The Objective
Fernando R. Lafuente

El retorno del cronista

«Uno de los hechos relevantes sucedidos en las últimas décadas ha sido el retorno de la crónica en la literatura o el periodismo en español, en especial en América»

Opinión
El retorno del cronista

El escritor y periodista argentino Rodolfo Walsh, pionero de la crónica moderna. | Romina Santarelli (Ministerio de Cultura de la Nación)

Que la lengua española es hoy una lengua americana es tan cierto como que mañana será viernes. Que nueve de cada diez hablantes del español están al otro lado del Atlántico, tampoco hay que ser Aristóteles para descifrarlo. Y que, desde Darío (Rubén), los grandes cambios literarios en español han llegado de América, lo mismo que ha sucedido con la literatura inglesa respecto a los Estados Unidos, pocas bromas. Así que ninguna extravagancia será pensar que si la Crónica nació en América, la Crónica hoy deslumbra, también, desde América.

Un género literario que, el albur de los siglos, combinaba la confesión, la imaginación, la memoria, la intriga, la acción, la aventura, el desarraigo, la lamentación, la denuncia y tantas otras cosas de la vida, fue la crónica de Indias. Un relato de relación que se convirtió en un modelo narrativo para obtener algún tipo de recompensa por los servicios prestados o la descarga emocional de cuanto el autor había visto, oído y vivido, cuando no una descripción pormenorizada de los usos, costumbres, desmanes, geografías y leyendas de cuanto los llegados a la Nueva Tierra se encontraban o se imaginaban. Los cronistas de Indias son legión.

En su catálogo se reúnen la obra maestra literaria (Bernal Díaz del Castillo) con la más apasionante aventura (Alvar Núñez Cabeza de Vaca); la denuncia más radical (Bartolomé de las Casas), con la historia natural (Gonzalo Fernández de Oviedo); las Cartas de Relación (Hernán Cortés) con los originalísimos Comentarios Reales (Inca Garcilaso de la Vega) y, a menudo, el relato visionario, empachado de una religiosidad oficiosa que conseguía contemplar, en su alucinación ensimismada, la irrupción del Apóstol Santiago en América, esto último es lo que denominó el historiador mexicano Edmundo O’Gorman la «visión mesiánica». 

Buena parte de todas estas crónicas se encuentran hoy entre el Archivo General de Indias en Sevilla y la Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial. Viene a cuento porque uno de los hechos relevantes sucedidos en las últimas décadas ha sido el retorno de la crónica en la literatura o el periodismo en español, de manera especial desde el lado americano. Cuando Darío Jaramillo Argüello publicó la Antología de la crónica actual latinoamericana (Alfaguara, 2012), volumen en el que se incluían, entre otros, los nombres de Martín Caparrós, María Moreno, Juan Villoro, Laura Castellanos, Juan Alejandro Castaño, Juan Forn, Gabriela Wiener, Leila Guerriero, subrayaba el éxito de la crónica latinoamericana en el periodismo y en la literatura de estos días.

No es que se sitúen, como alguien pensó y escribió, como una alternativa a la novela, sino como un nuevo espacio en el que frente al vértigo de la información inmediata, de la brevedad como emblema, recuperar la narración, contar una historia, con las páginas suficientes, demorarse en lo que hay que demorarse, mirar y contemplar la realidad desde todas las aristas posibles, desmenuzar las vidas y las cosas con la serenidad necesaria para descifrar todos los laberintos y complejidades que forman y conforman las industrias y andanzas de estos días. 

«Los cronistas latinoamericanos han cambiado la percepción de un modelo de escritura que se maneja con soltura en diversos géneros»

«Los cronistas latinoamericanos de hoy encontraron la manera de hacer arte sin necesidad de inventar nada, simplemente contando en primera persona las realidades en las que se sumergen sin la urgencia de producir noticias» (Darío Jaramillo). Sí, el reposo de la crónica. Va más allá del relato creado, tal vez, esto siempre es arbitrario, por Rodolfo Walsh (1927-1977) con Operación Masacre (1957), nueve años antes que consagrara este tipo de literatura Truman Capote (1924-1984) con A sangre fría.

El propio Jaramillo señala. «La crónica periodística es la prosa narrativa de más apasionante lectura y mejor escrita hoy en día en Latinoamérica». El impulso de este retorno de la crónica, en modo y forma absolutamente contemporáneos, ha permito la creación de una serie de publicaciones que atienden lupa en mano a una generación de escritores cuya referencia es reconstruir literariamente una realidad de verdad, con el elemento esencial que marca lo que Juan Marichal señaló como el hecho esencial del ensayo literario: «La voluntad de estilo». 

Lo recuerda Juan Villoro: «El siglo veinte volvió específico el oficio de cronista que no es un narrador arrepentido. Aunque ocasionalmente hayan practicado otros géneros, Egon Erwin Kisch, Bruce Chatwin, Álvaro Cunqueiro, Ryszard Kapuściński, Josep Pla y Carlos Monsiváis son heraldos que, como los grandes del jazz improvisan la eternidad (…) Algo ha cambiado con tantos trajines. El prejuicio que veía al escritor como artista y al periodista como artesano resulta obsoleto. Una crónica lograda es literatura bajo presión».

Los cronistas latinoamericanos, desde hace más de dos décadas, han cambiado la percepción y la recepción de un modelo de escritura que se maneja con igual soltura en diversos grados y en diversos géneros. Un modelo híbrido que regresa a la vida y a las gentes, y a las cosas, y, sobre todo, a una realidad cuanto más compleja más fascinante.

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