¡Regalan filetes!
«Lo más lamentable es que Feijóo acepte el chantaje y cambie su voto ante la subida de las pensiones para que la izquierda no les tenga por malas personas»

Sánchez y Feijóo. | Ilustración de Alejandra Svriz
En mi infancia y adolescencia pasé periodos estivales muy felices en algunos chalets de Torrelodones, jugando con mis hermanos a correr aventuras imaginarias. En uno de esos nidos veraniegos trabajaba un jardinero que era sin duda candidato a protagonizar aquella sección de «Selecciones del Reader´s Digest» (¿se acuerda alguien hoy de la antaño célebre revista?) titulada Mi personaje inolvidable. El tipo, le llamaremos Bernabé para disimular mi falta de memoria para los nombres, era sentencioso y rotundo como un sabio zen: a veces nos hacía reír con sus axiomas y otras nos dejaba boquiabiertos. Cierto día, con su tono de las grandes ocasiones, promulgó: «Yo le daría a cada español tres kilos de la mejor carne». Admirado y divertido, le pregunté de dónde pensaba sacar tanta carne. «¡Ahhh!», suspiró, encogiéndose de hombros. Como diciendo «después de ofreceros esta gran idea redentora, no me iréis a exigir además que os detalle los medios para llevarla a cabo». Ahí tenéis el camino a seguir, ahora arreglaos como podáis…
Cada vez que oigo a ministros y sobre todo ministras de nuestra izquierda con mando en plaza (en todas las plazas) me acuerdo del gran Bernabé, que podía haber ocupado muy bien un ministerio si en aquella época –la dictadura, ya saben- a los ministros no se les hubieran exigido estudios. Ahora también para ser un político excelente y amigo del pueblo basta con tener una idea cordial, exaltante, aunque no tengamos ni atisbo de cómo ponerla en práctica.
«Ahora, para ser un político excelente y amigo del pueblo basta con tener una idea cordial, exaltante, aunque no tengamos ni atisbo de cómo ponerla en práctica»
Una de las representantes más acabadas (aunque no parezca fácil acabar con ella) del tiempo en que, ay, vivimos (Yolanda Díaz) caracterizó este período asegurando que para oponerse a su ocurrencia de recortar en media hora la jornada laboral había que ser «mala persona». Esta flecha envenenada iba dirigida a uno de sus colegas de Gobierno, que por lo visto ¡había incurrido en el delito de solicitar la opinión y en su caso aceptación de los empresarios antes de tomar la medida! Vamos a ver, ¿no es algo indudablemente bueno trabajar lo menos posible? Solo un alma podrida de vileza se deleita alargando interminablemente las jornadas de los esforzados trabajadores. ¿Acortar media hora la jornada, a la espera de poder vivir en vacaciones perpetuas? ¡Naturalmente! ¿Que eso plantea problemas de productividad en un país que no anda sobrado de ella? ¿Y a quién le importa semejante minucia? ¿A los empresarios? Ya lo decía yo: ¡malas personas! También Yolanda Díaz, cuyo héroe sindical no es Unai Sordo, sino Espartaco, fíjense, recomendó la subida de 50 euros del SMI (Salario Mínimo Interprofesional) porque así los hijos de los proletarios podrán probar el pescado. O al menos la pescadilla. ¿A quién puede molestarle que esos churumbeles disfruten de los frutos de la mar? Pues claro, a las malas personas, que por definición son todas de derechas. QED…
Lo más lamentable es que Feijóo acepte este ridículo chantaje y cambie su voto ante la subida de las pensiones o el abono gratuito de transporte para que desde la izquierda no les tengan por malas personas. Precisamente lo contrario de lo que debería ser la función pedagógica de un partido de derechas: enseñar a la sociedad que gobernar más eficazmente no consiste en alardear de tener las mejores intenciones, sino en conseguir los mejores resultados. En política, las «malas personas» son las que desconocen los ingredientes no siempre favorables de la realidad y con el pretexto de ayudar a unos cuantos acaban perjudicando al país en su conjunto.
Otra variante de las «malas personas»: los que prometen lo imposible o lo que será a largo plazo indeseable para conseguir el apoyo momentáneo de los ignorantes o los ilusos. Los políticos de derechas, más honrados en sus propósitos y más competentes en la gestión, deben aprender a soportar que los pinten como antipáticos los medios de comunicación y los medio-comunicadores vendidos a la izquierda simpática y fatal. En su genial y clarividente novela La educación sentimental, Flaubert habla de aquellos tan espontáneamente venales que «pagarían por venderse». Hoy en España controlan los periódicos, las radios y las televisiones oficiales, o sea, son los que determinan quiénes son las buenas personas y quién no. Los partidos más serios de derechas deben ser como maestros de los de antes, de los exigentes, de los del «quien bien te quiere te hará llorar». Lo contrario será alimentar a los ciudadanos con los filetes quiméricos del bueno de Bernabé.