The Objective
Javier Benegas

El PP y el drama de la indefinición

«¿De qué modernización habla Feijóo si ha pospuesto el congreso del PP? ¿Cómo van a explicar las razones para votarles si no pueden explicárselas a sí mismos?»

Opinión
225 comentarios
El PP y el drama de la indefinición

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo.

Entro en X y en mi time line me encuentro una sucesión de clips de un programa televisivo. En uno de ellos, una expolítica se despacha a gusto contra su adversaria, una joven socialista. El corte no da ninguna clave sobre el fondo de la discusión, sólo contiene una descalificación: la joven socialista estaría en el programa por ser la pareja de un influyente periodista al servicio del PSOE. 

No tengo la menor idea de si esta descalificación está fundamentada. Y no me interesa comprobarlo porque, puestos a ser exquisitos, tengo serias dudas de que, a diferencia de la joven, la madura expolítica estuviera ahí exclusivamente por sus méritos. El mérito no es precisamente lo que más puntúe a la hora de que los mass media otorguen sus salvoconductos. Las relaciones, y no sólo de pareja, son mucho más definitivas. 

En realidad, el asunto de los méritos es irrelevante. Se supone que la discusión de la que se ha extraído este momento estelar trata sobre algún asunto relevante. Sin embargo, lo único que trasciende a las redes sociales es un corte con un ad hominem de libro.          

Ya ni recuerdo cuándo fue la última vez que vi un Telediario o una tertulia política en la televisión. No soy un nativo digital. A todos los efectos podría decirse que me eduqué, como todos los de mi generación, en la cultura mass media televisiva, con la radio y la prensa en papel como complementos. Sin embargo, apenas me ha supuesto algún esfuerzo abandonar ese ecosistema informativo en favor de las redes sociales. La migración ha sido tan natural y productiva como lo fue pasar del carro tirado por caballos al automóvil con motor de combustión. 

Cuando, por ejemplo, en un bar, me topo con una televisión emitiendo algún programa como el que origina el clip al que aludo al principio de este artículo, mi sensación es de profundo anacronismo. El breve tiempo que me lleva apurar el café y regresar a la calle es un viaje relámpago al pasado, a esa época de la información estrecha a la que de ningún modo quiero regresar. 

«Los viejos formatos me parecen un cinturón de castidad. El sota, caballo y rey de la bipolaridad»

Después de haber disfrutado de la libertad de ecosistemas como X, mucho más abiertos, donde puedes buscar, seleccionar y encontrar informaciones, opiniones, análisis e, incluso, evidencias con la única limitación de tu voluntad de prospección, los viejos formatos me parecen un cinturón de castidad. El sota, caballo y rey de la bipolaridad: Broncano vs Motos, El programa de Ana Rosa vs Espejo público, la Cope vs la SER y, en el medio, Onda Cero balanceándose de un lado a otro, como el péndulo del omnipresente socialismo sociológico que exuda estatalismo por cada uno de sus poros.

Por supuesto, las redes sociales tampoco son perfectas. Pero su imperfección nada tiene que ver con el mito de que, con ellas, la desinformación ha alcanzado la categoría de amenaza existencial. Su fallo está precisamente en su virtud: la apertura, porque permite a los viejos mass media infiltrarlas y reducir sus enormes posibilidades a meras potencialidades. Lo hacen esparciendo sus clickbait y volcando cortes audiovisuales donde los tertulianos se «destrozan», «machacan», «arrasan» y «humillan» a mayor gloria de los partidos. 

En estos programas la información importa poco o nada. Lo noticiable es la trifulca en sí misma. Raro es el vídeoclip que reproduce algún razonamiento sobre cualquier cuestión de relevancia. Lo de menos es que la discusión que degenera en trifulca tenga su origen en el insólito procesamiento del fiscal general del Estado o en el hachazo tributario a los ingresos que no llegan al SMI. El objetivo es reducir la política a mero entretenimiento, para que el televidente no caiga en la cuenta de la inutilidad de esta ¿política? 

Resulta sorprendente el llamamiento del statu quo a controlar los contenidos de las redes sociales, apelando a su «novedad» y, por lo tanto, a peligros desconocidos, cuando es el propio statu quo y sus medios tradicionales, generosamente engrasados, los que han adaptado sus estrategias para usar las redes sociales, convirtiendo la política en un espectáculo pueril que fomenta la polarización. Una tendencia que se manifiesta en la creación de contenidos que priorizan el conflicto y la confrontación, apelando a las emociones de la audiencia y simplificando los debates políticos en una dicotomía de «nosotros contra ellos».

«Avivar el ‘clamor’ contra Pedro Sánchez para llenar el vacío de la definición es una estrategia inútil»

Dentro de esta dinámica, dan igual las siglas: la moderación desaparece en todos los partidos por igual. Lo único que importa es ganar y vapulear al adversario. Lo que explica que el moderadísimo Feijóo, inquieto por el escasísimo entusiasmo que concita su liderazgo, agite al PP exigiendo a sus integrantes movilizarse, usar más las redes sociales y «modernizar el guion». 

Pero ¿de qué modernización habla Feijóo o, peor aún, a qué guion se refiere, si él mismo ha pospuesto sine die el congreso político del PP? ¿Cómo va a movilizar a los suyos, no ya en los entornos virtuales, sino en cualquier lugar, si no define previamente sus posicionamientos políticos? En definitiva, ¿cómo van los populares a explicarnos las razones por las que debemos votarles si no pueden explicárselas a sí mismos?

Avivar el «clamor» contra Pedro Sánchez para llenar el vacío de la definición es una estrategia inútil, tan inútil que, a lo largo de 2024, la intención de voto del PP ha caído más de dos puntos, pasando del 36,3% al 34%. Pero es que además de inútil alienta la polarización, pues esta polarización estéril que padecemos no surge de posicionamientos políticos contrarios a los exhibidos por el sanchismo, sino de su ausencia. Es fácil de entender. Cuando la indefinición es el santo y seña, sólo queda un recurso: la descalificación. Esos videoclips que los palaganeros viralizan para distraer al público y que no caiga en la cuenta de que las cosas no mejorarán con zascas, sino con ideas. 

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D