Fidel Castro, el modelo a seguir
«A pesar del fracaso total del modelo comunista, todavía hay muchos políticos en los países libres de Occidente que miran con simpatía ese modelo»
Uno de los primeros actos públicos en los que participé al comenzar mi vida política, tras ser elegida concejal del Ayuntamiento de Madrid en mayo de 1983, fue una manifestación para pedir que terminara la dictadura de Fidel Castro y que Cuba se convirtiera en una república democrática y libre. Fue en enero de 1984 y nos manifestamos como respuesta a la arrogancia con la que el dictador cubano estaba celebrando entonces los 25 años de comunismo en la Isla, desde que se hizo con el poder el 1 de enero de 1959.
Desde entonces, ¡y han pasado 41 años más!, todos los primeros de enero dedico un pensamiento a Cuba, el último territorio americano que fue parte de España hasta 1898. Cuba, cuando Fidel Castro se hizo con el poder, era, tras Argentina, el país más próspero de toda Hispanoamérica, y su renta per cápita era entonces similar a la de España. Con Castro y su comunismo Cuba inició una caída en picado que la ha llevado a ser hoy un país no sólo inmerso en una pobreza extrema, sino donde sus ciudadanos, preocupados por las dificultades que encuentran para comer cada día, viven inmersos en una profunda desmoralización porque, aplastados por una dictadura inmisericorde, no ven ni siquiera una mínima luz para la esperanza.
Le Figaro ha dedicado el pasado fin de semana dos páginas enteras a describir, desde La Habana, la situación actual de ese país hermano, sumido en la miseria y en la desmoralización. Ahí, de manera muy detallada y documentada, se da cuenta de los desastres a los que ha conducido el comunismo a todos los cubanos. Las averías en todos los servicios públicos son persistentes, con constantes cortes de corriente eléctrica. Apenas hay carne para comer, y sólo de pollo, porque el gobierno no tiene medios para comprarla ni a Brasil ni a Estados Unidos, que son los proveedores habituales.
La incapacidad para reaccionar ante los destrozos que provocó el huracán Rafael en noviembre pasado en 46.000 casas, con 500 derrumbadas sólo en la capital, porque el Estado no tiene dinero y porque la gente acaba robando los materiales de construcción de los almacenes para buscarse la vida. En La Habana, sin iluminación nocturna, se amontona la basura en las calles porque para recogerla tienen unos camiones, donados por Japón, pero no tienen gasolina. Están creciendo las enfermedades infecciosas porque el Estado no tiene dinero para comprar productos antimosquitos. Como no hay electricidad, la gente tiene que ir a los hoteles a recargar sus smartphones. Han aparecido los mendigos, sobre todo gente mayor, que piden para sobrevivir. Un obrero gana 10 dólares al mes y un contramaestre jubilado tiene una pensión de 5 dólares mensuales. Y los fallos en el suministro eléctrico han hecho que se cierren hoteles, con la consiguiente bajada en los ingresos por turismo.
Esto es lo que hay, y lo que hay desde hace ya 66 años.
«Para los que vivimos en países libres, la existencia de las dictaduras comunistas en Cuba y en su seguidora Venezuela es una vergüenza»
Pero hay algo todavía más grave, y es que, a pesar del fracaso total del modelo comunista, todavía hay muchos políticos en los países libres de Occidente que miran con simpatía ese modelo. Y no tenemos más que contemplar cómo políticos españoles, con Zapatero a su cabeza, aplauden y apoyan al régimen comunista-bolivariano de Maduro que, siguiendo las huellas de Cuba, ya lleva 25 años arruinando Venezuela y a los venezolanos.
Y cuando digo Zapatero también incluyo a su aventajado discípulo Sánchez, que ha sido incapaz de mostrar pública y decididamente su apoyo a Edmundo González Urrutia ante lo que va a ocurrir el día 10, cuando tiene que ser consagrado como Presidente de Venezuela frente al dictador Maduro, fiel imitador del ejemplo que ha dejado Fidel Castro.
Para los amantes de la libertad y para los que vivimos en países libres, la existencia de las dictaduras comunistas en Cuba y en su seguidora Venezuela es una vergüenza que debería hacer que nos propusiéramos actuar con decisión y energía para acabar con ellas. En primer lugar, para devolver la libertad y, con ella, la prosperidad a los cubanos y a los venezolanos que hoy viven en la extrema pobreza. Y también y muy importante, para que, cuando esos países recuperen la libertad, todo el mundo pueda contemplar cómo salen de la miseria, porque no me cansaré de repetir que la mejor forma para impulsar el desarrollo y la prosperidad ha sido, es y será siempre la libertad.
Y aunque parezca increíble, miren lo que nos encontramos en Wikipedia en la entrada dedicada a Cuba: «de acuerdo con datos suministrados por el gobierno de Cuba a la ONU, era el único país del mundo a inicios del siglo XXI que cumplía los dos criterios que, para la organización WWF, significan la existencia del desarrollo sostenible: desarrollo humano alto (IDH 0,8) y huella ecológica sostenible (huella < 1,8 ha/p)». Pues bien, la WWF es el Fondo Mundial para la Naturaleza (en inglés World Wildlife Fund for Nature), una organización no gubernamental que se encarga de la conservación del medio ambiente. El índice de desarrollo humano (IDH) mide el avance conseguido por un país en tres aspectos: disfrutar de una vida larga y saludable, acceso a educación y nivel de vida digno. Y la huella ecológica sostenible mide la superficie necesaria (calculada en hectáreas) para producir los recursos consumidos, así como la necesaria para absorber los residuos que genera, independientemente de donde estén localizadas estas áreas.
O sea, que, aunque la propia Wikipedia en la misma entrada señala que allí el 88% de la población vive en la pobreza extrema, a la ONU le parece que es un ejemplo de desarrollo sostenible. Demostración palpable de las falacias y trampas que se esconden detrás de esas organizaciones supranacionales que pretenden gobernarnos a todos.