El hombre nuevo y las viejas pasiones
«Todo Errejón era una mentira. Porque la nueva política era también una nueva masculinidad, una nueva ciudadanía, una nueva subjetividad, un Nuevo Hombre»
En sus primeros años, a los políticos de Podemos les encantaba autoanalizarse. Lo hacían en tribunas, columnas de opinión, entrevistas en radio y televisión. Como buenos politólogos, Pablo Iglesias, Íñigo Errejón, Juan Carlos Monedero y otros líderes del partido, acostumbrados a la militancia pero también a la producción intelectual, no podían escapar la oportunidad de estudiarse a sí mismos en directo. A veces parecían análisis internos, como si olvidaran que los podía leer todo el mundo. Escribían de estrategia, de a qué votantes debían apelar, de sus siguientes pasos, de sus errores. Era un fenómeno extrañísimo y fascinante.
En uno de esos análisis, que leí entonces buscando claves que explicaran el fenómeno Podemos, Errejón escribió una frase que me pareció fundamental en la estrategia política del partido: «Nada en política es ‘mentira’ si construye en torno a sí el equilibrio, las creencias y el acuerdo como para generar estabilidad durante décadas». Es enrevesada, pero me acostumbré a traducir su verborrea. Lo que quiere decir es que no importa mentir si la mentira apunta en la buena dirección. Era la estrategia claramente populista de Errejón, más cultural y gramsciana y peronista que la de Iglesias, que representaba una izquierda radical más clásica y materialista, una Izquierda Unida con nuevas caras.
«Lo personal era político. El nuevo político debía dar un ejemplo no solo político sino moral, individual»
Hoy parece que esa mentira errejonista ha dejado de funcionar. Todo Errejón era una mentira, como ha señalado Carlos Alsina tras su dimisión por acusaciones de machismo. Porque la nueva política era también una nueva masculinidad, una nueva ciudadanía, una nueva subjetividad, un Nuevo Hombre (en 2016, el también miembro de Podemos Santiago Alba Rico ya avisaba de los peligros de «aspirar a construir un Hombre nuevo, en un mundo nuevo, donde no sólo no habría miserias morales, borrachos, mentirosos, sino que tampoco habría accidentes de tráfico»). Lo personal era político. El nuevo hombre, el nuevo político debía dar un ejemplo no solo político sino moral, individual. Los partidarios de la formación insistían en que todo era política, desde la elección de unos zapatos al acto de elegir una Pepsi o una Coca Cola. Pero sobre todo lo más político era el sexo.
En la carta de dimisión de Errejón hay una frase central. «He llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona». La traduzco: la mentira ya no cuela. En política la mentira es solo mentira si no resultas convincente. La teoría se ha emancipado (por usar otro concepto que le gusta mucho a Errejón) de la praxis. En público, Errejón hablaba de cuidados, feminismo y salud mental; en privado, era hostil y agresivo con las mujeres, y está por comprobar si fue algo más.
«Podemos, Sumar, Más Madrid conocían esto desde hace tiempo y no hicieron nada»
Había rumores desde hace años, pero casi siempre eran cotilleos: ser un ligón o tener una vida sexual muy activa no es lo mismo que ser un acosador. Tampoco es un delito tener una «adicción al sexo», como parece que ha confesado el político. En cualquier caso, el partido (en realidad, los partidos: Podemos, Sumar, Más Madrid, porque la cosa viene de largo) conocía esto desde hace tiempo y no hizo nada, a la espera de que Errejón se «revisara», es decir, de que hiciera una especie de autorreflexión que le condujera a una epifanía. La epifanía ha llegado en forma de carta escrita, como ha escrito Ángel Villarino, «desde el personaje, no desde la persona, circunstancia que mete al lector en una paradoja infernal que puede fundirle el núcleo irradiador a cualquiera».