THE OBJECTIVE
Joseba Louzao

Los embrollos de Núñez Feijóo

«El problema del PP es que cualquier decisión que toma parece vacilante, como si los portavoces mirasen a las baronías regionales para saber si han acertado»

Opinión
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Los embrollos de Núñez Feijóo

Ilustración: Alejandra Svriz.

Al despertar el decreto ómnibus una mañana, tras un sueño intranquilo, se encontró en su cama convertido en escueto decreto minibús por la mano de los de Puigdemont. Curioso final para este decreto de la España kafkiana en la que vivimos y que jamás iba a poder trocearse, tal y como repitieron hasta la saciedad desde el Consejo de Ministros. Era un «escudo social» indispensable para el bienestar de amplios sectores del país. De hecho, era más importante el todo que las partes. Al final, el juego de tahúres que se desarrolla entre Ginebra y Waterloo llevó a que se despedazara y solo pudo mantenerse una tercera parte de lo que se quiso aprobar. Puede que en Junts hayan aprendido la lección: lo que más le cuesta ceder a Pedro Sánchez es aquello que le impacta directamente sobre sí mismo. Cuando quieran seguir haciendo daño o subir la apuesta, ya saben que bastará con encontrar el señuelo contra Sánchez para que asuma las exigencias de Puigdemont con celeridad.

Lo más llamativo de todo este embrollo legislativo fue la coartada gubernamental. Algunas de sus medidas fundamentales —así como sus justificaciones— chocaban con el relato de que España avanza imparable. Como en otras ocasiones, los datos macroeconómicos ocultan la realidad de los hogares y las empresas. Es más, la referencia al escudo social se puso de moda durante la crisis de la pandemia. Su uso actual revela que algo no va tan bien como quieren hacernos creer. Estamos en este punto, además, porque el Gobierno necesita aprobar estos decretos. No hay presupuestos, ni se esperan para este curso político. Ya nos hemos acostumbrado a tener prórrogas sine die y a tapar las fugas de agua con esta técnica fraudulenta del ómnibus, que también se está extendiendo en algunas administraciones autonómicas.

Con todo, una semana y media después, parece que el gran derrotado es Núñez Feijóo. No es fácil explicar la razón. Al líder popular no le ayuda la extraña relación que tiene su partido con los prescriptores del centro-derecha. Son las dinámicas acostumbradas. El PP cuenta con apoyos mediáticos entre muchas voces apocalípticas o amazónicas que intentan marcarle la agenda y no pierden la oportunidad de atacar la mayoría de sus decisiones de una forma u otra. En muchas ocasiones, estos hacen la pinza con los analistas progubernamentales y los del entorno Vox. Sólo es una constatación, ya que es bastante normal que así sea – tanto una cosa como la otra. Mientras el sanchismo ha conseguido crear un espacio donde el columnismo está mucho más integrado y se mueve en los marcos que establece Moncloa, incluso entre antenas que rinden pleitesía a las otras confluencias de izquierda. Por supuesto, hay excepciones a esta norma a izquierda y derecha.

«El PP cuenta con apoyos mediáticos entre muchas voces apocalípticas o amazónicas que intentan marcarle la agenda y no pierden la oportunidad de atacar la mayoría de sus decisiones de una forma u otra»

Todo ello favorece una corriente de opinión que estalla en las discusiones en redes y se replica en los medios. Se va retroalimentando, aunque no sepamos bien qué impacto tiene fuera de estas realidades politizadas. Con todo, el principal problema de la dirección del Partido Popular es que cualquier decisión que toman parece vacilante, como si los portavoces mirasen a las baronías regionales para saber si han acertado en el discurso y la estrategia escogida. ¿Quién podría imaginar en Génova que tener tanto poder territorial y liderazgos con buena aceptación electoral sería un problema a estas alturas? En este sentido, las dudas de Núñez Feijóo son lógicas. Algunos de esos liderazgos autonómicos no van a desaparecer en el corto plazo y, sobre algunos asuntos cruciales, se entrevén opiniones diversas y, a veces, divergentes. Tanto es así que la sensación es que nadie dentro tiene claridad sobre qué programa implementar si llegaran al poder o qué significa esa apelación constante al reformismo.

Eso sí, Núñez Feijóo no tiene demasiados incentivos para cambiar el rumbo. Las encuestas llevan tiempo dándole buenas noticias. Así las cosas, parece querer ocultar las contradicciones que debe afrontar a cada paso, sin darse cuenta de que ese intento de obviarlas es la mejor manera de subrayarlas.

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