THE OBJECTIVE
Gloria Lomana

El riesgo de la irrelevancia

«Cerebros de millones de humanos galopando al son de las bobadas de las redes sociales sin percatarse de que los oleajes están subvencionados por las élites»

Opinión
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El riesgo de la irrelevancia

Una persona utilizando su teléfono móvil. | Archivo

En teoría -dice el politólogo Yuval Noah Harari en su última obra, 21 lecciones para el siglo XXI-, cualquiera puede intervenir en el debate acerca del futuro de la humanidad. Sin embargo, la fusión de la ‘infotecnología’ y la biotecnología podría hacer que muy pronto miles de millones de humanos quedaran fuera del mercado de trabajo lo que, socialmente, socavaría tanto la libertad como la igualdad de estos individuos. El argumento es simple: «los algoritmos de macrodatos pueden crear dictaduras digitales en las que todo el poder esté concentrado en las manos de una élite minúscula al tiempo que la mayor parte de la gente padezca no ya explotación, sino algo muchísimo peor: irrelevancia».

Sobre este último riesgo, la concentración del poder de internet y las redes sociales en muy pocas manos, se ha escrito mucho en referencia al devenir del año 2025 con la llegada de Donald Trump a la presidencia de los Estados Unidos. Hablamos de la mayor potencia mundial con enorme impacto en nuestras vidas, en que se va a crear un ministerio de Eficiencia Gubernamental cuyo titular será Elon Musk, el hombre más rico del mundo, dueño de la red social X. No sabemos cuántas serán las tareas inconfesadas e inconfesables que acometerá; lo que conocemos es que Trump espera de él que encabece el movimiento «Salvar a Estados Unidos» a base de hacer «cambios radicales en la Administración» que ha comparado con el Proyecto Manhattan, el programa estadounidense creado para desarrollar la primera bomba atómica. El paralelismo es tan salvaje que solo puede leerse de dos formas radicalmente polarizadas en sintonía con la política que Trump promete: o aterra o se ignora. El resultado en ambos casos es el mismo: la concentración de poder en manos cada vez más escasas generará gobernantes con propósitos oscuros, frente a gobernados de ignorancia manifiesta. 

Sabíamos que en los últimos años el relato del populismo se ha venido construyendo con mentiras y desinformación circulando en masa por las redes sociales. Ahora conocemos la nueva tendencia: las élites cada vez más reducidas que van a manejar la aldea global incorporan a sus relatos afirmaciones tan ininteligibles que acabarán por desconectar definitivamente a los ciudadanos de los asuntos públicos lo que reforzará el poder de esa oligarquía e idiotizará a quienes no estén en el selecto círculo de poder. Ese riesgo es que se generen ciudadanos incapaces no digo de interpretar o entender la información que reciben, ni siquiera de molestarse en procesarla. Cerebros de millones de humanos galopando al son de las bobadas de las redes sociales sin percatarse que los oleajes están subvencionados por esas mismas élites manipuladoras. El nirvana de cualquier dictador: gobernar a masas de seres no preocupados por su ignorancia porque la desconocen, tampoco por su irrelevancia por la misma razón y porque no les interesa. De manual en cualquier tratado que estudie la estupidez humana y lo que los filósofos y los historiadores ahora investigan.

En el siglo XX, en la década de los 30 pareció que el fascismo sería la ideología que arrollaría el mundo. En los 50 y 60, el discurso del Che Guevara enamoraba hasta el punto de aupar al comunismo como oponente al liberalismo. En los 90 habían desaparecido las dos primeras amenazas y el relato liberal asumió las bondades comunistas del reparto del bienestar. Hoy, dice Harari, Trump irrumpe a diferencia de lo conocido hasta ahora, no como movimiento con ambición global sino justo como lo contrario, por oponerse a la globalización, por prometer salvar a Estados Unidos de lo que llega de fuera de sus fronteras, ya sean personas, bienes o transacciones comerciales. El nacionalismo con rasgos diferentes a los conocidos en la historia, por cuando ahora los mercados son globales, como lo es la información, la tecnología, la innovación, la ciencia y la identificación del talento. Si hay una coincidencia entre el pasado y el presente es que el supremacismo de lo autóctono siempre se defiende levantando muros contra los otros.

«Cuando la libertad, la igualdad y la solidaridad decrecen en el mundo, solo caben dos respuestas: aplaudir esa tendencia o defender la democracia liberal»

Estudiar la historia arroja luz sobre el presente. Comprendiendo el pasado, sabemos que todos estos movimientos se agitan recortando la libertad con el argumento de defender la propia democracia. Curioso que la democracia que se cimienta sobre el Estado de Derecho que garantiza equidades, se defienda recortando derechos, libertades, igualdad y colaboración. Sea como fuere, el hecho es que hoy la democracia liberal va a la baja en el mundo y sus instituciones se desdibujan. Las nuevas élites ignoran a los científicos, aceptan a los sociólogos si maquillan las encuestas para favorecerles, reconocen a los historiadores si reescriben la historia al gusto del poder, no interesan los filósofos que nos invitan a pensar porque, para que todo eso triunfe, se necesita una ciudadanía lela, sin capacidad analítica crítica. 

Cuando la libertad, la igualdad y la solidaridad decrecen en el mundo, solo caben dos respuestas: aplaudir esa tendencia o defender la democracia liberal. Sospechemos de quienes no se expresan con transparencia, defendamos la claridad porque el conocimiento es poder. Quienes trabajan soterradamente por liquidar la democracia son los mismos que conscientemente quieren círculos de poder cada vez mas pequeños con privilegios cada vez mayores. Ahí está el origen de la corrupción y la autarquía. Por eso pidamos claridad, aquí, en Venezuela, en China o en los Estados Unidos. Los tibios quedarán atrapados con los derechos mermados, como moscas en telas de araña, en cuanto llegue la próxima crisis. 

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