El aplauso
«La política de Sánchez ha puesto en evidencia la necesidad de una ley de partidos que exija formas que impidan que este populismo invada toda la acción política»
El pasado fin de semana se celebró en Sevilla el 41 congreso del PSOE, que se concretó en una sola cosa: los aplausos a Pedro Sánchez. Es posible que él esté arrepentido de haber elegido estas fechas para convocar el congreso. Quizá tomó la decisión sin prever la concatenación de circunstancias adversas que hoy se ciernen sobre la organización que dirige y sobre el Gobierno que preside. Por eso es probable que esa aclamación resulte fallida.
Pedro Sánchez tenía un año para fijar la fecha del congreso y eligió la más temprana. Ninguna de las interpretaciones de esa decisión -ni siquiera las fabricadas por la propagada oficialista- remite a las necesidades de España. Las versiones más generosas aludían al deseo de fijar en piedra, como doctrina oficial, la huida ya consumada desde la socialdemocracia al ideario y al vocabulario de los populismos. Pero, a la vez, ha puesto de manifiesto unas consecuencias nefastas para la salud de la democracia española y que, bajo unas siglas centenarias, se pretende justificar exclusivamente en que «el enemigo» no gobierne.
Este congreso ha pretendido, fundamentalmente, enfrentarse a lo que pueda ir saliendo cada día en una agenda de Gobierno que estará marcada por posibles casos de corrupción, declaraciones explosivas y acciones judiciales.
Demos un pequeño paso atrás. Parece evidente que la mayor parte de los miembros de este partido creen que es normal, lógico y razonable que su partido político, que pierde las elecciones, pacte la investidura en el extranjero, con una persona fugada de la Justicia española. Es imposible pensar que algo parecido pasara en Francia, Alemania, Reino Unido o, incluso, Italia… pero aquí parece que somos diferentes.
«Es preciso eliminar el sistema de primarias, que lo único que trae consigo es el caudillismo»
Yo creo que los hombres y mujeres que protagonizamos la política del PSOE tras el año 1977 no merecemos que nuestra labor sucumba por la ambición desenfrenada de una persona que se ha adueñado del PSOE y que lo ha convertido en un aparato para satisfacer sus ambiciones personales. La política de Sánchez ha puesto en evidencia la necesidad de una ley de partidos que exija formas y maneras que impidan que este populismo invada toda la acción política. Es preciso eliminar el sistema de primarias, que lo único que trae consigo es el caudillismo. También es preciso un sistema electoral a nivel nacional que facilite el juego democrático y exija planteamientos políticos claros. Así, por ejemplo, apoyar un cambio en la financiación de las comunidades autónomas exigiría una discusión seria y templada, y no una decisión ambigua que da la razón a todos y a ninguno, como ha sucedido en este congreso.
En esa ley de partidos se debería exigir que quienes ocupen cargos de diputados, senadores o alcaldes hayan tributado a la Seguridad Social fuera de la política antes de acceder a esos cargos. ¿Cómo pueden representar a los españoles quienes no han trabajado jamás fuera de la política?
Parece evidente que cuando Sánchez desaparezca será necesario un acuerdo PP-PSOE para, al menos, cambiar dos cosas: la Ley Electoral, que hoy favorece a los separatistas, y una ley de partidos que abra éstos a una sociedad que hoy está cada vez más alejada de la política.