THE OBJECTIVE
Jacobo Bergareche

Bildu o la prueba del algodón de la izquierda

«El pacto con Bildu expone como ninguna otra cosa la hipocresía de quienes nos gobiernan y les resta cualquier capacidad de exigencia ética hacia los demás»

Opinión
67 comentarios
Bildu o la prueba del algodón de la izquierda

Ilustración de Alejandra Svriz.

A finales de agosto de 2023, cuando aquel calvo engorilado le estampó un pico a la futbolista Jenni Hermoso después de magrearse los testículos ostentosamente en el palco con gesto triunfal, una parte importante de la opinión pública entonó el «hasta aquí hemos llegado», y no bajó la voz hasta conseguir que echaran a semejante tipejo de su cargo. Entre esas voces estaba la de una amiga mía, que me contó lo mal que le hacía sentir aquella encarnación grotesca del machirulo impenitente que era Rubiales. Me dijo que ese tipo de hombre le devolvía a los peores recuerdos de su adolescencia, los del miedo volviendo sola a casa, los de los piropos babosos en la calle que hacían acelerar el paso, tenía claro que alguien así no podía encabezar una institución y desahogaba su rabia en Instagram.

En esta época de redes, hemos desarrollado la costumbre de escoger un hecho indignante de la actualidad, y nos suscribimos a él como si fuera un thriller político que con cada nuevo capítulo nos llena de tensión, y nos permite reafirmar nuestros valores ante el público y ante nosotros mismos. Mi amiga se suscribió al culebrón Rubiales ese verano, me preguntaba qué opinaba, y le dije que a mí me parecía un tipo asqueroso, claro, pero no podía entrar en su ola de indignación porque a finales de agosto de 2023 yo estaba completamente enganchado a otra serie que ocupaba ya toda mi capacidad de indignación y me calentaba tanto la sangre que necesitaba ponerme a remojo en el gélido Cantábrico para no llegar al punto de ebullición. Era aquella de los pactos de investidura del PSOE, con el cambalache de la amnistía y su alianza tácita con Bildu, asumiendo condiciones que han permanecido secretas porque son más indigestibles que la amnistía. 

Como sabía que mi amiga había votado a Sumar, no pude evitar aproximarme a su indignación del momento con ironía: uno siempre piensa que la indignación a la que uno es adicto es la droga dura, y que todas las otras causas en comparación son poco más que cerveza con gaseosa. Según me explicaba su aflicción yo le decía que podía empatizar perfectamente con lo que sentía, eso de ir con miedo por la calle de noche es un sentimiento familiar para aquellos cuya familia estuvo amenazada por ETA. También lo de que te digan cosas impertinentes por la calle, de esas que te hacen mirar a otro lado, hacer como que no has oído nada y desear que le caiga un rayo al que te las dijo, los que pasábamos tiempo en pueblos abertzales hemos sido insultados de mil maneras y convivimos frente a pintadas que nos denigran. 

Le pregunté a mi amiga si ella podría tolerar que el Gobierno al que ha votado llegara a acuerdos con un partido presidido por un señor que le hubiera hecho a una mujer lo que le vimos hacer a Rubiales. No dudó en decirme que algo así sería intolerable, y en lo que respecta a Sumar, impensable. Luego le pregunté qué le parecería peor, sufrir un pico no solicitado o un secuestro a manos de una banda terrorista. Aquí mi amiga, que es lista como los ratones colorados, entendió que me disponía a cazarle en una contradicción, y es que aquellos que cultivan amistades con personas de distinto signo político saben que están sujetas a este tipo de emboscadas. Sobre todo en momentos como aquellos. 

A dónde quieres llegar, me decía mosqueada, con los brazos cruzados. Yo le recordé que Bildu está dirigido por un señor que ha sido condenado por secuestro y terrorismo, y que Sumar y el PSOE no tienen ninguna exigencia de que se apee el secuestrador como condición previa para negociar nada con ellos. Aposté todo lo que tengo a que si Otegi hubiera robado un pico a una mujer, en vez de haber secuestrado a una persona, inmediatamente sería inhabilitado por clamor popular. Ella ignoraba el historial de Otegi, tampoco le despertaba un sentimiento de indignación, era algo de hace mucho, ya estaba pasado. Yo le dije que para los que hemos sufrido a esta gente, la herida no está cerrada, y además vuelve a sangrar cuando vemos al Gobierno pactar con ellos. Pasa igual que con las mujeres que han sufrido abusos en el pasado, las cosas no están pasadas por mucho que transcurran los años. 

«Rubiales le generaba un rechazo visceral y un dolor real, y por el contrario, Otegi no lograba provocar en ella una reacción emocional»

Mi amiga se enfadó con la comparación, que le pareció pura demagogia que no venía a cuento. Pero la realidad era esa: la indignación que le producía Rubiales le generaba un rechazo visceral y un dolor real, y por el contrario, Otegi no lograba provocar en ella una reacción emocional, por mucho que entendiera que es mucho peor sufrir un secuestro que un pico, y por mucho que entendiera que desde un punto de vista filosófico Otegi es un tipo deplorable. Ver a Bildu negociar una investidura no le quitaba un minuto de sueño, pero ver a Rubiales un día más al frente de la federación le hacía publicar en redes todo tipo de proclamas

He repetido este planteamiento muchas veces con amigos y amigas de izquierdas. No suele acabar bien, uno termina siendo acusado de trivializar el abuso cuando no de justificarlo, de mezclar churras con merinas, y finalmente, de ser un facha y un machista, que es como suelen acabar estas discusiones. La comparación no es caprichosa ni manipuladora, eran dos hechos que ocurrían simultáneamente y que formaban parte de la conversación pública sobre los límites de la ética en esos días.

La anécdota es reveladora, porque no es un hecho particular, sino que revela una sensibilidad averiada en la izquierda, en su manera selectiva de convertir a unos en apestados y tolerar a otros que bajo los mismos criterios de definición de lo que constituye un abuso, resultan igualmente repugnantes. En ese sentido, Bildu es la prueba del algodón de quienes nos gobiernan, aquello que expone como ninguna otra cosa su hipocresía y que les resta cualquier capacidad de exigencia ética hacia los demás. Pero además, en la medida en que el PSOE/Sumar pacta con Bildu, acepta sus condiciones y les hace concesiones, ofrece un espacio para que el PP se sienta legitimado a pactar con Vox, y a darle premios a la ultraderecha. La asunción transaccional de los postulados radicales de unos (lawfare, amnistía, delirios woke) habilita a los otros para hacer otras asunciones transaccionales (negacionismo climático, xenofobia, transfobia) y así vamos haciendo cada día un país peor y una conversación pública más irrespirable.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D