THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Silencios y mentiras

«Sánchez no quiere decir si en algún momento se ha reunido con Aldama. Un hombre acostumbrado a mentir prefiere callar ante esta pregunta»

Opinión
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Silencios y mentiras

Ilustración de Alejandra Svriz

Una gran gota fría amenaza la presidencia de Pedro Sánchez. Esa gota fría de toda la vida, a la que ahora se dice por su nombre técnico de DANA, que es la sigla de «depresión aislada en niveles altos». Porque hablar de depresión en niveles altos refleja perfectamente lo que ya se conoce como caso Ábalos. La duda es si esa depresión está realmente aislada o, cómo parece que se está descubriendo, está interrelacionada con muchas otras DANAS, todas ellas en niveles muy altos y también cercanos al entorno personal del presidente.

Es cuestión de días que el Tribunal Supremo impute a José Luis Ábalos, el que fuera ministro de Transportes de Sánchez, el ex secretario de organización del PSOE de Sánchez, el portavoz socialista que fue el brazo armado dialéctico en la moción de censura contra Mariano Rajoy que llevó a la presidencia del gobierno a Pedro Sánchez. El hombre fuerte en el partido y en el Gobierno de Sánchez. El que levantó la bandera de la lucha contra la corrupción puede ser pronto imputado por organización criminal, tráfico de influencias y cohecho.

Esas banderas contra la corrupción han desaparecido sin honor, una tras otra, por la sucesión de DANAS que empiezan a conformar una tormenta perfecta. Ábalos, Mascarillas, Koldo, Delcy, lingotes de oro, Air Europa, Begoña Gómez o Hidrocarburos. Y un huracán que aparece como nexo de todo y que no es otro que el único personaje que ahora mismo está en prisión, el comisionista Víctor de Aldama. Un tipo que parece ser un huracán abductor de dineros que se ha movido con absoluta rapidez por ministerios, aeropuertos, Venezuela o gasolineras. Amigo de dueños de líneas aéreas, de ministros españoles o de vicepresidentas chavistas. Un nombre del que huye Sánchez como si fuera agua bendita en un exorcismo.  

Esta semana Pedro Sánchez ha flojeado y ha habido un momento en el que no se ha atrevido a mentir. Aunque parezca imposible, ha preferido omitir por dos veces la respuesta. Como si fuera una pregunta del CIS Sánchez se ha lanzado de cabeza a la casilla NO SABE/NO CONTESTA. Tuvo que ser fuera de España, donde los dirigentes políticos europeos siguen teniendo esa costumbre democrática de hacer ruedas de prensa y de contestar a la prensa. Concretamente en Faro, en Portugal, en esas tierras lusas que tan bien conoce el hermano del presidente por tener su residencia fiscal en Elvas para pagar menos impuestos en España. 

Era el acto final de la XXXV Cumbre Hispano-Lusa, y en este tipo de comparecencias, los periodistas desplazados se ponen de acuerdo para que uno pregunte en nombre de todos. Fue una pregunta en nombre de toda la prensa española. Casi de todo el pueblo español. Y la pregunta fue: «Usted dijo en febrero que no sabía nada de las actividades presuntamente delictivas del ministro, pero queríamos saber si tenía al menos alguna sospecha de cuáles podían ser sus actividades y si en algún momento ha tenido usted algún contacto con el contratista de la trama corrupta, el empresario Víctor de Aldama».

Para explicar la salida de Ábalos del Gobierno en 2021, Sánchez se limitó a decir que formaba parte de una reestructuración más amplia de su equipo tras la gestión del Covid para relanzar el gobierno. Una explicación chocante porque él mismo consideró siempre que la gestión fue modélica y, sin embargo, cesaba solo a uno de los cuatro ministros clave en esa gestión. Explicación que se mueve en una zona gris contradictoria con otras versiones, incluida la del propio Ábalos. Lo cierto es que lo cesó, pero luego lo acogería en las listas para que estuviera aforado e incluso le regaló una presidencia de una comisión del Congreso. Y hasta lo iba a incluir en las listas al Parlamento Europeo si no fuera porque el caso Koldo lo paralizó. Respuesta corta y con gesto molesto, decía Sánchez, en un claro fallo matemático, que era la «enésima» explicación que daba.

Pero de Aldama no dijo nada, lo evitó como ya hiciera hace días en el Congreso a pregunta del líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo. Ni oye, ni escucha, ni codifica el sonido de la palabra Aldama. Por eso cuando la periodista le repreguntó: ¿Y la de Aldama?, Sánchez tampoco contestó y se puso a hablar de lo que llamó correcto rescate a Air Europa. 

«Sánchez no quiere decir si en algún momento se ha reunido con Aldama. Un hombre acostumbrado a mentir prefiere callar ante esta pregunta»

Reconocía así de alguna manera que conoce la relación del comisionista Aldama con la línea aérea. Una relación en la que, según los informes de la UCO, Aldama habría mediado con Ábalos en el rescate que, coincidencias de la vida, se hizo el mismo día en que Begoña Gómez se reunía secretamente en la sede de Globalia con el CEO, Javier Hidalgo, según publicó El Confidencial. En ese día de gracia, horas después, era el mismo Hidalgo con Aldama los que se reunían también con Ábalos. Tres reuniones, tres en el mismo día.

Sánchez no quiere decir si en algún momento se ha reunido con Aldama. Un hombre acostumbrado a mentir prefiere callar ante esta pregunta. Tampoco manifiesta abiertamente que no quiere contestar. Sencillamente, evita responder a la pregunta ¿Por qué no miente? ¿Cree que puede haber alguna evidencia que se pueda conocer pronto que aclare la respuesta? ¿Por qué calla?

No es Sánchez un político al que le tiemblen las rodillas por mentir. Es más. A esas mentiras ha destinado gran parte de su actividad y entusiasmo político porque la han servido para mantenerse en el poder. Pero hasta ahora eran mentiras «políticas» como pactos con Podemos, con Bildu, indultos o amnistías. Eran mentiras de las que había salido casi impune y sin un castigo electoral que lo penalizara.

Ahora son mentiras sobre casos de corrupción. La que fuera su bandera, la de la lucha contra la corrupción, es una bandera ya caída y enterrada por el mayor número de casos de corrupción que haya tenido nunca un gobierno en la reciente democracia. Sánchez está rodeado por una cadena de DANAS de corrupción cada vez más densas, oscuras y relacionadas entre sí. Él sigue negando la realidad de que realmente no gobierna, de que sus proyectos de ley son continuamente derrotados en el Congreso por propios y extraños, y de que los chantajes que le piden los independentistas, Sumar y Podemos son cada vez más difíciles de cumplir. 

Pareciera que lo que más teme Sánchez es que a pesar de haber vendido su alma al diablo con chantajes tan graves como los que le impusieron con la amnistía, o con la financiación singular privilegiada a Cataluña, o la que permite las rebajas de los tiempos de cárcel de los presos etarras, a pesar de todo ello, su final pueda venir de un personaje como Aldama. Tan mal debe parecerle que prefiere el silencio a la mentira.

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