La bicicleta nacional
«Aguante el Gobierno lo que aguante, el daño reputacional ya está hecho y el Pedrismo, como cualquier régimen cesarista autoritario, nunca muere por una sola razón»
La crónica de Ángeles Escrivá en El Mundo comienza de una forma tan deliciosa que no me resisto a trasplantarla aquí:
«Víctor Gonzalo Aldama se presentaba a empresarios muy serios y con una reputación muy solvente como el nieto del marqués de Aldama. Quizás no lo decía en la primera conversación, pero sí en la segunda. «Mi abuelo fue el que hizo La Moraleja», decía, «soy el nieto del marqués de Aldama».
Al parecer el tal Aldama tenía de marqués lo que servidor tiene de virrey de las Indias Orientales, pero fíjense que esto es lo que le faltaba a esta truculenta historia, un marqués, verdadero o falso, pero un marqués.
Lo digo porque, al ver aparecer al marqués de Aldama, quien me ha venido a mí a la cabeza no es otro que el marqués de Leguineche y toda su familia, ya saben los protagonistas de una de las mejores trilogías del cine Español, dirigida toda ella por Luis García Berlanga y que llevaba por título La Escopeta Nacional, un implacable retrato de los estertores del franquismo y de los personajes que la habitaban tratando de llenarse los bolsillos a base de la libérrima asignación por parte de los ministros de la dictadura franquista de licencias exclusivas para el uso de bienes y servicios a cargo del Estado, justamente correspondidos después por el adjudicatario de las mismas a base de comisiones y mordidas.
«Al parecer el tal Aldama tenía de marqués lo que servidor tiene de virrey de las Indias Orientales, pero fíjense que esto es lo que le faltaba a esta truculenta historia, un marqués, verdadero o falso, pero un marqués»
Y todo ello negociado y resuelto en pantagruélicas cacerías en las que además de disparar a ciervos, venados y jabalíes, sus señorías también apuntaban a todo lo que se les pusiese por medio, desde estupendas señoras hasta condecoraciones nacionales guardándose las espaldas ante la siempre temida llegada del famoso motorista de El Pardo con su cese en la guantera.
Quién nos iba a decir que, 50 años después de aquel retrato que ridiculizaba al franquismo dejándolo en calzoncillos ante los españoles, estemos a punto de padecer una nueva escopeta, bueno, bicicleta nacional -ahora los pactos, me dicen, se hacen cresteando con bicis de montaña de alta gama por las cumbres de la sierra de Guadarrama o haciendo jogging por los siempre cuidados jardines monclovitas-.
Sea como fuere y aguante el Gobierno lo que aguante a base de colgarse del travesaño de la Moncloa, tengan claro que el daño reputacional ya está hecho y que el Pedrismo, como cualquier régimen cesarista de corte autoritario, nunca muere por una sola razón y menos por una causa política o ideológica, sino que su fallecimiento es siempre a causa de fallos multiorgánicos relacionados con la gestión de las miserias humanas, una característica que pertenece a nuestra naturaleza más profunda y que, mientras en entornos democráticos de alta exigencia y control se reducen a su mínima expresión, en medios políticos verticales y con liderazgos personalistas, florecen como una cohorte de legionela en medio de una mayonesa que lleva 3 días al sol.
Lo que no creo que debamos perdonarles nunca es este bochorno que nos están haciendo pasar a todos.