Cuba, 'Fiat Lux'
«La historia es siempre una caja de sorpresas, y si al final el régimen cubano cae por la falta de luz, trágica metáfora, será la segunda dictadura víctima de Chernóbil»
Por cuarto día consecutivo, Cuba amanece sin luz. Es la crónica de un colapso anunciado. Cuba vive con carencia energética desde hace años, cuando el Gobierno venezolano se vio obligado a cortar una parte del suministro de petróleo que le regalaba a la isla. La baja en la producción de PDVSA, monopolio estatal venezolano del petróleo, y la necesidad de obtener divisas para su mermada economía obligó a esta reducción. Cuba, sin divisas para adquirir petróleo en los mercados internacionales, agotado el crédito con sus aliados –entre ellos los chinos–, cansados de sus recurrentes impagos, ha tratado de adaptar sus necesidades al mínimo. Pero sus vetustas centrales eléctricas no solo enfrentan el problema de la falta de combustible para funcionar, sino una crónica falta de mantenimiento y recambios. También les afecta la salida por goteo de sus cuadros técnicos. La temporada de huracanes le acaba de dar la puntilla a una industria sostenida con delgados alfileres y gruesas palabras.
Porque aun en mitad del desastre, la incesante retórica oficial, la única permitida en la isla, insiste en que la crisis está en vías de solución. La realidad, contada por el único medio independiente que existe dentro de la isla, el diario digital 14ymedio, de Yoani Sánchez, es muy distinta. La falta de energía ha obligado a parar toda actividad productiva. Sin luz no hay bombeo de agua potable ni refrigeración para los alimentos, de por sí en escasez crónica. La crisis energética ha devenido crisis humanitaria. Y todo esto con un Gobierno atrincherado ante el miedo de un estallido social. La historia es siempre una caja de sorpresas, y si al final el régimen castrista cae por la falta de luz, trágica metáfora, será la segunda dictadura víctima de Chernóbil. Y es que nadie ha hablado sobre la curiosa derivada que conecta la actual catástrofe cubana con Chernóbil.
Fidel Castro, megalómano, siempre había ambicionado la energía nuclear. Y desde finales de la década de los setenta dedicó enormes recursos a la construcción de una central nuclear en la isla. Así nació Juraguá, que, bajo tecnología soviética, y dirigida por su hijo Fidel Castro Díaz-Balart, físico nuclear formado en Moscú, operaría cuatro reactores atómicos, construidos a imagen y semejanza de los de Chernóbil. Además, como Prípiat en la Ucrania soviética, Juraguá también tendría una ciudad vecina al servicio de la planta nuclear. Problemas técnicos de todo tipo, ineficacias tropicales, fuga de talento y corruptelas retrasaron el proyecto. Con el accidente de Chernóbil, el 26 de abril de 1986, Juraguá entró en vía muerta, y con la desintegración de la URSS, se canceló de manera definitiva. Castro incluso destituyó a su hijo, que acabaría suicidándose varios años y fracasos después. Hoy, del sueño atómico de Fidel Castro queda tan solo las ruinas del edificio que albergaría uno de los cuatro reactores, el único que llegó a levantarse, entre la maleza y el bochorno del trópico.
«Hoy, del sueño atómico de Fidel Castro queda tan solo las ruinas del edificio que albergaría uno de los cuatro reactores»
El accidente nuclear de Chernóbil fue posible porque la verdad, en todos sus apartados, incluido el científico, había sido secuestrada por el poder. El reactor estaba mal diseñado, pero esto no podía saberlo nadie, ya que era una información censurada: dañaba el prestigio soviético en el mundo. No es casualidad, dicho por el propio Gorbachov, que este accidente nuclear haya sido la causa principal de la disolución de la Unión Soviética. Y no sólo por sus devastadoras consecuencias físicas (la radiación lanzada a la atmósfera, mientras estuvo abierto el cráter del reactor número 4, equivalía a una bomba de Hiroshima cada hora, los centenares de muertos y heridos, los miles de enfermos por secuelas radioactivas, el derroche de recursos), sino porque era un sistema que no tenía espacio en ninguna de sus múltiples ramas para encajar las críticas y hacer, por lo tanto, correcciones incluidas la cadena de errores que dio origen al accidente de Chernóbil.
La crítica no solo estaba prohibida. No encajaba dentro de la lógica del sistema. No había partidos de oposición. No había jueces ni fiscales independientes del poder político. No había prensa libre. Toda crítica era un bulo antisoviético. Era una sociedad indefensa, pese a sus misiles balísticos y sus divisiones acorazadas. Un castillo de naipes que se derrumbó cuando alguien por fin pudo gritar, en este caso fue el isótopo radiactivo del uranio, que el emperador estaba desnudo.
En 1962, el presidente Kennedy hizo para el periodista televisivo Sander Vanocur una valoración del papel de la prensa en la vida americana que es pertinente volver mencionar aquí (tomo la cita del columnista mexicano Carlos Bravo Regidor) porque sus palabras resultaron proféticas del fin de la URSS, pero también de la actual crisis del mundo libre: «Creo que es invaluable. Nunca es agradable leer cosas con las que frecuentemente no estás de acuerdo, pero yo diría que es un instrumento invaluable para la presidencia, un verdadero control sobre lo que pasa en el gobierno, que me hace llegar información y llama mi atención sobre cosas que deben preocuparme. Yo pensaría que el señor Jrushchov, operando en un sistema totalitario, tiene muchas ventajas en cuanto a poder hacer cosas en secreto y demás; pero hay una tremenda desventaja en no tener la cualidad abrasiva de la prensa aplicada diariamente sobre tu administración. Aunque nunca nos guste y aunque desearíamos que no lo escribieran, aunque lo desaprobemos, de todos modos, no hay duda de que no podríamos hacer bien nuestro trabajo en una sociedad libre sin una prensa muy, muy activa».
Octavio Paz en Posdata sitúa el nacimiento de la era moderna, es decir, democrática, en el valor «correctivo y corrosivo» de la crítica. Y dice: «La crítica es el aprendizaje de la imaginación en su segunda vuelta, la imaginación curada de fantasía y decidida a afrontar la realidad del mundo. La crítica nos dice que debemos aprender a disolver los ídolos: aprender a disolverlos dentro de nosotros mismos. Tenemos que aprender a ser aire, sueño en libertad».
Gracias, Yoani Sánchez y 14ymedio, por mantener vivo el sueño de la libertad de la isla. Es deber de todos escuchar su llamado. La luz llegará.