THE OBJECTIVE
Jesús M. Pérez Triana

Lo que significa la victoria en Ucrania

«El dilema para Occidente es si actuar ahora para lograr una paz sólida o evitar los sacrificios necesarios y que se cierre en falso esta guerra hasta la próxima»

Opinión
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Lo que significa la victoria en Ucrania

Tanques de Rusia y Ucrania

En Ucrania ya se habla de que la guerra está en su fase final, con el presidente Volodímir Zelenski presentando a los países aliados su plan para acabar la guerra. Esa idea de que entramos en una nueva fase de la guerra no es sólo resultado de las realidades sobre el terreno, con ambos bandos mostrando sus debilidades, sino de un momento político muy concreto. Vemos la posibilidad real de llegada al poder en diferentes países occidentales de líderes que quieren un nuevo entendimiento con la Rusia de Vládimir Putin, abandonando a Ucrania para ello. Significativamente, el plan del presidente Zelenski es referido como el plan para la victoria. Lo que nos obliga a entender qué significa realmente una victoria en Ucrania y qué implicaciones tiene para el futuro con las elecciones de Estados Unidos a la vuelta de la esquina.

Desde el comienzo de la guerra de Ucrania ha sido posible leer artículos que sentenciaban que era una guerra que, más allá de los avances y retrocesos de la línea del frente, ya había perdido Rusia. Los simpatizantes de Putin, por el contrario, afirman que la guerra ya fue ganada hace tiempo por Rusia y que la ayuda militar del «occidente colectivo» sólo retrasa lo inevitable. Ambos puntos de vista establecen premisas de partida diferentes y demuestran que es posible alcanzar las conclusiones deseadas si establecemos el debate en los términos adecuados. Esto también nos permite anticipar que cuando termine la actual guerra en Ucrania tendremos una batalla por imponer narrativas de victoria mientras podrían quedar las condiciones necesarias para una futura guerra.

Quienes afirman que la guerra de Ucrania ya ha sido un fracaso para Putin hablan en términos de gran estrategia, de los intereses nacionales rusos en el largo plazo. Ciertamente vemos que la guerra deja a Rusia con sus miserias al descubierto, desde el atraso tecnológico de su industria a la fuga de capital humano. Pero fundamentalmente, la guerra para Rusia ha sido un desastre en el plano estratégico porque ha cohesionado a la OTAN, la misma organización de la que el presidente Macron decía que estaba en «muerte cerebral». Mientras tanto, la guerra ha empujado a Finlandia y Suecia a abandonar su neutralidad, convirtiendo de paso al Mar Báltico en un lago de la OTAN. 

La guerra también ha servido para movilizar a los sectores prooccidentales de Moldavia, Georgia y Armenia, mientras las repúblicas de Asia Central buscan equilibrar sus alianzas. La liquidación del enclave armenio del Alto Karabaj ha demostrado la incapacidad o la falta de voluntad de Rusia de ejercer su tradicional papel de árbitro en el Cáucaso y la inoperancia de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, la OTAN rusa. Pero, sobre todo, desde la primera invasión rusa de Ucrania en 2014 existe el temor de que las excusas empleadas por Putin para intervenir en el país vecino, la defensa de las minorías étnicas rusas que quedaron fuera de las fronteras del país tras la caída de la Unión Soviética, podrían ser recicladas en otros lugares. El caso más significativo es Kazajistán, que alberga una importante minoría rusa y comparte una larga frontera con Rusia. Xi Jinping hizo su primer viaje internacional después de la pandemia a Kazajistán, donde anunció que China apoyaría la soberanía e independencia del país en un mensaje con un evidente destinatario.

Quienes afirman que la guerra de Ucrania supone una victoria para la Rusia de Putin hablan en términos tácticos y operacionales, haciendo un balance de los kilómetros cuadrados conquistados. La invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022 no tenía como objetivo primario la mera conquista territorial, pero se convirtió en el principal propósito de la guerra cuando la invasión relámpago para tomar el control del país se estancó. Hoy en día, un quinto de la superficie de Ucrania está bajo ocupación rusa. Aparte de avanzar hacia la conquista total de la provincia de Lugansk y seguir avanzando en la provincia de Donetsk, escenarios de la guerra entre 2014 y 2022, el control ruso de importantes extensiones de las provincias de Jersón y Zaporiyia garantizan un corredor terrestre continuo entre las fronteras internacionalmente reconocidas de Rusia y la península de Crimea.

«La conquista territorial, aunque fuera un objetivo secundario al inicio de la guerra, le permitirá a Putin mostrar una victoria»

Pero no sólo un alto el fuego y una consolidación de fronteras en torno a las actuales líneas de frente permitiría a Rusia desarrollar la infraestructura e integrar más favorablemente a Crimea en Rusia, sino que le permitiría arrebatar a Ucrania una región con un gran potencial económico. En Moscú ya se habla abiertamente del beneficio económico que proporcionarán a Rusia los territorios conquistados en la cuenca del Donbás, donde se combinan las zonas mineras e industriales con las fértiles tierras negras de las estepas orientales ucranianas. De hecho, la cuenca del Donbás se consideraba el corazón minero e industrial no sólo de Ucrania sino de toda la Unión Soviética. 

