The Objective
Manuel Pimentel

Averroes, una oportunidad para la razón

«El pensador andalusí introdujo el aristotelismo en Europa, influyendo en la escolástica y abriendo paso al racionalismo y empirismo occidental»

Opinión
Averroes, una oportunidad para la razón

El filósofo Ansalusí Averroes.

El próximo año, 2026, se cumplirá el noveno centenario del nacimiento de Averroes (1126-1198), probablemente el filósofo hispano más influyente de todos los tiempos. Averroes deslumbró con su pensamiento e introdujo el aristotelismo en Europa, influyendo en la escolástica y abriendo paso al racionalismo y empirismo que caracterizaría al método científico y al pensamiento occidental. Por eso, debemos celebrar el centenario con la importancia y trascendencia que el filósofo cordobés merece. Y queremos hacerlo en Córdoba, su ciudad, donde nació y donde está enterrado en tumba anónima, perdida y desconocida.

Conmemorar su pensamiento, es reconocer, asimismo, la honda tradición de grandes pensadores hispanos como Séneca, Averroes y Maimónides, los tres cordobeses, como San Isidoro de Sevilla o como los de la Escuela de Salamanca del XVI, que con Suárez y Vitoria al frente, bien merece la pena también reivindicar. Porque, y es importante señalarlo, Averroes no fue un pensador árabe; es un pensador cordobés, un hispanomusulmán, un andalusí. O sea, un brillante eslabón del pensamiento hispano y europeo. Debemos, pues, considerarlo como nuestro y no extrañarlo en la ajenidad de nuestras corrientes intelectuales. Desde el XVI, pocos filósofos hispanos, exceptuando, quizá, a Ortega y Gasset, alcanzarían la enorme influencia internacional de los anteriormente reseñados. Y entre todos ellos, quizás Averroes haya sido el más grande, citado, combatido, odiado y admirado.

Ibn Rush o Averroes nació en Córdoba en 1126 y murió en Marrakech en 1198. Su vida transcurrió en el triángulo Córdoba–Sevilla–Marrakech, bajo los dominios de los almohades. Fue jurista, juez, filósofo y médico y pasó a la historia por sus Comentarios a las obras de Aristóteles, a través de las cuales occidente se reencontraría con el gran filósofo griego, que tanta influencia tendría en su pensamiento y cultura posterior. Pero más allá de sus obras aristotélicas, desarrolló un pensamiento propio sumamente avanzado y heterodoxo, lo que le causaría serios problemas con los ulemas más tradicionales, al punto de resultar exiliado en Lucena, antes de ser redimido por la dinastía almohade, que siempre lo protegió frente a la ortodoxia local.

En la novela Averroes o el secretario del diablo (Almuzara, 2024), el escritor egipcio-francés Gilbert Sinoué muestra, integrado en su trama, el pensamiento del filósofo. Averroes afirmaba, por ejemplo, que la inteligencia humana tendría una doble dimensión, una interior, propia, y otra exterior, colectiva y participada por la humanidad. La inteligencia no sería pues un atributo personal, sino que, en gran medida, sería el reflejo individual de la inteligencia de especie, externa y superior. Esta tesis conecta de lleno con las más vanguardistas y actuales teorías del cosmos inteligente, gobernado por las leyes cuánticas y por las dinámicas de complejidad. Por otra parte, Averroes creía que Dios no creó al universo, porque el universo era eterno y era Dios al tiempo. «El universo es el Creador y el Creador es el universo», repetía, para escándalo de ulemas y alfaquíes.

Con ideas como esta, resultó normal que lo persiguieran, no sólo los ortodoxos musulmanes, sino también los cristianos. Averroes, muy leído por sus Comentarios sobre Aristóteles, escandalizaría a los círculos escolásticos de París y Roma del siglo XIII. Fue combatido por San Alberto Magno y por San Tomás de Aquino, aunque éste, al final, terminaría siendo acusado de averroísta. Y es que Averroes fue grande, muy grande. Y sus textos, leídos, refutados y también seguidos en las principales universidades europeas del siglo XIII y XIV, extendiendo su influencia mucho más allá en el tiempo y el espacio. 

«Rafael lo pintaría en su cuadro ‘La Escuela de Atenas’ (1510-1512), junto a los pensadores y sabios más importantes de todos los tiempos»

Para que nos hagamos una idea de esta influencia, mostraremos algunos ejemplos. Dante Alighieri (1265-1321) incluyó, en el Canto IV de su Divina Comedia, una referencia a Averroes, al que define como «el que hizo del Gran Comentario» y al que sitúa junto a Euclides, Tolomeo, Hipócrates, Galeno y Avicena. Rafael lo pintaría en su célebre cuadro La Escuela de Atenas (1510-1512), junto a los pensadores y sabios más importantes de todos los tiempos, colocándolo entre Epicuro, Anaximandro y Pitágoras. ¿Se puede dudar, entonces, de la repercusión que alcanzó Averroes en las postrimerías de la Edad Media y en el Renacimiento europeo?

Siglos después, seguiría inspirando a los grandes literatos. Jorge Luis Borges incluyó en El Aleph el relato La busca de Averroes, en el que se muestra a un Averroes aturdido porque, al trabajar con los textos de Aristóteles, no logra entender ni mucho menos traducir los conceptos de Tragedia y Comedia, dado que en su mundo estaba prohibida la representación humana y el teatro no existía. Ese relato, y su muestra del determinante «marco cultural» sobre la propia inteligencia individual empujó a Umberto Eco a escribir su breve ensayo sobre la semiótica del teatro, al punto de comenzarlo con la cita borgiana acerca de la incapacidad del gran Averroes de traducir esas dos expresiones teatrales tan fáciles y habituales para los habitantes del mundo clásico y del actual, pero no del suyo.

