La inflación repunta
«Sánchez va a dejar a la economía como un solar con una losa de deuda, habiendo expulsado la inversión productiva y con una inseguridad jurídica enorme»
La inflación en octubre se sitúa en el 1,8% interanual, acelerándose tres décimas, al confirmar el dato definitivo el del indicador adelantado del IPC de octubre. La subyacente también se sitúa en el 2,5% interanual, acelerándose una décima, todavía con resistencia a la baja, y el IPC armonizado con la UE en el 1,8% interanual, que es el homogéneo con el resto de la UE y sobre el que se basa el BCE como indicador de precios. Mensualmente, el IPC crece un 0,6% y la subyacente un 0,4%.
Lo grave es que estos ritmos de crecimiento de inflación, aunque desacelere su incremento, se producen sobre niveles de precios muy elevados alcanzados en los meses anteriores, con lo que sigue mermando el poder adquisitivo de los agentes económicos.
Recordemos que muchos productos han visto aumentar su precio de manera exponencial: así, sobre niveles ya muy elevados, en octubre el precio de los alimentos aumentó un 1,9% interanual; la carne de cerdo, un 1,6%; los aceites, un 3,2%, en una subida exponencial durante muchos meses; los productos lácteos, un 1,1%, doblando su crecimiento, sobre subidas ya importantes de meses previos; las patatas, un 4,4%, con aceleración interanual; el pescado, un 4,3%, dos puntos más que en septiembre. Todo ello, sobre subidas acumuladas ya muy importantes en los últimos meses.
Todo ello, hace que desde que gobierna Sánchez la inflación haya subido un 19,24%, mientras que la subyacente, durante su mandato, lo haya hecho un 17,59%.
Esta contención de la inflación llega muy tarde y ha durado poco, pues vuelve a acelerarse, al haberse producido durante tantos meses una merma en la renta disponible a los agentes económicos, que se empobrecen, especialmente las familias, afrontando, con los ahorros generados durante la pandemia ya gastados, un horizonte muy difícil, en el que la mitad de los españoles tiene dificultades para llegar a fin de mes, mientras el Gobierno los sigue endeudando y asfixiando con impuestos.
«La inflación repunta y el resto de indicadores, donde sí que influye decisivamente la política económica del Gobierno, son malos»
Además, la preocupante evolución del crecimiento económico, basado en el gasto público (que ha expulsado a la inversión, que se encuentra por debajo de los niveles anteriores a la pandemia), ha tensado los precios al alza durante mucho tiempo, con riesgo de rebrote inflacionista para finales de año.
Por otra parte, este descenso de la inflación no se debe al Gobierno, ni al actual ni a ninguno, porque la inflación es un fenómeno monetario y, por tanto, depende de la cantidad de dinero que haya en el sistema. Lo que sí que puede hacer un gobierno, como el de Sánchez, es dificultar la transmisión de la política monetaria incrementando el gasto público, que ha hecho que sea necesaria una mayor intensidad y duración de dicha contracción monetaria, pero no baja gracias al Gobierno, sino que baja a pesar del Gobierno, que con su política de gasto público desmedido introduce elementos que pueden retrasar la adecuada transmisión de la política monetaria, como digo, enquistando el problema y provocando mayores esfuerzos por parte del banco emisor para poder controlarla. Si del Gobierno dependiera el banco central, probablemente tendríamos la moneda devaluada varias veces y la inflación creciendo de manera intensa, porque habrían provocado una expansión monetaria imprimiendo dinero. Afortunadamente, no está en sus manos.
La inflación repunta y el resto de indicadores, donde sí que influye decisivamente la política económica del Gobierno, son malos, pese a su apariencia de corto plazo. Ese trampantojo, sin embargo, esconde un deterioro estructural profundo, con un empobrecimiento de la economía española, tal y como demuestra el PIB per cápita; con un gasto desbordante, de manera que para cubrirlo ya no saben qué más impuesto subir y crear, entre la demagogia, la envidia y la ineficiencia de sus propuestas; con un déficit estructural creciente; y con una deuda exponencial.
Sánchez, el día que se vaya, además de un clima irrespirable de corrupción que asola a todo su entorno profesional y familiar, donde él mismo es llamado «el 1» en las comunicaciones intervenidas, va a dejar a la economía española como un solar, hundida, con difícil recuperación y con una losa de deuda, habiendo expulsado la inversión productiva y con una inseguridad jurídica enorme, que retrae inversiones. El legado económico -además del general- de Sánchez, aunque lo envuelva en el celofán del corto plazo, será catastrófico, pero a él le da igual, porque está instalado en el cortísimo plazo de su conveniencia, comprando cinco minutos más en La Moncloa con los cheques a sus socios a cambio de sus votos. Un horror.