THE OBJECTIVE
Miriam González

El autoengaño de Europa con Trump

«La sorpresa se explica por la tendencia de los europeos, especialmente las clases dirigentes, a autoengañarse sobre la fuerza del populismo»

Opinión
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El autoengaño de Europa con Trump

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. | Brendan McDermid (Reuters)

Trump ha barrido. Lo ha ganado todo. Tiene la mayoría de los estados, el Senado y el voto popular. Si en los próximos días se confirma que gana también el Congreso, tendrá un pleno al cinco. Cuando ganó por primera vez en el 2016, en algunos colegios y universidades americanas instalaron tiendas con psicólogos para que la gente pudiera sobreponerse al shock. En estas elecciones, por el contrario, los estadounidenses han tenido tiempo más que suficiente para hacerse a la idea.

A muchos europeos, no obstante, la victoria de Trump les ha pillado por sorpresa. Ello es consecuencia de que las noticias sobre Estados Unidos nos llegan a Europa primordialmente a través de la prensa demócrata, que es la prensa dominante allí. Pero la sorpresa también se explica por la tendencia de los europeos – especialmente las clases dirigentes- a autoengañarse sobre la fuerza del populismo. Haríamos bien en internalizar al detalle la elección de Trump, porque mucho de lo que le ha ayudado a Trump a conseguir la victoria tiene una traducción directa en el contexto europeo.

Aunque Harris ha cometido pocos fallos durante su campaña, es evidente que no era una buena candidata. Puede consolarse con haber logrado dar una batalla que con Biden estaba perdida desde el inicio. Pero una de las conclusiones más claras de la victoria de Trump es que al populismo no se le gana con candidatos de tercera. De poco vale rasgarnos las vestiduras sobre los muchos puntos negativos de Trump o el que esté condenado judicialmente. La derrota de Harris tiene que servir para darnos cuenta de que los partidos no populistas no pueden permitirse el lujo de no tener a los mejores como candidatos. A los populistas se les permiten licencias que a los demás no se nos permiten. Eso es así y más vale que nos acostumbremos.

Aunque la campaña demócrata, como tal, no ha sido mala, Harris y su partido no han propuesto soluciones para las preocupaciones del estadounidense de a pie. La inflación, el declive del poder americano, el descontrol de la inmigración, la desaparición de la América rural, la crisis de la vivienda y la del fentanilo son las cosas que ocupan la mente de muchos americanos en el día a día.

Es cierto que Trump no tiene soluciones plausibles para ninguno de esos problemas más allá de promesas de fuegos artificiales que seguramente harán más daño que bien. Pero al menos habla de ello y eso se lo han valorado masivamente los electores. Puede que sea injusto que a los demócratas se les exijan soluciones mientras que a los republicanos les basta con hacer ruido, pero es lo que hay. Los populistas, tanto en América como en Europa, pueden ganar simplemente hablando de los problemas. Los demás necesitamos proponer soluciones convincentes.

A Trump le han otorgado la victoria los hombres, en concreto los hombres blancos (59% de apoyo mientras que las mujeres blancas lo han hecho en un 52%) y los hombres latinos (54% frente al 37% de las mujeres latinas). ¡Quien iba a pensar, por cierto, que los latinos, de los que casi no se habla en Estados Unidos, iban a determinar el resultado de las elecciones! Si los hombres han votado tan masivamente a Trump no es solo, como se dice, porque les preocupe más la economía, sino porque tras años de machacona retórica de género por parte de los demócratas, muchos se consideran víctimas de la sociedad y del avance de las mujeres.

Es algo sorprendente, porque en Estados Unidos el sueño de la familia pivota sobre los hombres, es un país liderado por hombres y además es bastante sexista. Pero de nuevo, es lo que hay. Si muchos hombres están perdiendo acceso al mercado de trabajo y se consideran víctimas, no tiene sentido ignorar políticamente ese sentimiento. Ni en Estados Unidos, ni en el contexto europeo.

Como a Europa la victoria de Trump nos ha vuelto a pillar sin hacer los deberes, habrá que ponerse el cinturón porque vienen tiempos política e internacionalmente moviditos. La caída de la coalición alemana es tan solo el comienzo. No obstante, ya se empieza a percibir de nuevo el intento de autoengañarse de los europeos: confiando en que Trump no cumpla las amenazas que ha proferido durante su campaña, o deseando que los cargos que nombre en su administración limiten sus excesos.

En Europa tenemos que dejar de autoengañarnos. Trump tiene una mayoría enorme, lo controla todo y va a actuar sin límites. Es más, lo mejor que nos puede ocurrir ahora es que, a diferencia del 2016, Trump actúe esta vez sin filtros. Sería la única forma de que (como ocurrió con los Brexiteers en el Reino Unido cuando gobernaron con mayoría absoluta) los americanos se diesen cuenta de lo absurdas que son sus políticas populistas. Pero sobre todo sería la única manera de que Europa saliera por fin de su autocomplacencia.

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