THE OBJECTIVE
Ignacio Vidal-Folch

¿Por qué no dejáis en paz a la gente?

«Que el PP haya avalado la celebración en el Senado del simposio de la Red Política de Valores me confirma en mi previsión de que Sánchez acabará su legislatura»

Opinión
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¿Por qué no dejáis en paz a la gente?

Activistas de Femen protestando durante el simposio de la Red Política de Valores celebrado el pasado 19 de noviembre. | Diego Radamés (Europa Press)

Usted, cuando está solo en casa, a oscuras, tumbado en la cama, ¿se pregunta si los homosexuales tienen derecho a circular libremente por el territorio nacional, o si, por el contrario, deberían estar en la cárcel, como, por ejemplo, en Guinea? ¿De verdad se pregunta si a su vecino le asiste el derecho a la eutanasia o si irse de este mundo como Hugo Claus es algo sacrílego y perverso? ¿Le preocupa de verdad si el óvulo fecundado ya es portador de una preciosa vida, con sus derechos —y supongo, sus deberes—, y si esa vida hay que protegerla desde la fecundación hasta que Dios, en su infinita misericordia, quiera llevárselo a uno de este valle de lágrimas?

Usted, cuando está de noche en casa, tumbado en la cama, repasando los acontecimientos del día y los problemas que tendrá que afrontar al día siguiente, esos problemas que a lo mejor le atormentan, como a muchos de sus semejantes, ¿se pregunta si hay una conspiración mundial contra la institución de la familia y del matrimonio monógamo? ¿O es otra clase de dilemas los que le desvelan?

Se ha celebrado nada menos que en el Senado, y presidido por el señor Mayor Oreja —que, dicho sea de paso, fue un buen ministro de Interior, y que merece respeto por lo que tuvo que sufrir cuando ETA mataba a todos sus colaboradores y amigos, pero que obviamente está envejeciendo mal—, un cónclave de la entidad llamada Red Pública de Valores «en defensa de la vida» —o sea, contra el derecho al aborto, contra la tolerancia con la homosexualidad, contra el derecho a la eutanasia (que felizmente está reconocido en España).

En realidad, yo creo que era un simposio contra los derechos humanos, y personalmente no me hubiera interesado conversar con ninguno de sus participantes que tan profundas convicciones albergan en sus almas, pues subscribo el aforismo de Pessoa: «Sólo tienen profundas convicciones las personas superficiales». El simposio hubiera debido celebrarse, si acaso, en un bar de esos de cáscaras de gambas y billetes de loto por el suelo, con la tele encendida pasando partidos de fútbol, Roncero gritando gooool y un borracho en la esquina mascullando palabrotas. No, desde luego, en sede de la representación popular. No hay tanta carencia de espacios públicos y privados en Madrid ni en ninguna gran ciudad de España como para que el Senado tenga que amparar semejante reunión de «defensores de la vida». 

¿Por qué no dejáis en paz a la gente?… ¿Para qué llevasteis a la chiflada guineana al Senado? ¿A esto le llamáis «guerra cultural»? En cuanto a la homosexualidad, varios de mis mejores amigos son homosexuales y me parece estupendo, pues me parece que lo importante y lo que todos buscamos no es el género, sino el amor, y estoy de acuerdo con san Agustín cuando dice «Ama, y haz lo que quieras».

«No me gustan los periodistas que husmean en las alcobas a ver si Fulano o Mengano ha sido tierno o bruto con su pareja sexual»

Personalmente me dan vergüenza ajena esos exaltados que, convencidos de que Dios les ha encomendado una misión redentora, se plantan ante las clínicas donde se practican abortos y tratan de convencer a las pacientes, que bastante mal trago pasan ya, de que reconsideren su actitud, de que están cometiendo un asesinato, de que Dios las desaprueba. Hombre, ya. Por más profundas que sean las convicciones de esa gente sobre «el derecho a la vida», su actitud es un abuso y, peor aún, denota muy mal gusto. Mala educación.

¿Por qué no dejáis en paz a la gente? Me fastidian enormemente los animalistas que se embadurnan de pintura roja a la puerta de las plazas de toros y llaman «asesinos» a los toreros que van en íntima soledad a enfrentarse nada menos que al arte y a la muerte. No me gustan nada los periodistas que husmean en las alcobas a ver si Fulano o Mengano ha sido tierno o bruto con su pareja sexual. ¿Por qué no dejáis en paz a la gente? 

Para el 31 de enero se prevé otro debate en el Senado sobre los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. ¡Está el mundo en vilo, esperando las conclusiones! ¡Quizá salga de ahí un manifiesto!… Luego salen voces lamentando el desapego de la gente a la política. Ya tarda un debate en el Senado sobre «La masturbación, ¿derecho o vicio?», con ponencias sobre si el derrame de semen fuera de una vagina es lícito o, por el contrario, un acto de egoísmo censurable, pues ya en cada espermatozoide está implícita la posibilidad de un precioso nasciturus. Sobre este tema de vital interés, por cierto, tiene en El libro de Manuel las páginas más estúpidas que escribió jamás Cortázar, gran escritor obnubilado por sus fantasías revolucionarias.

Que el PP haya avalado la celebración en la Cámara alta del simposio de la Red Política de Valores me confirma en mi previsión —pero no apostaría, quede claro— de que Pedro Sánchez acabará su legislatura, y quizá disfrutará de otra en la Moncloa. Pero no pienso en eso por la noche. En la cama, cuando cierro los ojos, pienso cosas parecidas a las que tú piensas, y entre los fosfenos de colores destellantes busco los espectros de los grandes escritores y de las buenas personas que no pasaron por este mundo predicando sus profundas convicciones pero que vinieron a traernos, en la medida de sus posibilidades, belleza, entendimiento y tolerancia. 

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