Salarios mínimos, mentiras máximas
«Yolanda Díaz lo califica de acuerdo social, olvidando adrede la falta de uno de los agentes sociales protagonistas, precisamente, el que paga la fiesta»

María Jesús Montero y Yolanda Díaz en el Congreso. | Fernando Sánchez (Europa Press)
No es fácil calibrar el grado de mentira con el que se desenvuelve habitualmente el Gobierno de Pedro Sánchez. Han sido tantas las mentiras, los cambios de opinión, los bandazos o simplemente las bajadas de pantalones ante las exigencias y chantajes de sus socios de legislatura que ya nadie se sorprende ni se irrita en exceso. El calentón mediático y político que despierta cada nuevo episodio es pronto apagado por una mentira o escándalo todavía mayor. Lo sabemos los españoles desde hace ya tiempo. Cualquier aseveración, cualquier promesa del Gobierno puede transformarse en lo contrario en cuestión de minutos y sin que a nadie en el partido socialista le tiemble ningún músculo de la cara ni por remordimiento, ni por vergüenza.
Dicho esto, lo ocurrido esta semana en la rueda de prensa posterior del Consejo de ministros entre la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, y la portavoz del ejecutivo, Pilar Alegría, ha traspasado la enésima línea roja de la vergüenza torera política. Una escena más digna del ya mundialmente famoso Montoya de La isla de las tentaciones que de un gobierno de coalición al que se presupone que hace su trabajo de forma responsable y coherente. Así, la responsable de Trabajo cuando escuchó que se mantenía la tributación fiscal para los receptores del salario mínimo interprofesional, solo le faltó salir disparada por los jardines del complejo de la Moncloa gritando «¡Montero, me has reventado!, ¡Montero me has partido el alma!» o «¡Montero me has destrozado!».
Esta nueva subida del salario mínimo está rodeada, como no podía ser de otra manera, de mentiras máximas. Mentira es cuando Díaz lo califica de acuerdo social, olvidando adrede la falta de uno de los agentes sociales protagonistas, quizás el más importante de todos porque al final es el que paga la fiesta. Con los empresarios no se negoció y con los empresarios no se acordó nada, y son ellos los que tendrán que pagar las subidas a los trabajadores y también más impuestos a Hacienda.
Mintió también la vicepresidenta Díaz cuando dijo que se estaba enterando de la decisión en el mismo momento que la prensa. Es una mentira teatrera. Ella debía de saberlo desde un mes antes porque el informe elaborado por el comité de expertos lo tenía en sus manos desde el pasado 8 de enero. O luego cuando fue presentado públicamente el día 15. Lo conocía tanto que fue ella la que dio la orden de que en la mesa se impusiera la horquilla máxima de imponer una subida del 4,4%, para contando ya con el IRPF, acercarlo al 60% de la media salarial. Lo sabe la vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y por eso acusa a Díaz de mentir y asegura que no tiene la menor duda que ya se había leído ese informe completo «de la A a la Z».
La ministra cohete. Tuvo la torpeza María Jesús Montero de permitir que lo que podría haber sido una venta triunfal de la subida del salario mínimo acabase en la mayor bronca pública entre los socios del actual Gobierno. Tuvo miedo en explicar en persona la decisión y, en palabras de Gabriel Rufián, «la cagó». Luego el miedo se transformó en una enfermedad que le impidió incluso acudir el miércoles a la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados. Muchos creen que fue una mentira blanda con la que evitar la foto al lado de Yolanda Díaz, que por su parte sí aprovechó para exhibir públicamente unas risas con Sánchez como si nada hubiera pasado.
Todos debemos alegrarnos de que el salario mínimo crezca. El problema es cuando crece y dejamos de mirar el contexto. Entonces esas mentiras máximas sobre el salario mínimo y su tratamiento fiscal nos hacen olvidar que la economía española ni es, ni va, como un cohete. Por eso es otra mentira, y de las gordas, vender que el salario mínimo ya no es un salario de subsistencia como defiende la número dos del Gobierno y del PSOE y que por eso tiene también sus deberes. Si Montero considera, como declara orgullosamente, que el SMI es un sueldo digno el ideal progresista socialista supondría que se conforman con igualar por abajo en salarios mínimos al mayor número de españoles. Mejoran la dignidad de la pobreza, que está muy bien, pero no luchan por generar más riqueza. Y eso un país lo paga.
El Gobierno lleva más de ochenta subidas fiscales de todo tipo. La mayor de ellas ha sido siempre, por omisión, la no deflactación del IRPF que se convierte, año tras año, en una nueva subida fiscal encubierta. La última actualización fue aprobada en 2015, con Mariano Rajoy en el Gobierno, para ser aplicada en 2018. Desde ese año, y teniendo en cuenta la inflación que hemos sufrido, podríamos estimar que la deflactación fiscal que habría correspondido en España para el IRPF sería de aproximadamente de un 19%. Esta parálisis ha supuesto un incremento recaudatorio, solo en el IRPF, de más de 10.000 millones de euros.
Un pelotazo recaudatorio que el Gobierno socialista lleva años cuidando y justificando con el primario argumento de que no se deflactaba a nadie para no beneficiar a las rentas altas. Una nueva mentira porque los más afectados y con diferencia han sido en estos casos siempre las rentas más bajas. Lo saben y por eso crearon medidas de alivios para las rentas menores de 21.000 euros. Dice ahora Montero que estas subidas del SMI son ya tan importantes que esos ciudadanos deben también tener sus deberes fiscales. Ese sueldo tan digno que dice Montero queda ahora en 16.576 euros brutos al año. Nuevas mentiras que ocultan otras realidades. En 2018 la renta per cápita de España era el 92,5% de la media de la UE. Cinco años después, en 2023, bajó al 89,2%. Las cifras de macro dicen que crecemos y vamos bien, pero cuando lo trasladamos a renta per cápita, no solo no nos acercamos a la media europea, sino que se sigue ampliando la brecha por abajo.
No somos el cohete que se nos vende. En muchas calles de muchas ciudades y pueblos de España la realidad es muy distinta. El que cada vez haya más gente que cobre el salario mínimo no debería ser motivo de orgullo sino de preocupación. Claro que tienen que subir los salarios mínimos de forma digna, pero cuando esas subidas llevan al SMI a superponerse ya con muchos salarios habituales que están estancados desde hace años hay que preocuparse seriamente. Y no solo porque tributen o no, sino porque no crezcan todos.
Está al caer que la socialista Montero nos suelte otra perla justificativa como aquella en la que explicaba la necesidad de las subidas de pensiones no porque fueran un derecho conquistado con el trabajo de años, sino porque con las pensiones de los abuelos y abuelas se conseguía ayudar a las familias. A grandes males, grandes mentiras. Veremos cuánto tarda el Gobierno y el PSOE en dar marcha atrás y empezar a vender la necesidad de que la subida de los salarios mínimos no tribute fiscalmente.