THE OBJECTIVE
Pablo de Lora

Ciencia Q+

«Ante este panorama, algo ‘queer’, más que ‘queer’, ‘queer+’, es consolador saber que el Gobierno haya resuelto la primera convocatoria de asesores científicos»

Opinión
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Ciencia Q+

Aprobación de la ley trans.

Ha causado sensación, desasosiego e indignación que el exministro Jaime Mayor Oreja dijera en el Senado que los científicos están cada vez más persuadidos de la verdad de la creación y no así de la evolución. Lo hizo en el marco de una Cumbre Transatlántica para la libertad y la cultura de la vida en la que, para escarnio de muchos, se osó criticar el aborto, la eutanasia, la ideología lgtb y defender a la familia tradicional formada por padre y madre, los valores de la maternidad, la necesidad de que aumente la reproducción ante el invierno demográfico y la religión y tradición cristianas.

El escándalo por las palabras de Mayor Oreja casi ha coincidido con las conclusiones de un Congreso del PSOE marcado por el asentimiento, un cónclave en el que se vio casi en primera fila, en la retaguardia del presidente y su esposa, al conocido como Padre Ángel. Y uno no puede evitar preguntarse: ¿en qué cree ese Padre tan aclamado? ¿Es darwinista o neodarwinista? ¿Está más con la teoría del equilibrio puntuado de Stephen Jay Gould o con Brian Charlesworth?

¿Y el Papa? al que visita y venera Yolanda Díaz (le ha descrito como «uno de los mejores embajadores del empleo decente en el mundo» con el que «…comparte la defensa de un mundo que priorice la lucha contra el cambio climático» según el resumen de prensa de Moncloa 2 de febrero de 2024); «Su Santidad», como así le denominó con respeto profundo la vicepresidenta Díaz en su primer encuentro «emocionante» allá por diciembre de 2021, ese «Sumo Pontífice» que resulta elegido en un cónclave que es expresión máxima del patriarcado procesal en una institución sustantiva e insuperablemente patriarcal, ¿en qué cree?

¿Han leído Yolanda Díaz o el Padre Ángel la exhortación apostólica Evangelii Gaudium del Santo Padre Francisco de 24 de noviembre de 2013? Va un extracto que vale la pena recuperar y leer con detenimiento a pesar de su extensión: «Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana en orden a hacer con ellos lo que se quiera, quitándoles la vida y promoviendo legislaciones para que nadie pueda impedirlo… esta defensa de la vida por nacer está íntimamente ligada a la defensa de cualquier derecho humano. Supone la convicción de que un ser humano es siempre sagrado e inviolable, en cualquier situación y en cada etapa de su desarrollo. Es un fin en sí mismo… Si esta convicción cae, no quedan fundamentos sólidos y permanentes para defender los derechos humanos… Precisamente porque es una cuestión que hace a la coherencia interna de nuestro mensaje sobre el valor de la persona humana, no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura sobre esta cuestión. Quiero ser completamente honesto al respecto. Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o ‘modernizaciones’. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana…» (parágrafos 213 y 214).

¿Están de acuerdo el Padre Ángel y la vicepresidenta Yolanda Díaz? ¿Y la ministra de Sanidad? ¿Ha leído esta exhortación Mónica García? Y es que, a finales de septiembre de 2021, siendo líder de Más Madrid, recomendaba a Ayuso que aprendiera del Papa, que es «empático», y que leyera la Encíclica Fratelli Tutti de 2020. A propósito del encuentro en el Senado la semana pasada la ministra Mónica García ha afirmado que allí se propagaban ideas «exquisitamente medievales», y que los intervinientes formaban un elenco que iba del «Paleolítico superior hasta la Edad Media bien avanzada». ¿Dónde situaría la ministra al Papa y al Padre Ángel?

