THE OBJECTIVE
Jorge Vilches

Es nuestro corrupto

«Si las urnas y la vía institucional, como una moción de censura, están bloqueadas para castigar la corrupción sanchista, solo nos queda la acción de los jueces»

Opinión
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Es nuestro corrupto

Ilustración de Alejandra Svriz.

La degradación de la vida política ha llegado al punto de que una trama de corrupción que se extiende hasta el presidente del Gobierno no afecta a las instituciones ni al voto. Es cierto que entremedias actúa de forma sincronizada la prensa sanchista para ofrecer un relato calmante al electorado de izquierdas. Sin embargo, en las dos grandes crisis por corrupción que ha pasado la democracia, la socialista a comienzos de los 90 y la popular que llegó a la etapa de Rajoy, se saldaron con un rechazo institucional y una movilización ciudadana. 

Hoy eso es imposible. Sánchez sigue fuerte entre sus votantes, continúa con mayoría en el Congreso y nadie se moviliza de cara a las urnas. No habrá moción de censura, como en 2018, ni veremos manifestaciones multitudinarias a las puertas de la sede del PSOE. Esto a pesar de que las revelaciones de Aldama son más contundentes que las realizadas en su día por Bárcenas sobre el PP. Y no olvidemos que si Aldama está en libertad es porque el juez Pedraz, que se puede contar entre los «progresistas», ha visto respaldo a sus declaraciones.

El caso, decía, es que ahora la corrupción del Gobierno de Sánchez y del PSOE no verá castigo político. En los estudios sociológicos más recientes esta impunidad se achaca a tres factores: la supuesta falta de credibilidad de la fuente denunciante, la cegadora y ensordecedora identidad ideológica, y que la alternativa política no esté limpia de corrupción. Esto explica la estrategia del sanchismo en el caso Begoña Gómez y frente a las acusaciones de Víctor de Aldama. 

Lo primero que hicieron el PSOE y sus terminales mediáticas fue desacreditar a las fuentes de la denuncia. El objetivo ha sido siempre que el mensaje no fuera creíble porque se negaba la autoridad del emisor. De ahí vienen los argumentarios sobre las fake news, los pseudo medios, los bulos y la máquina del fango. Para dar verosimilitud a esta burda estrategia se inventaron un Plan de Acción por la Democracia como si fuera una necesidad de Estado, no una urgencia personal de Sánchez, de su esposa, o de su Gobierno. 

A esto añadieron la acusación de que quien había presentado las denuncias en el juzgado eran «asociaciones ultraderechistas». Para un votante de izquierdas este tipo de emisor carece, no de credibilidad, sino casi de condición humana y de derecho a estar en la vida pública. Si esta descalificación colaba, se evitarían los efectos negativos de la investigación judicial del juez Peinado, al que también se insultó. 

«Un elector no deja de votar a un corrupto para votar a otro. Eso lo sabe el PSOE, y por eso recuerda los casos de corrupción del PP»

Luego está la cuestión de la identidad ideológica. Circulan en X unos vídeos de seguidoras de Sánchez (Charos las llaman) negando cualquier cosa negativa que tenga que ver con su amado líder. Esas personas son fanáticas, y el fanatismo ciega e impugna toda crítica o denuncia. Para llegar a este punto de ebullición en el electorado hay que calentarlo con mucha demagogia, sentimentalismo, y una buena dosis de populismo. En esto el PSOE de Sánchez es un maestro. Solo se dedican a fabricar relatos. Esa es su idea de gobernar: ganarse al votante con un cuento, no con una gestión. El sanchismo blindó a su electorado con una mano de ideología impermeable a la corrupción. De ahí la polarización irracional que vivimos. 

El último factor para que los comportamientos delictivos de los políticos de un partido no sean castigados en las instituciones y en las urnas, es que la alternativa, en este caso el PP, no esté limpio. El votante indignado con el PSOE podría quedarse en casa el día de las elecciones o votar a los populares para castigar a los suyos, sino fuera porque el PP tiene «lo suyo» muy reciente. Un elector no deja de votar a un corrupto para votar a otro. Eso lo sabe el PSOE, y por eso insiste en recordar los casos de corrupción de los populares. Incluso la declaración de Eduardo Madina diciendo que Aldama tiene la misma credibilidad de Bárcenas sirve para impedir ese voto de castigo al PSOE. El objetivo es que el ciudadano piense: «Es corrupto, vale, pero es nuestro corrupto». 

La presencia de una alternativa limpia funcionó para votar al PP de Aznar contra el PSOE de Felipe González. También le sirvió a Ciudadanos contra el PP, y a Sánchez en 2018 contra Rajoy porque entonces no se le conocía, el partido socialista parecía haber dejado atrás la corrupción nacional, y orillaron la ocurrida en Andalucía. Es más, el efecto negativo de lo corrupto lo absorbió entero Susana Díaz, líder del PSOE andaluz que, a pesar de recibir el apoyo de los dirigentes, fue rechazada por la militancia en las primarias de 2017. La elección de Sánchez, en suma, pareció traer nuevos aires al socialismo, lo que le permitió parecer ajeno a la corrupción de su partido y eso le benefició frente a Rajoy. 

En suma: si las urnas y la vía institucional, como una moción de censura, están bloqueadas para castigar la corrupción sanchista, solo nos queda la acción de los jueces. Al final, como en los peores momentos históricos de cualquier democracia, es la justicia la que juega el papel principal cuando el resto falla. Veremos si está a la altura o si el sistema está echado a perder. 

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