La aparición en el frente de batalla de viejos carros de combate T-54 y T-62 procedentes de los oxidados arsenales de la vieja Guerra Fría, cada vez más vacíos, junto con la esperada llegada al frente de batalla de combatientes norcoreanos se señalan como indicios del agotamiento humano y material de Rusia. Vemos en redes sociales vídeos de combatientes rusos denunciando la arbitrariedad de sus mandos y las órdenes de avanzar hacia las líneas enemigas como carne de cañón. Pero esas señales serían alarmantes en un país libre y democrático, donde los medios y los ciudadanos pudieran compartir datos y opiniones libremente. En Rusia, cualquier atisbo de oposición a la guerra, incluyendo exhibir cartulinas en blanco en el espacio público, ha sido reprimida. Y la mera conquista territorial, con soldados rusos izando la bandera en poblaciones demolidas, aunque sea un objetivo secundario respecto a los objetivos iniciales de la guerra, le permitirá a Vladimir Putin mostrar una victoria tangible que enseñar en los noticiarios. 

Unos y otros tendrán por tanto argumentos para proclamar la derrota del adversario, pero seguirá siendo necesario entender qué está en juego en la guerra de Ucrania. Y para ello hay que regresar a febrero de 2022 cuando Vladimir Putin anunció una Operación Militar Especial para desnazificar y desmilitarizar Ucrania. Sus palabras hay que traducirlas al español corriente. La Rusia de Putin no es antagonista de la derecha nacionalista ucraniana porque haya elementos de ultraderecha en ella. En la propia Rusia encontramos fuerzas y personajes de ultraderecha bien insertados en el régimen. Es antagonista de la ultranacionalista ucraniana en cuanto nacionalista ucraniana.

En cuanto a la idea de desmilitarizar Ucrania, encontramos que el país, a pesar de vivir un conflicto de baja intensidad a partir de 2015 nunca emprendió una expansión de sus fuerzas armadas como está haciendo ahora mismo Polonia, ni invirtió de forma ambiciosa en su industria de defensa como está haciendo ahora mismo Turquía. Por tanto, podemos traducir las palabras de Putin cuando proclamó su objetivo de desnazificar y desmilitarizar a Ucrania en que aspiraba a instalar fuerzas prorrusas al frente de un país con unas fuerzas armadas incapaces de enfrentar a una futura invasión en caso de que fuera necesario para los intereses del Kremlin una nueva Operación Militar Especial.

«Lo que ha estado en juego en la guerra es la capacidad futura de Ucrania de decidir su futuro integrándose en el ‘Occidente global’»

En definitiva, lo que ha estado en juego en la guerra es la capacidad futura de Ucrania de decidir su futuro integrándose en el «Occidente global» o tener una política exterior vetada desde Moscú. Por tanto, hasta que no se firme el tratado que ponga fin a la actual guerra no podremos saber quién de los bandos ha logrado sus verdaderos objetivos. 

Los recientes anuncios desde el Gobierno de Ucrania en que se anuncia la disposición a renunciar a territorio para llevar el debate central a las garantías que pueda dar Occidente para proteger la autonomía de Ucrania reflejan que sobre ese asunto gira en realidad las condiciones de victoria de esta guerra. Si el presidente Volodímir Zelenski arranca de Occidente un compromiso de defender al país en caso de una tercera agresión Rusia, con alguna fórmula que no tiene que incluir necesariamente una membresía de pleno derecho en la OTAN, las conquistas territoriales serán para Vladimir Putin una victoria pírrica. Ese compromiso tendría que incluir la garantía de que, en caso de una tercera guerra en Ucrania, los países de la OTAN se implicarían directamente en la guerra para generar verdadera disuasión. Se trata de un potencial sacrificio que cuanto más nos alejamos de las fronteras de Ucrania más rechazo genera en Europa. De ahí, que el anuncio hecho por Zelenski de que una Ucrania fuera de la OTAN tendría que aspirar a dotarse de armas nucleares sea probablemente un órdago porque Ucrania necesita un argumento de peso que no sólo sean apelaciones idealistas a la solidaridad y hermandad europeas.

Mientras tanto, en el Kremlin no sienten que el tiempo apremie. Las pérdidas materiales y humanas están siendo compensadas con alianzas con Irán y Corea del Norte que inevitablemente llevarán a transferencias de tecnología militar que permitirán a ambos países desestabilizar Oriente Medio y Asia-Pacífico en un futuro. El asedio económico de Occidente ha sido burlado redirigiendo el comercio a través de terceros países de un Sur Global que consideran la guerra de Ucrania un asunto europeo y por tanto lejano.

Pero, sobre todo, desde el Kremlin entienden que el verdadero punto débil de Ucrania es su dependencia de la ayuda occidental. Y sólo es cuestión de la llegada al poder de líderes nada simpatizantes de la causa ucraniana en países clave como Estados Unidos, Francia y Alemania para que Ucrania deje de recibir la ayuda económica y militar que sirve de soporte vital básico al país. Si no es que directamente esos líderes apremien al Gobierno de Ucrania a someterse a Moscú sin entender las lecciones que se tomaría en Oriente Próximo y el Indo-Pacífico al respecto.

Así a Vladimir Putin le vale ahora mismo un alto fuego que congele el conflicto y aleje a Ucrania del foco mediático en un mundo donde tenemos sobreabundancia de crisis regionales. Y así, en un futuro Rusia podría intentar una tercera invasión en un momento en que Estados Unidos y la Unión Europea tengan líderes que no quieran o no puedan ayudar a Ucrania. El dilema para Occidente es por tanto si actuar ahora para lograr una paz sólida en Ucrania o evitar los sacrificios necesarios y que se cierre en falso esta guerra y se establezcan las condiciones de la próxima. Y la duda es si Europa en solitario sin Estados Unidos podría o querría llevarlos a cabo.

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