THE OBJECTIVE
Luis Antonio de Villena

Trump, el rey del mundo

«Ególatra, mandón, agresivo, más bestia que un bisonte (pero no tonto) y seguro de que EEUU es y debe seguir siendo, y al cuadrado, la primera potencia del mundo»

Opinión
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Trump, el rey del mundo

El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. | Ilustración de Alejandra Svriz

De políticos ególatras ‘ad nauseam’ sabemos bastante en España. Pero seamos sinceros, acá la vulgar egomanía se mueve en espacio reducido, de guerrillas internas y absurdas (un mal de la España moderna) y Sánchez, sirva de ejemplo, en el contexto internacional es casi nada y muy pronto será menos aún. Pero la egolatría del presidente de EEUU puede ser fatal. Y eso es, de entrada, el vulgar Donald Trump. En su primer mandato se limitó básicamente a ser tosco y rudo y a hacer feos protocolarios a su prima, aquella vieja reina de Inglaterra. Ahora vuelve con su lección aprendida y dispuesto a poner orden -su orden- en todos lados y desde el primer día.

Ególatra, mandón, agresivo, más bestia que un bisonte (pero no tonto) y seguro de que EEUU es y debe seguir siendo, y al cuadrado, la primera potencia del mundo. Quizás, en el más superficial subconsciente de Trump está la idea de que los USA, pese a su indudable poder, han entrado ya en una relativa decadencia. Estados Unidos perdió la guerra de Vietnam y -muy claro, aunque huyeron- perdió o al menos no ganó, dejando todo patas arriba, la guerra de Afganistán o la de Irak. Se fueron sin arreglar nada y todo quedó peor. Por ese oscuro sentido de decadencia, el lema de Trump es «Make America great again». Ellos llaman abusivamente «América» a su país, como si Canadá o Chile no fueran América. Eso dice mucho, pero nos interesa más «grande de nuevo».

Hacer a EEUU grande de nuevo, es reconocer derrotas, pero también volverse un bocazas y un tremendo peligro. Trump basa por hoy su política y su mando en dominarlo todo, por las buenas o por las malas. Vuelve al imperialismo estadounidense de fines del XIX, expansionista e imperialista, a veces con el escudo falso de que «van a ayudar». La guerra contra España en 1898 se basó en que EEUU, escurridizo paladín de la libertad, iba a ayudar a los rebeldes cubanos y filipinos -en Puerto Rico no hubo rebeldes- contra la tiranía española.

Desguazaron nuestros últimos galeones, pero se apropiaron de Filipinas y de Puerto Rico, vigilando a la pobre Cuba. Los filipinos que habían luchado contra España, después de 1898, lucharon contra los invasores yanquis, pero de nada les sirvió. Hasta 1945 no obtuvieron la independencia, entre otras cosas porque el tosco presidente McKinley -ahora volvemos con él- escribió que «los filipinos no están preparados para autogobernarse».

Supongo que es lo que piensa Trump (con las sonrisas de Netanyahu) sobre Palestina, con sus muchos y graves problemas. Decir que la franja de Gaza puede ser una Riviera al fondo del Mediterráneo, es un monumental dislate. En plena paz y sin problemas, construir esa Riviera llevaría unos quince años, superando los mandatos de Trump, pero lo principal es que no se puede echar a los gazatíes de su territorio, obligando a otros países -España entre ellos- a recoger a los expulsados en nombre del lujo internacional. Y el lugar no está en calma.

Junto a esto, y en menos de un mes, Trump quiere comprar Groenlandia a Dinamarca, que no la vende, hacer de Canadá otro estado de la Unión y recuperar las ganancias del canal de Panamá, territorio que quitaron a Colombia, para sacar el provecho monetario del canal, lo que duró un siglo, hasta 1977. Trump, con su rostro viejo de oso ceñudo, expone todo esto como una oferta a los otros, pero no deja de añadir, que si no es por las buenas lo hará «manu militari». ¿Llega el oso a concebir las guerras que originaría en el mundo y el desgaste del odiado EEUU que tales cosas llevarían consigo? Los yanquis ya son muy odiados, por el camino de Trump lo serán mucho más, no pudiéndose excluir muertes, atentados y guerra de guerrillas contra USA. 

«Trump quiere comprar Groenlandia a Dinamarca, que no la vende, hacer de Canadá otro estado de la Unión y recuperar las ganancias del canal de Panamá»

Vayamos al presidente William McKinley (1843-1901) el rudo modelo de Trump, incluso en la expresión de la cara. Buscando y potenciando el imperialismo yanqui -que nace casi con él- McKinley, también tuvo dos mandatos, firmó en 1897 la anexión de Hawai a EEUU, incrementó los aranceles, y en su desigual guerra contra la empobrecida España, se quedó con Filipinas y Puerto Rico, ya dijimos. Fue un terrible oso pardo, al que un anarquista asesinó en 1901. El pico más alto de América del Norte se llamó McKinley, antes de volver a su nombre inicial, Denali.

Trump en honor a su héroe no sólo rebautiza el golfo de México (antes Golfo de la Nueva España) como golfo de América, obvio es de la suya, sino que devuelve a la montaña que está en Alaska -comprada por EEUU a Rusia- el venerado nombre de McKinley. Terrible todo. A Trump, Europa le importa poco y prefiere vérselas con Putin, otro autoritario. Entre ellos se van a repartir Ucrania. Los vientos de brutalidad e imperialismo lo llenan todo. Y si España ya contaba poco (metida en sus guerrillas autonómicas), España con Sánchez como adalid anti-Trump, no será nada. Siniestro, pero real. Estamos en manos del imperialismo puro y duro y Europa es un mero museo, nada para Donald, el inculto.     

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