THE OBJECTIVE
Gabriela Bustelo

Mafiocracia

«A golpe de titulares sórdidos sobre fajos, festiverios y farlopa, estos meses nos traen brisas nostálgicas de la mafiosidad democrática de Felipe González»

Opinión
31 comentarios
Mafiocracia

Pedro Sánchez y Felipe González. | Alejandra Svriz

«Cualquier poder político que pueda hacerse obedecer da miedo visto de lejos y dará mucho más visto de cerca». Esto lo escribe Luis Linde en un artículo publicado en Revista de Libros y titulado «Mafia como política, política como mafia». El texto sobre la Cosa Nostra es uno de los más leídos de la publicación, desde que salió hace casi dos décadas.

El modelo mafioso en política es algo que los españoles tenemos bien visto, de lejos, de cerca y hasta con los ojos cerrados. Participamos en él desde hace medio siglo, votando a caciquillos a los que aforamos para facilitarles que puedan robarnos. En los sistemas de «mafiosidad democrática», nos explica Linde, los políticos se someten al juicio electoral, tolerando cierto grado de libertad de expresión y aceptando que pueda existir algún control por parte de un poder judicial más o menos independiente. 

Este «modelo político de influencia mafiosa» lo protagonizan los líderes electos de los sistemas democráticos que, fingiendo respetar sus propios autocontroles y procedimientos, conspiran al límite de la legalidad para ignorarlos y violarlos, tratando ante todo de asegurarse el mantenimiento en el poder. «El modelo criminal mafioso puede ser una representación del Estado depredador», nos avisa Luis Linde. «El modelo político de influencia mafiosa puede ser su imagen desvaída, escurridiza, no siempre criminal, pero no menos real, en los sistemas democráticos. Y el mafioso democrático es su protagonista». Si alguna vez los años sentaron bien a un texto, este de Luis Linde está ahora en su sazón. 

«El sanchismo vendría a ser un felipismo milenial»

El PSOE sanchista, en cambio, es un elixir de la juventud que nos recuerda la inmortalidad de la corrupción española. A golpe de titulares sórdidos sobre fajos, festiverios y farlopa, estos meses nos traen brisas nostálgicas de la mafiosidad democrática de Felipe González. Aquella época de portadas diarias sobre el cutrerío socialista —Filesa, Urbanor, Flick, KIO, AVE, Expo, PSV, Urralburu, Godó, Estevill— se prolongó durante largos años, hasta que por fin se acabó. 

El sanchismo vendría a ser un felipismo milenial. El hermano Azagra es el equivalente al hermano de Alfonso Guerra. José Luis Ábalos sería Luis Roldán. El nepotismo del Caso Begoña sería comparable al Caso Palomino del cuñado de Felipe González. El rescate de Globalia sería el Caso Rumasa. El Fraude de las Mascarillas sería el Fraude de los Fondos Reservados. El Tres Per Cent de Jordi Pujol sería el multimillonario Procés de Puigdemont. Víctor Aldama sería Guillermo Galeote. El PSV sería el Caso de la UGT de Madrid. El Caso Koldo de la Financiación Ilegal del PSOE sería el Caso Filesa. Los paralelismos son tan asombrosos como inagotables.

El PSOE tiene a este país hipnotizado desde hace cinco décadas. La discutida y discutible O del PSOE cobra sentido como sigla de la obscenidad que ha caracterizado al socialismo español desde la Transición. La línea temporal de episodios siniestros asociados directa o indirectamente con el Partido Socialista es perpetua y sucede en bucle. Como son perpetuas las cantidades obscenas de dinero público que se pulverizan bajo los gobiernos socialistas nacionales, autonómicos y municipales. 

«Desde la Transición, el PSOE mangonea una España mastodóntica y bunkerizada»

El caso ERE, cuyo fraude masivo se prolongó desde 1980 hasta 2018, y que nunca se investigó a fondo, acaba de ser borrado de la historia. Como si nunca hubiera existido. En algunos casos, como el de la Expo de Sevilla, el PSOE se marca un Houdini tan perfecto que se volatilizan miles de millones de euros públicos sin que nadie los reclame ni se vuelva a saber del asunto. Por siempre jamás. 

El primer presidente socialista usó su mayoría absoluta para incrustar en España unas leyes orgánicas que son los cimientos de la actual mafiosidad democrática. La LOPJ (Poder Judicial) politizó la Justicia española, transformando a los abogados de la cuerda en jueces sin tener que hacer oposiciones y blindando al estamento con los aforamientos; la LOLS (Libertad Sindical) convirtió a los sindicatos en las organizaciones parasitarias subvencionadas que son hoy son y la LORCA (Regulación de Cajas de Ahorro) contaminó las cajas de ahorros hasta tal punto que produjeron el Crash del 2008. En cuanto a la tristemente célebre LOGSE, convirtió las universidades en guetos endogámicos blindados y los colegios públicos en colmenas del provincianismo autonómico. Íñigo Errejón era hasta hace unas horas un producto estrella de nuestro sistema educativo nacional.

Desde la Transición, el PSOE mangonea una España mastodóntica y bunkerizada —una mafiocracia— cuyos caciquillos salidos de las urnas se agazapan en poltronas con sueldo público hasta la muerte. Entre el felipismo y el sanchismo no hay fisuras. Ya nos lo explicó en 2014 César Luena, un hombre de partido: «En el PSOE ni ha existido ni existe el sanchismo. Lo que existe es el socialismo».

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D