Trump, el aprendiz; Musk, el brujo
«La tecnología acaba de llegar al poder sin haberse aún establecido un pacto entre ella y la democracia. Y lo hace a lo grande declarando que ‘temblará el sistema’»
La presencia de Elon Musk en el futuro gobierno de Trump, o en sus aledaños, significa la entrada de lleno de las nuevas tecnologías en el Estado más poderoso del mundo. Hasta hoy esta presencia no se había producido en ningún país de manera tan representativa e influyente. Y lo hace a lo grande declarando que «temblará el sistema». ¿El sistema se refiere a la propia democracia? Si ya la actividad del hombre más rico del mundo, y ahora ya casi también el más poderoso, fue una interferencia mayúscula durante las elecciones, ¿qué sucederá en el futuro inmediato?
No se le nombra para reorganizar la administración del Estado, eso es un subterfugio, sino para algo mayor y más grande que ni se atreven a contar. ¿Acaso la toma del poder de la democracia más antigua del mundo, que según el mismo Musk ha confesado está moribunda? Incluso la propia humanidad lo está también según las ideas transhumanistas de las cuales es mentor. No se trata de la destrucción de la democracia, sino de su control, manteniendo al menos las más importantes apariencias. Musk es una persona realmente peligrosa, mucho más que el viejo Trump que viene de otro siglo, con formas y maneras mussolinianas ya anticuadas. Musk incluso podría llegar a ser el heredero de su mentor. Sobre este personaje y otros semejantes me referí en mi último libro ¿Qué hacemos con los humanos?
Trump, gran parte de su victoria, se la debe sin duda a la extrema izquierda identitaria alojada desde hacía tiempo entre los demócratas. La candidata la representaba muy bien, por mucho que se hubiera intentado presentar de otra manera en el último momento. La pérdida de la centralidad socialdemócrata los llevó al abismo. Y en ese abismo los estaba esperando Musk, un experto en redes sociales. Los instrumentos que puede manejar este empresario son temibles. El propio Biden llegó a lamentarse de que había serios problemas para regular una tecnología de la que no somos «los propietarios ni los responsables».
La IA puede influir en la toma de decisiones políticas y es una forma de presión. Si Musk se decide a dar este salto utilizándola, debilitará los principios fundamentales y la base del conocimiento sobre los cuales se construyeron nuestras democracias occidentales. Democracias hoy, según él mismo, en el ocaso. La libertad, la igualdad, la fraternidad, el imperio de la ley, la tolerancia y la libertad de expresión no le son muy cercanas a su pensamiento. Musk puede poner en riesgo la democracia liberal y ayudar al avance del autoritarismo. No está solo, tiene a su lado a un grupo de empresarios también tecnológicos muy representativos: Zuckerberg o Sam Altman, entre otros.
La tecnología acaba de llegar al poder sin haberse aún establecido un pacto entre ella y la democracia. Esta última se encuentra en una debilidad extrema. Las tecnologías no son instrumentos neutrales, sino también intentos de cambiar la sociedad. Lo que no se sabe todavía si es para bien o para mal. Los intereses particulares de esta élite económica son inmensos. El mundo al que nos enfrentamos no solo tiene que ver con datos y ordenadores, sino con nuestras esperanzas, ilusiones y sueños colectivos. ¿Con la abrumadora victoria de Trump los EEUU dan un paso hacia un régimen de «despotismo democrático»?
«Kamala Harris coqueteó con una especie de ‘tiranía de las políticas identitarias’, que no estaban llevando a su país por el buen camino»
La democracia, tal como la hemos vivido, es un ideal que no se ha realizado por completo. En La democracia en América, Tocqueville habla de una «tiranía de la mayoría» sin controles, un grupo que se puede volver dominante y oprimir a la minoría. Pero también habla de intereses particulares de los individuos que se antepongan al bien común. Kamala Harris coqueteó con una especie de «tiranía de las políticas identitarias», que no estaban llevando a su país por el buen camino, que alejaron por completo a la gente de centro y que ahora las estamos padeciendo aquí con los grupos de extrema izquierda del Parlamento.
Lo que se ha venido a denominar como woke. Aquello que propicia de manera preferente a muchos tipos de grupos distintos, incluidos (entre otros) los basados en la raza, el género, la religión, la orientación sexual y la discapacidad. Todo ello producto de un rico conjunto de influencias intelectuales «progresistas» como el posmodernismo, el poscolonialismo, la ideología de género y la teoría crítica de la raza. Lean ustedes el libro de Yascha Mounk, La trampa identitaria. También los de Mark Coeckelbergh sobre las relaciones ético-filosóficas y políticas del mundo tecnológico. Este último autor comenta un grave suceso que aconteció en el año 2018.
