada.

David Ben Gurion se comportó como haría Benjamín Netanyahu casi 70 años después: actuar como si Israel estuviera solo en el mundo, haciendo abstracción de las implicaciones internacionales de sus guerras. Ahora añadiendo, según acaba de verse en la respuesta a Macron, que existe un deber occidental ineludible de estar a su lado, sin por ello tener el más mínimo derecho de opinar, y menos condicionar, la política y la acción militar de su Gobierno.

Este y otros excesos de la estrategia puesta en práctica por Netanyahu no pueden borrar el primer significado del 7-0: un acto criminal, megaterrorista, dirigido al objetivo, no de liberar Palestina, sino de servir de ejemplo para el exterminio del pueblo judío. Fue la expresión incuestionable de una vocación genocida. En la política previa de Netanyahu existían suficientes elementos justificativos de la ruptura de la fáctica tregua entre Hamas/Gaza e Israel, sobre todo teniendo en cuenta la represión intensificada en Cisjordania.

Solo que el 7-0 fue otra cosa. El antisemitismo radical, contenido en la Carta fundacional de Hamás, se aplicó de acuerdo con las reglas más brutales del yihadismo, tomadas de la vida ejemplar del Fundador (véase la sura de Ibn Ishaq, traducida por la Universidad de Cambridge). No solo un grado máximo de deshumanización en el trato bestial dado a las víctimas civiles de la incursión, sino el recurso adicional al secuestro, como instrumento de negociación y provocación, sin las reservas introducidas en los libros sagrados, sin respeto alguno a los rehenes, cuyos derechos ignora el yihadismo de Hamás.

Es la aplicación de los términos del hadith que significativamente reproduce Hamás en el artículo 7º de su Carta: «El Día del Juicio no llegará hasta que los musulmanes luchen y venzan a los judíos. Entonces uno de estos se refugiará detrás de una roca, y la roca gritará: ‘¡Eh, musulmanes, detrás de mi está un judío! ¡Venid y matarle!’». Nos encontramos en las antípodas de la consideración de judíos y cristianos como gentes del Libro, tanto en el Corán como en la experiencia histórica de las sociedades islámicas. Yihadismo es radicalización islámica, no el Islam.

«La barbarie del otro no legitima el propio ejercicio de la injusticia»

El derecho de Israel a defender su existencia, intentando acabar con Hamás, es incuestionable, como incuestionable es el derecho de los palestinos a tener su propio Estado, así como a poner fin, a corto plazo, a la represión impuesta por Netanyahu, día a día, en Cisjordania. La barbarie del otro no legitima el propio ejercicio de la injusticia. La criminal estrategia genocida de Hitler no legitimó el sanguinario e inútil bombardeo punitivo de Dresde. Ni la represión franquista, con su voluntad de exterminio, justificó Paracuellos. Otro tanto sucede con la interminable acción militar sobre Gaza, con más de 40.000 víctimas en la población civil y los pobres rehenes sobrevivientes aún en los túneles, sin expectativas de liberación en un futuro próximo. Y ahora con la invasión y bombardeos de Líbano tratando de lograr la eliminación de Hezbolá.

A quienes sostenemos el derecho de Israel a defenderse, con Joe Biden a la cabeza, Netanyahu nos está poniendo las cosas bien difíciles, ya que todo indica su fidelidad al criterio que estableciera Ze’ev Jablotinsky, extremista del sionismo histórico, para quien Israel debe probar en todo momento su invencibilidad. Y esto, como ocurre con el enfrentamiento cada vez más duro con Irán, puede ser también el camino del suicidio. En la última oleada de misiles iraní, ya hubo algunos que perforaron el escudo protector de Israel.

Las soluciones políticas existen. El obstáculo es de naturaleza religiosa. Si en esta historia resulta lícito servirse en algún momento del humor, cabría evocar lo sucedido en aquel Parlamento de las religiones, celebrado en Barcelona, en 2004, a modo de paracetamol después de nuestro 11-M. Portavoces de los distintos credos evocaron el carácter pacífico y fraterno de todos y cada uno de ello. Para confirmarlo, siguió una sesión musical, abierta con la interpretación de hermosos spirituals. El primero fue el muy conocido sobre las trompetas de Jericó, olvidando naturalmente que tras la caída de las murallas, los atacantes acabaron con todo signo de vida humana o animal en la ciudad. Desde el yihadismo, o desde el espíritu de venganza bíblico, no hay salida posible.

La lección puede ser aplicada al presente. Si desde el Frente de la Resistencia, de Hamás a Irán/Hezbolá (con sucursal hispana en Sumar), el objetivo sigue siendo el aniquilamiento de Israel, genocidio incluido, Netanyahu proseguirá su huida hacia delante, en busca de la imposible victoria total. Sin admitir que una solución viable resulta incompatible, a corto plazo, con las exigencias de los derechos humanos, y siempre con las de los tratados internacionales que requieren la evacuación de Cisjordania -que no es Judea y Samaria como pretende Netanyahu, sino territorio imprescindible para un Estado palestino.

Tal objetivo es hoy inalcanzable, pero resulta preciso mantenerlo como única rendija para soñar con la paz. A corto plazo, solo cabe esperar una agudización de la tragedia, si no llega un doble alto el fuego, en Gaza y en el Líbano. Háganse realidad aquellas concepciones benévolas de Alá y de Yahvé de que hablaron sus respectivos creyentes en el foro de las religiones.

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