La fascinación por Averroes llega hasta a Salman Rushdie e inspira su obra Dos años, ocho meses y veintiocho noches (Seix Barral-Austral, 2017). La novela comienza en su exilio en Lucena: «Ibn Rushd tenía una herida profunda y triste, porque era un hombre derrotado: había perdido la batalla de su vida ante un persa muerto, Al Ghazali de Tus, un adversario que llevaba muerto ochenta y cinco años». En su ficción, Rushdie los hace comunicarse desde sus respectivas tumbas de Córdoba y Tus. Averroes afirma que «al final la religión se marchitará y empezaremos a vivir en la verdad de Dios», a lo que Al-Ghazali le responde: «Por fin, padre de muchos bastardos, empiezas a hablar como el blasfemo que eres».

Averroes caería en un olvido relativo hasta que el filósofo e historiador francés Ernest Renan publicara en París, en 1852, fruto de su tesis doctoral, la obra Averroes y el averroísmo, en la que rescataba la figura y la obra del pensador cordobés. El libro causó una gran conmoción en los círculos intelectuales europeos, desvelando ante sus ojos una de las fuentes claras del pensamiento occidental. El racionalista Renan canta la luz averroísta, al tiempo que critica la ortodoxia radical que terminaría sepultando los tiempos de oro de la filosofía árabe. Así, escribe con contundencia: «Cuando Averroes murió, en 1198, la filosofía árabe perdió su último representante, y el triunfo del Corán sobre el pensamiento libre quedó asegurado por 600 años a lo menos».

«Su empirismo aristotélico y su defensa de la razón sería derrotado por el gnosticismo oriental»

La obra El legado filosófico árabe (Trotta, 2006) del filósofo y escritor marroquí Mohamed Ábed Yabri (1935-2010) nos hizo comprender la dimensión de la figura de Averroes en el pensamiento islámico. Su empirismo aristotélico y su defensa de la razón resultaría derrotado por el gnosticismo oriental, llevando a la filosofía árabe hasta un callejón sin salida. Como escribe Yabri, «si la filosofía islámica oriental reposaba en la teología, la filosofía andalusí -la de Avempace, Abentofail y Averroes- se erigió sobre la base de la ciencia, la lógica y las matemáticas». Si el pensamiento árabe hubiera seguido el empirismo aristotélico de Averroes en vez de abrazarse al gnosticismo neoplatónico de los filósofos de Oriente, probablemente, no se habría producido la decadencia intelectual que paralizara al pensamiento árabe durante tantos siglos. Ahora, la figura de Averroes brilla de nuevo porque marca un camino para el mundo musulmán basado en la ciencia y la razón, un camino que surgió, además, en el seno del islam, un islam occidental e hispano, eso sí, pero islam, al fin y al cabo.

En su obra más conocida, La destrucción de la destrucción (también traducida como La refutación de la refutación), Averroes defendía el uso de la razón y de la filosofía frente al influyente libro de Algacel, o Al-Ghazali (1057-111), La destrucción de la filosofía, en el que se anteponía la religión a la razón. Hoy, 900 años después, sus postulados siguen siendo necesarios y oportunos, dadas las dinámicas irracionales que nos sacuden.

El brillante Averroes sería en la actualidad considerado como un pensador feminista, por la defensa que hiciera a lo largo de su obra de los derechos de las mujeres y de la equiparación de sus capacidades con el hombre. Así, en su obra Distinguido jurista, afirma que nadie puede obligar a la mujer a casarse, ni a llevar velo que le cubra el rostro. Asimismo, considera que se le debe otorgar el divorcio en caso de malos tratos, aunque se oponga el marido. También, que tiene capacidad para llegar a ser juez, entre otros oficios superiores desempeñados, por aquel entonces, en exclusividad por los varones. En otras de sus obras, reivindica el derecho del acceso de la mujer a la formación, pues es capaz de desarrollar cualquier actividad que desempeñe un hombre, salvo las de fuerza física. Lo dicho, un auténtico adelantado a los tiempos. 

«Desde Córdoba, hemos comenzado a promover el ‘Año Internacional de Averroes, una oportunidad para la razón’»

Por todo ello, la figura inmensa de Averroes bien merece un reconocimiento de la España y la Europa de hoy, como queda más que acreditado. Debemos, pues, celebrar el noveno centenario de su nacimiento, para honrarlo con justicia y para dar a conocer su pensamiento, obra e influencia como cimiento del actual pensamiento occidental. Por eso, desde Córdoba, hemos comenzado a promover el Año Internacional de Averroes, una oportunidad para la razón. Esperamos un gran apoyo de las instituciones, universidades y asociaciones, tanto nacionales como internacionales, para conceder al centenario la relevancia y resonancia que merece.

Existe un digno, aunque acotado precedente. En 1998, coincidiendo con el octavo centenario de la muerte del filósofo cordobés, la Sociedad de Filosofía Medieval celebró en Zaragoza su III Congreso Nacional bajo el título Averroes y los averroísmos, cuyo libro de actas se encuentra agotado. Una valiosa iniciativa, aunque limitada al ámbito de la filosofía medieval. Queremos, ahora, concederle un mayor eco, una dimensión internacional, para abrirlo al debate intelectual y, sobre todo, para dar a conocer su obra. Y es que su pensamiento continúa siendo válido e útil ante los múltiples retos de la compleja y atormentada sociedad actual, precisada, como nunca, de serenidad y razón. 

Ojalá lo consigamos. Averroes, un grande de la filosofía universal, bien que lo merece. Es nuestro y debemos reivindicarlo.

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