THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

Karla Sofía Gascón, un bombazo

«El ritual de la cancelación, propio de doctrinas esotéricas, no acabará con el racismo, ni la discriminación, pero sí con la libertad de creación y de expresión»

Opinión
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Karla Sofía Gascón, un bombazo

Karla Sofía Gascón. | Reuters

Lo de Karla Sofía Gascón ha sido un exitazo de ida y vuelta, un bombazo. Ella ha sido fugazmente la madre de la vanguardia cineasta en la gran gala de los Oscar. Primero se ganó a la burguesía de los estrenos, pero aquellos burgueses progres eran volubles como lo es siempre la progresía, y volvieron pronto la espalda a la musa trans, como hubiera hecho un buen fascista, de esos que prohibían el cine pecaminoso y censuraban el lenguaje. Después le ha llovido el éxito de las derechas, que han sacado a la artista del paredón y nos la presentan con luces en el Broadway madrileño.

El público poco sabe ya de vanguardias y nosotros no sabemos nada del público. Iré a ver la película, si me dejan, pero con poca fe, menos esperanza y escasa caridad. Si un buen catalán, como Salvador Dalí, se hubiera encontrado con este público, jamás habría roto aquel escaparte de la Quinta Avenida de Nueva York, derramando una bañera peluda. La madrileña era partidaria de romper todas las pantallas, pero el papelón de su vida era otro. Son los confusos años 20 del siglo XXI y Europa camina literariamente hacia la destrucción de la vanguardia en todas las artes, de la pintura al teatro, de la abstracción al humor.

La pseudocultura progresista, con sus propiedades de jabón Lagarto, busca limpiar la mancha humana, como decía ese enfant terrible de la novela norteamericana, Philip Roth. Ahora los hombres de la cultura deben apartarse de cualquier rastro de la naturaleza dionisiaca, cualquier comentario que contenga ímpetu, arrebato o cualquier rastro de supremacía del pensamiento individualista occidental. Desde la maraña de putrefacción espiritual y material de la industria de Hollywood se elevan nuevos guardianes de la moral.

«La cultura progresista subvierte lentamente la función del arte, que es una función mayormente contemplativa y no moralista»

El hombre de la cultura ha de plegarse a las normas de la nueva burguesía. Algunos, como el propio director de la película, Jacques Audiard, tienen tanto miedo de no gustar a los nuevos arquitectos del lenguaje y de la cultura que van adoptando progresivamente todas las ocurrencias y buscan dar pruebas de honestidad de manera febril. La decisión de la editorial Dos Bigotes de cancelar la reedición de su novela confesional ha sido otra muestra de esta fiebre del siglo. «Una historia extraordinaria», decían. 

En vez de interiorizar esta hilaridad ante la picadora de carne del escándalo y alimentar el clima febril, el hombre de la cultura debe salir a reivindicar que la obra o el trabajo de un artista está por encima de sus opiniones personales, como hicieron el sábado algunas estrellas de nuestra alfombra roja, las brillantes Juana Acosta y Macarena Gómez. Nada es más esclerosante que el espíritu de deferencia. 

La cultura progresista subvierte lentamente la función del arte, que es una función mayormente contemplativa y no moralista. Y para reivindicar esta función deberíamos ayudar a la víctima de esa «ceremonia de purificación» de los Oscar, que ha pasado en una semana de ser la mejor a quedarse calladita y en casa, porque no la permiten ni defenderse. El ritual de la cancelación, propio de doctrinas esotéricas, no acabará con el racismo, ni la discriminación, pero sí con la libertad de creación y de expresión

La vanguardia de hoy está envejecida y sin ideas, y una va a ver una película con la conciencia de ver un producto pasado por el tamiz de la correcta opinión. El remedio está en la enfermedad. El remedio es la recuperación del espíritu de los ismos, volver a inspirarnos en los escándalos surrealistas de Salvador Dalí, que solo hoy encuentran su réplica en el éxito de ida y vuelta de Karla Sofía Gascón. Algunos sí nacieron a tiempo y consumaron su redención de los «mediocres», que embisten lo que no entienden o no aprueban, pero otros tuvieron que huir de los Oscar, con éxito y todo antes del estreno de su obra. Un bombazo.

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