No falla el Estado. Fallan ellos
«Lo peor ha sido ver a los dirigentes de un estado moderno y democrático fracasando en prestar inmediata ayuda a sus ciudadanos»
Escribo estas líneas mientras la dramática cifra de personas fallecidas por la DANA en Valencia sigue creciendo y supera ya los doscientos. Desgraciadamente, todos los indicios apuntan a que la cifra de víctimas mortales no va a dejar de crecer y de forma acelerada según se vaya avanzando en las tareas de búsqueda. Hemos visto localidades destruidas como en la guerra, pero solo las fotos desde el cielo de la NASA nos permiten comprender la enorme extensión de territorio afectado.
La lluvia de un año concentrada en unas pocas horas. Son muchos los factores que aumentaron ya en tierra la peligrosidad de unas descargas de agua que al final incluso triplicaron hasta las previsiones de la Aemet. La mañana del miércoles, del día después, ya se avisaba desde Valencia que el infierno que habían provocado las riadas de agua era mucho peor de lo que hasta ese momento se conocía. Daban igual las noticias. Para el gobierno y sus socios era más importante aprobar urgentemente el asalto a RTVE que el respeto a los muertos. Una infamia que estoy seguro de que muchos valencianos y castellanos manchegos no olvidarán en muchos años.
Pero lo peor no lo habíamos visto llegar. Lo peor ha sido ver a los dirigentes de un estado moderno y democrático, de la decimocuarta economía del mundo, fracasando en algo tan sencillo como prestar inmediata ayuda a sus ciudadanos. Esta vez no era un desastre natural en el otro extremo del mundo. No. Es en Valencia. Hemos sido incapaces de prestar ayuda a miles de personas afectadas a menos de cien kilómetros de la capital valenciana. Incapaces de llevarlos en estos primeros días ni agua, ni alimentos, ni de garantizar su seguridad. No voy a entrar en si las alertas de la Comunidad Valenciana llegaron tarde. La justicia tendrá que determinar si se hizo en tiempo o no. Y lo mismo para un gobierno que además de «sopesar», tuvo la ocasión de haber declarado el estado de emergencia ante una durísima emergencia nacional y no lo hizo.
Una vez conocido la realidad del infierno desencadenado es todavía difícil de entender que el gobierno nacional no decidiera ofrecer y usar todos sus recursos, medios y personal para hacer frente inmediatamente a las necesidades de los miles de ciudadanos abandonados a su suerte. Es también difícil de entender que el presidente valenciano tardara tanto tiempo en pedir una mayor presencia del Ejército, más allá de la petición inicial de la UME, que sí fue solicitada el mismo día. Dicen desde el gobierno que, por protocolo, hasta que no lo pidiera el gobierno autónomo ellos no lo podían enviar. Lo increíble es que el mismo protocolo, exactamente el mismo, es el que tiene la UE y lo mismo está haciendo ahora el propio Sánchez con las ayudas ofrecidas por Bruselas. No quiere pedirlas. Tampoco ha aceptado las ayudas internacionales. Ni los 200 bomberos especializados en rastreos que Francia ofrece ni las ayudas ofrecidas por Alemania, Portugal o Marruecos entre otros países. Una actitud no explicable y que llega al punto de que el Gobierno español ni siquiera ha puesto en marcha todavía los mecanismos de ayuda existentes y ofrecidos por la Unión Europea. La duda es si es se hace por soberbia, por ineficacia, por estulticia o por las tres razones a la vez.
Volviendo a España, pareciera que la polarización y enfrentamiento políticos de dos administraciones de distinto signo les hubiera hecho jugar a un ajedrez de la muerte. En pocas horas, y pese a las fotos de Mazón y Sánchez, se cruzaban ya acusaciones. Mientras tanto, todavía ahora, cuando lee usted estas líneas, hay personas que llevan cuatro días conviviendo en su casa con el cadáver de algún familiar. Todavía hay decenas y decenas de garajes, de sótanos, de pisos bajos, de coches volcados y cruzados en los que nadie ha mirado, pero en los que tememos que haya muchos más fallecidos.
Casi tres días ha tardado el presidente valenciano en pedir la presencia del Ejército y más de tres días ha tardado la responsable de defensa en enviar solo a 500 militares. La incomprensión de la racanería ha hecho que en apenas unas horas se haya aumentado la cifra con otros 500 militares más. Es inexplicable todo. Dice que por cuestiones de logística. Puede ser, y serían muy lentos, por el traslado de maquinaria pesada, pero no es justificable en el caso de la distribución de agua y alimentos. Cualquier país hubiera enviado desde la primera hora de conocer el alcance, a miles de soldados para tareas de desescombro, de suministro de agua, comida, energía y comunicaciones a unos ciudadanos que han perdido todo en horas. Ahora se acelera el envío de legionarios, de paracaidistas, de marines. Ellos no van a fallar pero también ellos saben que llegan tarde.
Se dice ahora, a los dos lados del espectro ideológico, que el estado ha fallado. Se cuestiona el estado de las autonomías. El estado no ha fallado. Los hombres que trabajan para el Estado no han fallado. Los militares de la UME no han fallado. Los agentes de la Guardia Civil no han fallado. Tampoco los de la Policía Nacional. Ni los esforzados miembros de las distintas policías locales. Los bomberos no han fallado. El personal de Protección Civil no ha fallado. No han fallado los servicios médicos. Ni los judiciales. Ellos han vuelto a dar a todos una lección de sacrificio y heroísmo en su objetivo de ayudar a salvar vidas y ayudas a los ciudadanos.
Han fallado los políticos. Han fallado los responsables de las distintas administraciones. Han fallado en usar bien los mecanismos de coordinación. Se ha hecho otras veces. Ahora no. Habrá tiempo para ver la graduación de las responsabilidades de cada uno. Tengo claro que por encima de todo está la obligación de un gobierno nacional de decretar el estado de emergencia cuando estamos ante la mayor tragedia que ha vivido España en décadas. Escudarse ahora en supuestos respetos al poder autonómico es bastante miserable y cobarde. Y el haber tardado tanto por parte de los responsables autonómicos en pedir la ayuda al gobierno central ha sido bastante ingenuo y también peligroso.
Los hombres y mujeres que trabajan en servicios públicos del Estado están dando lo máximo. Como siempre. Me consta el malestar en cuarteles y en comisarías porque no se les haya permitido acudir antes a la zona cero a ayudar. Esas órdenes políticas tendrán que ser explicadas. Es muy probable que en las zonas afectadas se hubiera necesitado desde el primer momento la presencia de militares y de una ley marcial que hubiera impedido el miedo e indefensión que han vivido muchos valencianos en algunas localidades durante dos noches en las que se han producido saqueos de negocios e incluso robos en viviendas.
No falla el estado, no fallan los eficientes hombres y mujeres que trabajan para todos los ciudadanos. Y por supuesto, una vez más, no fallan los españoles. Las riadas de valencianos que han andado decenas de kilómetros con sus picos y palas, con mochilas llenas de alimentos, con bicicletas con bidones de agua, con fregonas o simplemente con su espíritu de ayuda es un peregrinaje de solidaridad que conmueve, emociona y nos da esperanzas de que no todo está perdido. No solo en Valencia. Toda España se moviliza en la ayuda con donativos, comida y todo tipo de material.
No. Ni el Estado, ni los españoles han fallado. Han sido ellos. Otra vez.