De victoria en victoria...
«Sánchez señaló los enemigos a batir: los jueces y los medios. Son la oposición de hecho, no por voluntad propia, sino simplemente en el ejercicio de sus funciones»
El pasado julio, hace ya seis meses, hice una apuesta arriesgada, como todas las apuestas. Con tres amigos me jugué una cena -de alto copete, por supuesto- a que Pedro Sánchez no comería el pavo en la Moncloa el día de Navidad. Perdí, no hace falta decirlo. Pero tenía mis razones. ¿Cuáles?
De un lado, las de naturaleza política. Desde la lamentable moción de censura de 2018, el Gobierno de Sánchez ha sido parlamentariamente muy débil al depender de populistas y nacionalistas de distinto pelaje pero, en todo caso, con objetivos muy distintos a los tradicionales del PSOE. Que se había formado un Gobierno imposible estaba claro. Pero era difícil pensar en aquel lejano junio de 2018 que no serían los aliados quienes cambiarían de ideas sino que el que se transformaría sería el propio PSOE.
Con la perspectiva presente ya podemos asegurar que esto ha sido así. Al principio del mandato de Sánchez decíamos que el PSOE se había podemizado. Ahora ya podemos decir que el PSOE se ha desideologizado o, más concretamente, se ha convertido en un partido que sólo tiene una aspiración: mantenerse en el poder a costa de renunciar a todos sus principios. Esta es la única lógica con la que puede entenderse las cambiantes estrategias y la táctica del partido y del Gobierno. No hay que insistir en ello, es perfectamente sabido y probado.
Algunos lectores me dirán que no hace falta repetir tales cosas, incluso sostendrán que el PSOE siempre ha sido así e invocarán la memoria de Largo Caballero a partir de 1933. Pero no tendrán razón porque, desde su fundación, bajo unas mismas siglas ha habido varios PSOE y ya en la presente fase de democracia, el PSOE de Felipe González era totalmente distinto al actual. Recordemos que al perder por muy poco las elecciones de 1996 – sólo 300.000 votos le distanciaron del PP – y ya con un fuerte desgaste a cuestas, le llamó por teléfono Jordi Pujol para decirle: «Felipe, tenemos que hablar». Y le contestó: «No, Jordi, tienes que hablar con Aznar». Y CiU pactó con el PP. El dirigente socialista anteponía sus principios a seguir en el poder.
Antes, como recordaba ayer Cebrián en estas páginas (si es que los digitales tienen páginas), González había demostrado la misma actitud de fondo cuando en mayo de 1979, tras perder las elecciones ante UCD, el Congreso del partido no aceptó sus propuestas de renunciar al marxismo como seña de identidad propia del PSOE. Y alegó su razón: «Hay que dar alguna vez en política un ejemplo ético para que nadie piense que el PSOE es un título de propiedad inscrito a nombre de Felipe González». Ahora no hay ejemplos éticos: el PSOE es un título de propiedad a nombre de Pedro Sánchez.
Porque si desde el principio había razones políticas para rechazar la estrategia del PSOE desde hace casi un año sabemos que hay importantes razones éticas. Y no de algunos miembros del PSOE que se podía considerar que no implicaban al partido en su conjunto, como era el caso de las juergas de Tito Berni y sus compinches. No: ahora afecta al núcleo del partido y no sólo eso sino también al núcleo familiar de Sánchez, a su esposa y a su hermano. Veamos.
José Luis Ábalos no es un militante cualquiera: fue la persona que acompañó a Pedro Sánchez en su peregrinaje por las sedes socialistas – las antiguas «casas del pueblo», qué vergüenza – para convencerles de que le votaran en el Congreso de 2017. Al volante Koldo, a su lado Ábalos, candidato Sánchez. Todos en el mismo automóvil. Como premio, al ser nombrado Sánchez secretario general, Ábalos fue designado secretario de organización y al alcanzar la presidencia del Gobierno se convirtió en ministro de Transportes y Comunicaciones, el principal ministerio en gasto, sin renunciar al cargo de secretario de Organización del partido. Por cierto, Santos Cerdán, sucesor de Ábalos en esta secretaría, fue introducido en las altas esferas del PSOE por Koldo.
Muchas casualidades, así se explican las tramas. Y con esta trama estaba muy relacionada Begoña Gómez, como saben ustedes, como ha explicado desde febrero pasado TO con todo detalle, no es preciso repetirlo. Y el puesto que le fue asignado a su hermano menor en Badajoz estaba manejado desde la Diputación dirigida entonces por el PSOE. Más casualidades, porque ver el patético interrogatorio de la juez al hermano -como se ha podido ver hace unos días en este periódico (si es que los digitales son periódicos)- es todo un poema. Pobrecito, qué vergüenza debía pasar.
Ante esta calamitosa situación, Pedro Sánchez dirigió dos cartas públicas a los españoles, la primera justo el día después que un juez citara a Begoña Gómez como investigada, paso previo a poder considerarla procesada. Justo el día después, otra casualidad. Entonces tuve una sensación que todavía mantengo: los han pillado y lo saben. Cabían dos salidas: dimitir o defenderse. Escogieron la segunda. ¿Por ahora les ha salido bien? En absoluto, cada vez están más enfangados porque utilizan el poder para rebasar todos los límites, es decir, vulnerando el derecho.
En su segunda carta, Sánchez señaló los dos grandes enemigos a batir: los jueces y los medios de comunicación. Así han proseguido estos últimos meses, son la oposición de hecho, no por voluntad propia, sino simplemente en el ejercicio de sus funciones, deben preservar el derecho y la verdad.
En la última semana, el PSOE ha presentado una proposición de ley que intenta limitar la acción popular, un procedimiento acusatorio que está en la Constitución. No se ha enviado al Congreso como proyecto de ley del Gobierno porque hubiera debido pasar filtros técnicos del Consejo de Estado, del Consejo General del Poder Judicial y del Consejo Fiscal. Uff, demasiados controles, debió decir el presidente con el asentimiento de sus 800 asesores. Además, tampoco hay acuerdo en el Consejo de Ministros, los de Sumar lo rechazan. Pero da igual, hay que seguir adelante, es el temperamento de Sánchez, de victoria en victoria hasta la derrota final. No lo duden.
Un día de estos tengo que cenar con mis amigos. Me tendré que explicar para no hacer el ridículo, yo soy el analista político y ellos son simples observadores, se dedican a otras cosas, quizás por eso aciertan. Les advertiré de que lean este artículo, que no dice nada nuevo, pero que permite señalar el terreno de juego de la discusión. De entrada les diré que de momento no hay más apuestas, prudencia obliga. Pero también le diré que el Gobierno acabará mal, muy mal, peor de lo que se preveía en julio.