THE OBJECTIVE
Ignacio Ruiz-Jarabo

Cagancho en Almagro, Sánchez en Paiporta

«Sánchez vuelve a demostrar lo miserable que puede ser condicionando las ayudas a las víctimas de la DANA a que la oposición dé su apoyo a los Presupuestos»

Opinión
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Cagancho en Almagro, Sánchez en Paiporta

Sánchez en la Comunidad Valenciana.

Hace casi 100 años, el 25 de agosto de 1927, el torero Cagancho se vistió de luces para hacer el paseíllo en la plaza de toros de Almagro acompañando, como es habitual, a los dos compañeros de terna con los que actuaba aquel día. El miedo que le produjo la mirada y la embestida del segundo de sus toros fue tal que Cagancho, presa de un incontenido terror, optó por desaparecer y arropado por su cuadrilla abandonó el ruedo de manera humillante, incumpliendo su deber de acometer la lidia a la que estaba obligado. Salió protegido por varios guardias civiles que le rodearon mientras el público asistente al evento le arrojaba todo tipo de objetos. Desde entonces el vergonzoso episodio protagonizado por el torero permanece en la memoria colectiva y no es infrecuente que cuando alguien realiza una pública demostración de cobardía se le achaque «haber quedado como Cagancho en Almagro». 

En ocasiones los sucesos históricos se repiten en el tiempo y quizás por ello el pasado 2 de noviembre el presidente del Gobierno hizo de Cagancho. Como todo el mundo sabe fue en Paiporta, la denominada zona cero de la trágica DANA que ha golpeado con furia desmedida a la provincia de Valencia y territorios limítrofes. Ese día, Sánchez hizo el paseíllo formando terna con Mazón y con S.M. el Rey Felipe VI y allí se encontró frente a un toro denominado Indignación Popular cuya mirada no fue capaz de aguantar.

Como Cagancho, tampoco Sánchez se atrevió a lidiar el morlaco de casta embravecida que le miraba fijamente y del mismo modo humillante que el torero ya muerto, también Sánchez se negó a pisar el albero optando por retirarse arropado por su cuadrilla mientras los asistentes le arrojaban diversos objetos. Como contraste a semejante signo de cobardía es de justicia reconocer que otro de los diestros actuantes, el Rey de España, sí supo estar a la altura que exigían las circunstancias y cumplió más que decorosamente con la lidia que Sánchez no se atrevió a realizar.

Dado lo sucedido, es de esperar que el recuerdo colectivo cambie de referencia y que, a partir de ahora, cada vez que alguien carezca del valor necesario para cumplir con su deber y abandone cobardemente su obligación tomando las de Villadiego, se le achaque que ha quedado como Sánchez en Paiporta. 

Es necesario recordar los antecedentes que han provocado la fiereza del toro que provocó la espantada de Sánchez. Y es conveniente empezar por referirse a un anuncio televisivo que los telespectadores llevamos soportando varias semanas. En el spot, una auténtica muestra de propaganda ideológica y progubernamental, se afirma que «los impuestos vuelven» dando a entender que aquello que se nos detrae por vía impositiva vuelve a nosotros en forma de ingentes servicios públicos eficazmente prestados por el Gobierno. Me gustaría que fuera posible realizar una encuesta a las víctimas y a los afectados por la DANA en la que pudieran responder si ellos consideran que en los fatídicos días de autos, el de la riada y los inmediatos posteriores, han sentido que «los impuestos vuelven». Que pudieran manifestar si han percibido que el 40% de sus ingresos que anualmente le es detraído por el Fisco han vuelto a ellos en forma de un servicio público eficaz, de prevención primero y paliativo después. 

«Estamos ahora en la fase de la disputa política por ver quien ha sido más ineficaz, la Administración central o la autonómica»

Insistiendo en la cuestión, que declarasen si han visto volver a los impuestos en el estrepitoso fallo de la Aemet, entidad dependiente del Gobierno Sánchez, al prever la intensidad de la lluvia que iba a caer en los territorios afectados. O si han visto que volvieran en la confusa conducta que mantuvo la Confederación Hidrográfica del Júcar el día de las riadas, entidad también dependiente del Gobierno Sánchez, señalada por el Tribunal de Cuentas -como el resto de las confederaciones- por las irregularidades detectadas en su funcionamiento, señalamiento producido inmediatamente antes de la catástrofe como ayer informaba THE OBJECTIVE. 

