El aeropuerto
«Sin transparencia no hay gestión y sólo nos queda el caos. Ministros manifestándose contra sí mismos y un fiscal general del Estado imputado»
Es magnífico este país. Los temas caducan ya como los yogures. Estás empezando a escribir sobre un asunto y no has guardado el documento cuando ya hay otra movida que ocupa todas las portadas. Hablar del lunes en viernes ya parece un ejercicio de nostalgia. Como una camiseta de Luanvi. Como la salsa rosa. Como cuando, de repente, se te viene a la cabeza Joaquín Almunia.
Yo quería hablar del aeropuerto de Ciudad Real porque ha sido un gozoso descubrimiento. Un espacio inútil, entiendo que carísimo, sin vuelos y sin esperanza. Nada más español que el mucho dinero gastado en nada. Se ruedan películas allí, por lo leído. Porque la ficción siempre ayuda a huir de la realidad. Y la verdad de nuestra tierra es la gestión alocada, la expectativa inflada y este cementerio de cosas que ya no sirven.
La inutilidad tiene cierta estética. Miren el Gobierno. Esos ministros como en el escaparate de El Corte Inglés, impecablemente inmóviles. Decía Frank Rijkaard, cuando ocupaba el banquillo del Barça y Ronaldinho, Eto’o y Deco hacían de las suyas, que los problemas no se solucionan, que los problemas simplemente desaparecen.
Relato ha venido a sustituir a la palabra resiliencia en el diccionario melifluo-político. Pedro Sánchez no tiene un relato, sólo un balón al que golpea de punterillo en punterillo. ¿Quién se acuerda del pajaporte? ¿Quién se acuerda de la ley para abolir la prostitución? ¿En qué quedará lo de la regeneración democrática? ¿Dónde están las llaves de las nosecuantas mil viviendas anunciadas?
El problema viene cuando el problema no desaparece. Hay una crisis migratoria en Europa y España, por su situación geográfica, la está viviendo con mayor intensidad que el resto de países de la Unión. Ursula von der Leyen ve con buenos ojos la vía iniciada por Giorgia Meloni. Todo el mundo se mueve. Todo el mundo trata de buscar una solución. ¿Y aquí?
«Invento un par titulares: ‘El PP hacina a los migrantes en un aeropuerto abandonado’, ‘Un Guántanamo en La Mancha…’»
Aquí hay un aeropuerto vacío. El Gobierno de Castilla-La Mancha se entera en los pasillos de que el Gobierno de España quiere convertir el aeropuerto de Ciudad Real en un centro de acogida a inmigrantes. Ninguna comunicación, ninguna llamada, aunque sea informal, ningún informe, ningún estudio de pertinencia o viabilidad. Nada. Sólo una ocurrencia gestionada con el oscurantismo habitual. Una cosa es la prudencia y otra la opacidad.
No me gustan este tipo de argumentos, pero en este caso no he podido evitarlo. ¿Se imaginan una medida parecida impulsada por el Partido Popular con, no sé, el apoyo de Vox? Invento un par titulares: El PP hacina a los migrantes en un aeropuerto abandonado, Un Guántanamo en La Mancha… Y luego, lo de siempre, manifiestos, arden las redes, y batucadas. Por cierto, reivindico la batucada de derechas, por el bien de las movilizaciones conservadoras. Que la ideología no nos prive del ritmo reivindicativo.
Ya pasó en Alcalá de Guadaira, donde un autobús dejó a una treintena de personas migrantes en un hotel, sin que el Gobierno se lo comunicara a su alcaldesa, de su mismo partido. Y viene siendo una práctica habitual. Sin transparencia no hay gestión y sin gestión, sólo nos queda el caos. Aunque sea este caos slim fit. Esta jungla tan bien planchada, tan floreada en lo verbal, y tan huecamente progresista.
Ministros manifestándose contra sí mismos, Jessicas viviendo como reinas y un fiscal general que ha pasado de inidóneo a imputado en apenas dos años. Por cierto, aprovecho para recordarlo: jamás se fíen de un hombre con gafas redondas. Algo traman.
«Y quedan mil días de Gobierno, según dijo Pedro Sánchez. No lo dijo como bondad, sino casi como una amenaza»
Un aeropuerto vacío en mitad de ninguna parte. Azafatas invisibles. Aviones a diez mil metros de altura. Y quedan mil días de Gobierno, según dijo Pedro Sánchez. No lo dijo como bondad, sino casi como una amenaza. Releo a Anne Carson, porque de algo hay que morir. Escribe: «Mi marido mentía en todo / Dinero, reuniones, amantes / el lugar de nacimiento de sus padres, / la tienda donde compraba sus camisas, / la ortografía de su apellido. / Mentía cuando no era necesario (…) leal a nadie, mi marido».
Mientras tanto, paciencia y dry martinis. La verdad, como los jaramagos, siempre se abre camino. A través del asfalto, en las cornisas, en los tejados y en un lugar aún más duro que todos esos: en la conciencia de los ciudadanos.