En ese año, se conoció que la empresa consultora Cambridge Analytica, había recogido más de 50 millones de perfiles de votantes para influir en las elecciones de EEUU. Trabajó para Trump, dirigida por Steve Bannon, por aquel entonces el principal consejero de Trump. Todos estos datos habían sido robados y usados. Esto se denominó «microtargeting con big data e IA». Trump ya llevaba dos años en la presidencia. La misma consultora fue utilizada para el Brexit. La libertad es la esencia de la democracia. Por eso, su manipulación es antidemocrática, va contra los principios fundamentales de las revoluciones francesa y norteamericana. Esto, para Musk, es un juego de niños. Su espeleología política y social va mucho más allá.
Popper insistió en lo que ya está pasando desde hace varias décadas. La democracia, si es completamente tolerante, y en esencia es así, otorga libertad a los intolerantes para destruirla. La IA utilizada como arma de guerra política contra los adversarios manipula al individuo, lo hace vulnerable, lo vigila y puede hasta inventarse motivos para su detención. Lo más peligroso es el algoritmo de reconocimiento facial.
«Con Musk en el gobierno norteamericano la IA ya ha llegado al poder»
El uso público de la razón y la libre expresión de la opinión en la esfera pública están siendo sustituidos por la individualización de la opinión pública y la extracción tecnológica de datos. La opinión pública se está convirtiendo en una colección de opiniones particulares que, transformadas en datos, pueden usarse para manipular a los ciudadanos. Así se evitan discusiones y deliberaciones. Musk, ¿llevará a cabo la sustitución del viejo régimen «agotado» por un «totalitarismo tecnológico»? ¿Iniciará el proceso de cambio del individuo por una «ciudadanía cibernética»? ¿Cuál será el papel de sus propios robots? Con Musk en el gobierno norteamericano, la IA ya ha llegado al poder.
El Parlamento Europeo demostró que durante la pandemia «los gobiernos usaron nuevas medidas de vigilancia y reemplazaron el juicio humano por la toma de decisiones algorítmicas». La IA puede contribuir a la no transparencia y a la automatización de decisiones saltándose las reglas democráticas. Todavía, y quizás ya sea tarde, las constituciones no han recogido el control político del poder tecnológico. Por ejemplo, a través de un tribunal especializado. Pero es que el poder tecnológico con Musk ya se ha fundido con el puramente político. A través de Facebook o Twitter/X, Zuckerberg y Musk deciden ya desde hace tiempo qué información y qué opiniones acceden a la esfera pública. Eso es inaceptable en una democracia.
Con Musk en el poder, ¿cómo podemos asegurarnos de que las tecnologías serán desarrolladas teniendo en cuenta el bien común o bien en beneficio de unos pocos interesados? La clase dominante intenta habitualmente hacer pasar sus intereses como los de la mayoría de la sociedad. El bien común tampoco se puede imponer sobre las libertades y derechos individuales. Con Trump en la Casa Blanca se abre un período nuevo de incertidumbres. Pero no serán las viejas, y ya conocidas, de toda la vida. Los algoritmos, la robótica antropomorfa, la IA, las impresoras 3D, el metaverso, los implantes, las prótesis, los chips, la clonación, la crionización, la ingeniería genética y un sinfín de más cosas invadirán nuestro presente. Estamos ya en la coevolución. El ser humano compartirá cada vez más su vida con la vida de estos objetos y seres todavía sin calificar jurídicamente.
Harari habla de un Homo Deus unido a las máquinas: más inteligente, más fuerte e inmortal. Hay que repasar las declaraciones que Musk ha realizado en estos últimos años. En una de ellas daba por agotado el capitalismo humano frente al tecnológico. Y además, comparte la opinión de que los seres humanos venimos al mundo con grandes defectos de fábrica. Defectos que la tecnología, manejada por él y otros como él, se encargará de arreglar. Evidentemente, este megaempresario (si no acaba antes a tortazo limpio con Trump) en cuatro años no va a poder llevar a cabo semejante obra de ingeniería humana, pero de momento ahí está. Y hay que recordar que el mal es mucho más poderoso que el bien y, por supuesto, más inteligente. Hoy, Trump es un vulgar aprendiz de brujo a merced del Gran Maestre Munk.