Sería también oportuno que manifestasen las víctimas si han visto que los impuestos, esos por los que no quitan anualmente el 40% de nuestros ingresos, volvieran a Valencia, a Castilla-La Mancha o a Andalucía en los primeros días siguientes a las riadas cuando a los lugares afectados solo llegaban los medios de comunicación y los voluntarios. 

Con toda seguridad, los valencianos y las demás víctimas de la tragedia responderían que no, que en estos trágicos días ellos no han visto que los impuestos volvieran. Desmontarían así el contenido del spot reseñado, su propaganda ideológica y su escandalosamente descarado gubernamentalismo -perdón por el palabro no recogido por la RAE pero que me atrevo a utilizar por la fuerza descriptiva que incorpora-.

Pasados los primeros días de la tragedia y estando por llegar los que la continuarán, estamos ahora situados en la fase de la disputa política por ver quien ha sido más ineficaz, la Administración central o la autonómica, cuestión en la que unos y otros están jugando una macabra partida de ajedrez en expresión de Pérez Reverte. Lo cierto es que ninguna ha estado a la altura de lo deseable, pero siendo objetivos ha de reconocerse que la mayor culpa recae en aquella que dispone de más recursos. Sin ningún género de dudas, esa es la Administración dirigida por Sánchez, pues considerablemente mayor es su disposición de medios humanos, materiales, financieros y jurídicos.

«Sánchez, emulando a Cagancho, acabó huyendo de Paiporta en un acto de cobardía que pasará a la historia»

Citar estos últimos viene al caso ante la desgraciada frase pronunciada por Sánchez: «Si quieren ayuda, que la pidan», frase ignominiosa que le perseguirá de por vida. Sin duda, pues si él hubiera considerado que los valencianos y demás afectados necesitaban más ayuda que la suministrada por el Gobierno valenciano, en su mano estaba el haber decretado la Emergencia de Interés Nacional o el Estado de Alarma para suministrar así más eficazmente el mayor auxilio posible a los afectados. No lo ha hecho, ni siquiera ha sido capaz Sánchez de convocar un Consejo de Ministros extraordinario para la adopción de las medidas urgentes que resultaban de primera necesidad. En definitiva, el Gobierno Sánchez ha privado a las víctimas de la tragedia de poder ver como volvían sus impuestos en forma de la ayuda perentoria que era precisa ante la hecatombe que sufrieron en los primeros días de la post riada. 

Éstos son los antecedentes con los que se alimentó el toro de nombre Indignación Popular por lo que no es de extrañar la fiereza que desarrolló. Y como suele suceder en todas las situaciones extremas, la excepcionalidad de lo sucedido ha permitido que saliera a la luz la valía de cada cual. Uno, Sánchez, emulando a Cagancho, acabó huyendo de Paiporta en un acto de cobardía que pasará a la historia. Otro, el Rey, tuvo el cuajo que a Sánchez le faltó y fue capaz de aguantar el tipo salvando así la dignidad nacional y la del Estado. 

No contento con la lamentable actuación que ha desarrollado en los últimos días, ayer Sánchez ha vuelto a demostrar lo ilimitadamente miserable que puede llegar a ser. Lo hizo condicionando las ayudas que dice estar dispuesto a dar a las víctimas de la DANA a que la oposición dé su apoyo en el Parlamento a los Presupuestos Generales para 2025 cuya aprobación él no está siendo capaz de lograr. La sociedad debe saber que en absoluto es necesario contar con Presupuestos nuevos para disponer de los fondos que precisan los afectados y, consecuentemente, los españoles debemos ser conscientes de que el chantaje planteado ahora por Sánchez no es sino una muestra más de la malignidad que anida en un político sin escrúpulos y sin conciencia, bañado en perversidad, que está dispuesto a cualquier fechoría con tal de obtener rédito político incluso aunque en este caso pueda ser a costa de poner en peligro la necesaria ayuda a las víctimas de la reciente tragedia. No se puede ser más miserable.

No sé si a Sánchez le llegará a juzgar la justicia humana, pero con toda seguridad si lo hará la historia. Y si hay objetividad, la condena que debe recibir ha de estar a la altura de su indignidad, de su vileza, de su iniquidad y de su depravación. 

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