«Cunde el arrepentimiento en las filas del PSOE cuyo representante del ‘colectivo’ viene a decir que donde dijeron Diego dijeron ‘Diegue’»

Como decía, la cumbre de la ultrafachosfera en el Senado ha sido prácticamente coincidente con el 41 Congreso Federal del PSOE, un encuentro en el que apenas ha habido discrepancias: una congresista tildada de «veterana militante de Izquierda Socialista» (probablemente ni se acuerden de esta corriente liderada por Antonio García Santesmases porque es como del Pleistoceno también) solicitaba quejosa que, por aplicación de algún artículo de los Estatutos, fuera debatida y juzgada la gestión de la Comisión Ejecutiva. «Quedará constancia de tu intervención» le replicó el moderador Juan Espadas. Mayor éxito ha tenido, en cambio, la reivindicación de las llamadas «feministas clásicas» para eliminar la Q y el signo + del acrónimo LGTBI.

El asunto debe ser revolucionario porque desde prácticamente el día siguiente se ha censurado esta revisión ideológica y programática. Y cunde el arrepentimiento incluso en las filas del propio Partido Socialista cuyo representante del «colectivo» viene a decir que donde dijeron Diego dijeron Diegue. Un conocido entretenedor de nombre Bob Pop ha recalcado que: «Q+ es una forma muy bonita de incorporar, aceptar y visualizar a todo el mundo», añadiendo que, mediante la eliminación del Q+, el PSOE torna en un partido LGTBIQ+fóbico revelando lo rancio de su feminismo. «Más (letras) tenía que tener para que hubiera espacio para todo el mundo, porque es un lugar de lucha y refugio», ha remachado Bob Pop.

Más contundente si cabe, la exministra de Igualdad y ahora eurodiputada y tertuliana Irene Montero ha afirmado que con la eliminación del Q+ y la vuelta a la segregación por sexo biológico en el deporte profesional, el PSOE no termina de admitir que hay personas no-binarias; que las mujeres trans son mujeres; que las mujeres con pene son mujeres y que sus derechos humanos peligran desde la decisión de eliminar la Q y la +. Señalar, nos dice la exministra, eurodiputada y tertuliana, que las personas trans tuvieron un sexo biológico al nacer, que todos lo tenemos en puridad, y que, cabe suponer, además podemos llegar a entender su función desde el punto de vista de la teoría de la evolución de Darwin, todo ello es transfobia. ¿Qué opinará Mónica García, anestesista de profesión?

«Entre esos 22 asesores no predominan los científicos ‘duros’, sino los economistas, politólogos, psicólogos, sociólogos…»

Así que, ante este panorama, algo queer, más que queer, queer+, es consolador saber que el Gobierno, a través de la Oficina Nacional de Asesoramiento Científico, ha resuelto la primera convocatoria de asesores científicos ministeriales con los que mejorar el diseño de políticas públicas. El acto de presentación contó con un mago y una neurocientífica que ilustraban al auditorio sobre cómo los ilusionistas lograban engañar al cerebro, distraernos. En primera fila escuchaban muy atentos el jefe de gabinete del presidente del Gobierno, Diego Rubio, autor de una tesis doctoral sobre la «ética del engaño» y el propio presidente del Gobierno, experto también en la materia, que se mostró ilusionado e ilusionante al señalar la importancia de «la ciencia», que, entre otras cosas, nos muestra cuál es nuestra naturaleza, y nos permite combatir tanto a los partidos políticos e influencers que niegan el cambio climático como a nuestros sesgos de ciudadanos inundados por bulo y fango.

En esa primera remesa de 22 científicos asesores no predominan los científicos, por así decirlo, «duros», sino los economistas, politólogos, psicólogos, juristas y psico-pedagogos. Pero sobre todo destaca la abundancia de sociólogos (6). Por ejemplo, la profesora Águeda Gómez Suárez, que será adscrita al Ministerio de Igualdad. Es autora, entre otras obras de referencia, de El putero español (2015), libro que tal vez haya estado en la trastienda de la iniciativa que también se ha debatido en el 41 Congreso del PSOE de expulsar a los militantes que hayan recurrido al sexo de pago. No tengo noticia, les confieso, de en qué ha quedado la cosa.

El Q+ ha decaído, pero al menos la ciencia queda garantizada.

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