THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

Sánchez y cierra España

«En el PSOE el que duda termina mal. La cabeza de Juan Lobato sigue pinchada en Ferraz como un aviso para que todos sepan lo que les espera a los discrepantes»

Opinión
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Sánchez y cierra España

Ilustración de Alejandra Svriz

Es difícil para un ciudadano de un país democrático entender la situación de desgobierno que vive España, cuya actividad política real se centra ahora única y exclusivamente, más allá de palabrería y trompetería oficial, en dos objetivos prioritarios por encima de cualquier otra situación. 

El primero ya es conocido de los últimos años. Conseguir, a costa de lo que sea, los votos necesarios de los socios para aprobar los Presupuestos Generales y aguantar así en el poder hasta el final de la legislatura en 2027. El segundo objetivo, más complejo, destructivo y peligroso, es defenderse de los escándalos por corrupción que abren al Gobierno, y sobre todo a su presidente, continuas brechas en sus líneas defensivas. Meses y hasta años llevan las portadas de los diarios o los arranques de los informativos de radio y televisión, abriendo todos los días con algún nuevo dato de las informaciones e investigaciones sobre los casos familiares, de partido o de gobierno que salpican y manchan todo.

Con una esposa, un hermano, una ex mano derecha en el partido y en el Gobierno, un fiscal general del Estado, y cada día nuevos nombres de ministros y antiguos presidentes autonómicos, la lista de protagonistas crece y crece. Uno solo de esos casos, uno solo, en cualquier país democrático de nuestro entorno, hubiera bastado para una sucesión de ceses, dimisiones o al menos explicaciones. Aquí no. Aquí son bulos, fango, y obra de la extrema derecha.

Dar explicaciones o asumir responsabilidades políticas o éticas en España no se lleva y en este Gobierno sería además visto como una debilidad. La ley del silencio opera en el partido desde hace tiempo. Antes, en el PSOE el que se movía no salía en la foto. Ahora, en el PSOE el que critica o duda termina mal. La cabeza de Juan Lobato sigue pinchada en la sede de Ferraz como un aviso para que todos sepan lo que les espera a los discrepantes.

Uno se cansa ya de calificar de norcoreano al espíritu y estilo impuesto en el PSOE por el líder autócrata que ha destrozado y hecho olvidar cualquier deseo de discusión democrática interna. Hemos visto un congreso socialista en el que por primera vez en la historia del partido la dirección no ha rendido cuentas de su gestión ni ha permitido tampoco que sus militantes opinaran. Es más, en vez de preguntar y cuestionar se produjo la vergonzante escena de la ovación recibida por la esposa del amado líder, investigada por corrupción y tráfico de influencias, en un paseo preparado entre militantes entusiastas e histéricos a los que solo faltó desmayarse como si vieran a una estrella del futbol o de la música. Una coreografía que mostró solidaridad, no con los pobres ni con los parias del mundo, sino con la esposa del líder. 

«Por primera vez desde que volvió la democracia a España, el PSOE ha dejado de celebrar las ruedas de prensa posteriores a las reuniones de la ejecutiva»

Más vergonzante es comprobar como el segundo partido socialista más antiguo de Europa (el primero sigue siendo de momento el alemán) es ahora una máquina paralizada por el miedo a la represalia y, a la vez, dopada por la capacidad de repartir cargos públicos en los más sumisos. Esos «nuevos socialistas» que son capaces de apoyar proyectos de financiación que rompen la solidaridad y perjudican a los ciudadanos de sus propias regiones, aunque sean más pobres, en beneficio siempre del poder del líder. Ni una voz disonante, ni siquiera ya pensante, con los casos de corrupción que rodean y se estrechan cada vez más sobre el líder. Es tal el miedo en la estructura y militancia del partido a la ley del silencio impuesta desde arriba que también, por primera vez desde que volvió la democracia a España, el PSOE ha dejado de celebrar las ruedas de prensa posteriores a las reuniones de la ejecutiva.

No gustan las preguntas libres de los periodistas libres en Ferraz. Tampoco sus propias respuestas. Se temen porque la gente tiene la manía de no olvidarlas y muchas de esas respuestas, ya fueran a las preguntas sobre la ley de amnistía, o sobre acuerdos con los socios independentistas o sobre los múltiples escándalos, se vuelven como un bumerán contra esos portavoces del partido que son capaces, por ejemplo, de negar la presencia del comisionista Víctor de Aldama en la sede de Ferraz. Al final siempre hay un whatsapp, un correo electrónico o una foto que deja en evidencia esos bulos lanzados por la máquina de la Moncloa.

Todos en el partido y en el Gobierno saben la máxima del líder para el que la permanencia en el poder lo justifica todo. Mentiras, bulos y fangos. Lo que sea. Si hay que volver a humillarse y volar a Suiza para hablar con un prófugo de la justicia, se va. Si hay que prometer el traspaso de la gestión integral de los inmigrantes para la Generalitat, se promete. Si hay que jurar a ERC que a Cataluña se le condonará gran parte de la multimillonaria deuda y se le concederá una agencia tributaria propia y una sobre financiación singular, o que se mantendrá el principio de ordinalidad, que vulnera los principios básicos de la solidaridad y del socialismo, pues se jura. 

En España hace tiempo que el Gobierno pierde proyecto tras proyecto en el Congreso. Y, sin embargo, siguen alardeando de una «mayoría progresista», donde PNV y Junts les han recordado con la vara de los votos que su verdadera naturaleza ideológica reaparece cuando no se les concede lo que piden. Son incluso más cínicos. En función de lo que pillan pueden ser conservadores, centristas o progresistas. Han conseguido romper la caja única de la seguridad social o llevar a los presos etarras al País Vasco para que disfruten de todos los beneficios posibles. Pero cuando se toca su bolsillo sacan el hacha.

Cierto es que desde Moncloa les han toreado en muchas ocasiones. Puigdemont sigue en Bélgica y hasta que la ley de amnistía no llegue al Tribunal Constitucional de Conde-Pumpido tendrá que seguir allí. Están tan escarmentados de las promesas dilatadas en el tiempo que ahora exigen una moción de confianza al líder. 

Pero el líder no está para juegos. No se fía de Junts, ni de que una posible moción no fuera explosionada por alguna otra exclusiva de algún nuevo escándalo. El líder sabe que ni la justicia ni la prensa van a dejar de hacer su trabajo: investigar e informar sobre la corrupción. Y por el otro lado Podemos exigiendo aquello que suponga más daño a Sumar.

El líder está rodeado. Muy rodeado. Su Gobierno no gobierna, solo se defiende de escándalos y pierde ley tras ley. Solo se le ha ocurrido volver a sacar el cadáver de Franco y decirles a los suyos que al grito de «Sánchez y cierra España» se agrupen para defenderse delo que considera, como hacía Franco, de un auténtico contubernio de prensa, jueces y oposición. Y lo peor es que es capaz de cerrar España con tal de seguir en el poder.

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