THE OBJECTIVE
Fernando Savater

La gorda y la horda

«La purga social contra los insumisos se ejerce con entusiasmo en nuestra Al Qaeda mediática y sus incansables repeticiones en las redes»

Opinión
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La gorda y la horda

Lalachús durante las campanadas en TVE. | EFE

Cada uno celebra las efemérides a su modo. Mi modo de conmemorar los diez años de los asesinatos islamistas de Charlie Hebdo (que tan dolorosamente me impresionaron en su día) no lo he elegido yo, sino que me ha caído en suerte, mala suerte, por el clima político del país en que vivo. En su día, la matanza de la revista satírica francesa fue una enorme tragedia mientras que el episodio que he protagonizado yo diez años después es una ridícula farsa. Ya sabemos que en la historia los sucesos sólo se repiten perdiendo toda su seriedad. Pues en fin, resulta que vivo en un país que ya ha abandonado la religión severa de sus mayores, la de sus años de grandeza, y aún no ha adoptado el integrismo islámico que vendrá luego, como cuenta sagazmente el gran Houellebecq en Sumisión. Ahora lo más parecido que tenemos a una inquisición oficial en nuestra desmadejada España es la secta de la izquierda persecutoria en sus diversas facetas, contra fobias inventadas por sus supuestas víctimas y desviaciones hacia la derecha denunciadas por quienes adoptan los modos agresivos del fascismo en nombre de un antifascismo que es todavía peor. Aún no padecemos crímenes religiosos contra los blasfemos, como los ocurridos en Francia y otros lugares, pero la purga social contra los insumisos se ejerce con entusiasmo en nuestra Al Qaeda mediática y sus incansables repeticiones en las redes. Muy preferibles al tiro en la nuca o la bomba, desde luego, pero reveladores de una imbecilidad sectaria poco más ilustrada.

Resulta que escribí un artículo de fin de año que empezaba ponderando el tiempo libre que me dejó no ver el programa de las campanadas en ninguna cadena. Y aludí de paso a una tía de aspecto ordinario y bastante gorda de la que se hablaba mucho en los medios y cuyo nombre ni siquiera conseguí recordar. No logro ver ninguna ofensa en decir que una tía gorda es una tía gorda, lo mismo que sólo un orate puede considerar blasfemo dibujar a Mahoma con turbante y barba o como sea. ¿Usted lo considera de mal gusto? Bueno, pues tanto gusto: el gusto es suyo. A mí me gustan más bien gorditas (potelée, que decimos en París), aunque esta confesión no venga al caso. Otras cosas vistas en televisión sí que pueden indignar, sobre todo si es una televisión pública pagada por todos: por ejemplo, la tertulia de Fortes tras lo ocurrido a Sánchez y de rebote al Rey en Paiporta, mintiendo desvergonzadamente sobre una supuesta conjura perfectamente orquestada de ultraderecha donde sólo se veía gente indignada por la desatención institucional. Hablar de la gordura de los gordos no es un insulto, pero hablar de maquiavélicos ultraderechistas donde sólo había gente justificadísimamente cabreada sí es un insulto a la inteligencia de los espectadores. No he leído artículos en la prensa ni he oído voces en la radio reprochando a Fortes su caradura, porque parece que su caradura sectaria es tan habitual que ya no despierta escándalo. Pues para escándalo, el que se organizó en la jauría mediática contra mí por mencionar que la gorda era gorda: y la cosa no es tan grave, porque los gordos podemos ponernos a régimen (lo he intentado a veces, sin éxito) pero en cambio los imbéciles, la minoría mayoritaria, son incurables. Algunos con más paciencia o afición a la tele que yo, me cuentan que lo peor de la gordita (apelativo más cariñoso que el de «bola de sebo» que prefería Maupassant) es que sacó una estampita que se burlaba del Corazón de Jesús. Como no lo ví no juzgo el hecho, pero me extrañaría que al Corazón de Jesús (¡en Vos confío!) le quite el sueño una estampita, aunque sea malintencionada. Y aún me extraña más que haya tanta gente en España que considere venial burlarse de Jesús y mortal sin remisión describir a Lalachús.

Por lo que he visto en la serie de diatribas publicadas contra mí en la prensa del Movimiento sanchista, secundada por la horda en las redes que sólo utiliza la cabeza para asentir mecánicamente como esos perritos testaflojos que antes se ponían en la parte trasera de los coches, lo de mi «expresión desafortunada», por decirlo como los más amables, es sólo el triste remate de una carrera fatal. Ya lo dijo Thomas de Quincey en Del asesinato como una de las bellas artes (cito aproximadamente de memoria): se empieza matando viudas, estrangulando huérfanos, atropellando bebés y se acaba bostezando en el sermón de la misa dominical. Así yo empecé criticando a los separatistas y a los socialistas que les amnistían para ganarse su apoyo parlamentario, seguí defendiendo la tauromaquia y riéndome bajito del cambio climático, para luego pedir el voto para Díaz Ayuso y acabar llamando gorda a una gorda. Cuando se rueda cuesta abajo es difícil parar… Y eso a comienzos del año en que celebramos por todo lo alto la muerte clínica de Franco. Como bien se nos ha advertido, el franquismo puede volver, no nos hagamos ilusiones: el día menos pensado volvemos a encontrarnos con los puestos institucionales que deberían garantizar el contrapeso de poderes colonizados por el Gobierno, los jueces independientes amenazados y arrinconados, la corrupción de los capitostes and familiy denunciada como bulería, y la prensa canallesca a punto de ser represaliada. El autoritarismo ultrapersonalista de Franco podría volver a darse desde la izquierda (¡fango, fango, fango!) y los lamentablemente desaparecidos ‘Arriba’, ‘El Alcázar’, el parte nacional, etc… pueden ser sustituidos ventajosamente por El País, Público, El Plural, Huffpost, la Ser y tutti quanti. Grave amenaza, a fe mía. Y yo como siempre, como a mis veinte años en el franquismo, como a mis treinta en Euskadi, como a los cuarenta en los reinos taifas del separatismo, como a los cincuenta en el regreso del comunismo bolivariano, fuera de cacho y malquisto por los ortodoxos. Ahora además viejo y algo gordo, aunque siempre malhablado. ¡Que Dios me conserve la lengua venenosa y, si no es mucho pedir, que me mande adversarios algo más espabilados!

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