Criticar a Trump y gobernar como él
«Menos señalar los peligros al otro lado del Atlántico y más atención a los propios. Menos manual de resistencia y más poner la política al servicio de los ciudadanos»
La clara victoria de Donald Trump -sugerida por todos los sondeos, pero bastante más cómoda de lo anticipado— ya está siendo objeto de análisis en muchos medios. Yo me voy a limitar a dos aspectos: lo que esa victoria supone para Europa y lo que nos dice sobre España.
A la Unión Europea esta nueva presidencia de Trump no le coge por sorpresa. Ya experimentó la primera, entre 2016 y 2020, y, por tanto, sabe que el mundo no se va a acabar, que no va a ser el apocalipsis que muchos pronosticaron y vuelven a pronosticar. Con otras políticas, otras tradiciones y otros intereses, EEUU es el principal socio de los europeos. Es imperativo cuidar los vínculos atlánticos y dialogar. Es imprescindible superar la retórica y cooperar.
Marca bien el camino la felicitación del presidente francés Emmanuel Macron: «Enhorabuena, presidente Donald Trump. Listo para trabajar juntos como lo hemos hecho durante los últimos cuatro años. Con sus convicciones y con las mías. Con respeto y ambición. Por una mayor paz y prosperidad». Es seguramente, junto con el de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, el mensaje que mejor afina, que nos sitúa a los europeos ante la necesidad de cooperar con el principal aliado desde la cautela que imponen sus políticas, que pueden chocar con las nuestras, y sus valores, que no siempre compartimos.
Pero no debemos rasgarnos las vestiduras de manera hipócrita. ¿Va a haber un proteccionismo creciente? ¡Pero si ya lo hay! Ha sido el presidente Biden el que ha consolidado el movimiento de aranceles que Trump empezó entre 2016 y 2020. Igual ocurre con la tendencia aislacionista: probablemente se acentuará con Trump, pero Biden no ha tenido tampoco una visión global. ¿Estamos en una época de nacionalismo económico? Sin duda, porque las dos superpotencias, China y EEUU, lo ejercen. ¿Ucrania está ahora más en peligro con Trump? Seguramente, pero es una razón de más para que los europeos extrememos nuestra ayuda y nuestra solidaridad.
Así que el escenario puede ser más complicado, pero no es nuevo.
«Miramos con preocupación al Supremo de EEUU y estamos tan tranquilos con la liquidación de la autonomía de nuestro Constitucional»
En todo caso, el tremendismo está de sobra. Necesitamos hechos, políticas concretas. Y la izquierda necesita reflexionar seriamente sobre el resultado electoral. ¿Cuánto ha perjudicado a la candidata demócrata el activismo de los grupos que tratan de imponer visiones identitarias en la sociedad? Lo que eran tics de la extrema derecha –la tribu, el grupo cerrado que defiende sus intereses, la perversión del lenguaje, la pérdida de contacto con la realidad— han sido apadrinados por un activismo izquierdista woke que ha alejado a muchos trabajadores blancos, a cada vez más latinos, a votantes tradicionales demócratas que no se sienten identificados con la pelea de las identidades. A Kamala Harris le ha perjudicado la asociación inicial con esas posiciones, como despenalizar el cruce ilegal de las fronteras o eliminar los recursos para la policía. Se distanció luego de todo ello, pero el mal estaba hecho en algunos sectores, que han creído que el sentido común demócrata estaba cuestionado. Ha bastado eso para que se hayan abstenido.
Trump es un populista autoritario que ha dicho cosas extravagantes y peligrosas. ¿El único? Ojalá. No tenemos que ir muy lejos para detectar comportamientos similares, querencias autocráticas parecidas. ¿O es que la polarización es ajena a este Gobierno español cuyo presidente reivindicó hace poco más de un año las virtudes de levantar a un muro y separar a medio país del otro medio? ¿O es que no asistimos desde años aquí a una escalada rampante de colonización de las instituciones? Miramos con preocupación al Tribunal Supremo de EEUU y estamos tan tranquilos con las maniobras que han liquidado la autonomía de nuestro Tribunal Constitucional. ¿Y los ataques a jueces y periodistas? ¿Y el último chantaje, el de vincular los presupuestos generales a las ayudas para las zonas afectadas por la catástrofe de la semana pasada?
EE UU lleva tiempo viviendo en el enfrentamiento y la polarización. Los ciudadanos reproducen los enfrentamientos de la clase política, y tienen retos que superarán con dificultades. Pero creo que su sistema y sus instituciones tienen una solidez que empezamos a echar de menos aquí. Para sobrevivir, por ejemplo, un gobierno estadounidense no necesita aliarse con fuerzas políticas que quieren la destrucción del Estado, como ocurre con los independentistas, ni liquidar el sistema democrático abierto con la Transición, como reclama buena parte de la extrema izquierda.
Así que menos estereotipos y más contacto con la realidad. Menos mohínes y más vigilancia sobre la salud de los sistemas de controles y equilibrios. Menos señalar los peligros que hay al otro lado del Atlántico –que los hay—y más atención a los propios. Menos manuales de resistencia y más ganar la confianza de los ciudadanos poniendo la política a su servicio, no sirviéndose de ella para permanecer en el poder a toda costa.