El éxito de las escuelas de negocios españolas
«No lo dificultemos, nos puede ir muy bien en esta materia que nos genera riqueza, conocimiento, prestigio e influencia»

Ilustración de Alejandra Svriz
¿Por qué triunfan las escuelas de negocios españolas? Nos sentimos orgullosos cuando las vemos ahí arriba, encaramadas en la cima de las mejores business schools del mundo, algo que no ocurre ni con nuestra economía, ni con nuestras empresas, universidades, gurús, ni best sellers de management. Decenas de miles de estudiantes de todo el mundo –espacio anglosajón incluido– vienen a formarse cada año en administración y gestión de empresas en nuestras escuelas de negocios. Sin que nadie parezca advertirlo, la formación en management se ha convertido en una poderosa industria con una balanza de pagos muy positiva. ¿Por qué? En teoría somos un país periférico con respecto a las zonas más dinámicas del planeta, que tienen como escenario ambas orillas del Pacífico. Aunque crecemos por encima de la media de la anémica Europa, perdemos posiciones relativas frente a otras zonas del mundo.
Salvo honrosas excepciones, como Inditex, algunos bancos y constructoras, nuestras empresas no suelen figurar entre las mayores ni más capitalizadas del mundo. Y de las universidades, en general, mejor ni hablamos, estabilizadas en puestos medios sin especial relumbre. ¿Por qué entonces, ese particular brillo de las escuelas de negocios españolas?
Antes de tratar de proporcionar algunas respuestas a la pregunta que nos ocupa, quizás deberíamos realizar una breve historia de nuestras principales escuelas de negocios, que, en general, tuvieron como referencia a las norteamericanas. Por ejemplo, y por citar tan solo a dos de las más destacadas, la Harvard Business School nació en 1908, mientras que la Stanford Graduate School of Business lo hacía en 1925. Las escuelas de negocios aparecieron para satisfacer la demanda de formación que requirió la dirección de empresas a medida que su función se hacía más compleja y exigente. Y nacieron, como es normal, dónde y cuándo el vigor económico y la vanguardia intelectual lo permitían y precisaban. EE UU desde finales del XIX experimentó un extraordinario crecimiento económico, que aún mantiene. Es normal que el propio concepto de escuela de negocios y las más destacadas de entre ellas, allí nacieran.
En España tuvimos un honroso precedente histórico. Hubo un momento en el que el pensamiento económico español iluminó al resto de Europa. Fue con la conocida como Escuela de Salamanca, en el siglo XVI. Vitoria, Suárez, Azpilicueta, Covarrubias, Soto, De Mercado y Molina, entre otros, además de cuestiones jurídicas y del derecho de gentes e internacional, teorizaron sobre economía. De alguna manera, fueron pioneros en diversas materias económicas, como le reconocen grandes economistas y pensadores internacionales, como el propio Schumpeter.
Defendieron el precio de mercado, por ejemplo, superando el tradicional concepto de precio justo, defendido hasta entonces por la Iglesia Católica. Diego de Covarrubias escribió con lucidez: «El valor de un artículo no depende de su naturaleza esencial, sino de la estimación de los hombres, aunque esa estimación sea absurda». Parece algo muy sencillo, pero que sería olvidado por economistas durante siglos, hasta que la Escuela Austriaca redescubrió esta «teoría subjetiva del valor» y la incorporó a la microeconomía. En macroeconomía estudiaron el fenómeno de la inflación asociado al incremento de la masa monetaria. ¿Por qué esta gran irrupción de talento? ¿Por qué no antes ni después? Pues, además de la valía de sus eruditos, con Vitoria a la cabeza, el fulgor de la escuela de Salamanca se iluminó por la posición de vanguardia, de rompeolas político, económico e intelectual que conllevaba ser un imperio en plena expansión, que debía resolver problemas complejos no abordados hasta el momento: América, la inflación y las crisis económicas, por ejemplo.
«El pensamiento económico español cedió el testigo a franceses, primero, y a ingleses y norteamericanos después»
Salamanca fue la Harvard de su momento, de la que salieron dirigentes para el gobierno de un imperio en el que no se ponía el sol. Pero algo más adelante el sol sí se puso y llegó la paulatina decadencia. España quedó descolgada de las grandes potencias europeas. El pensamiento económico español dejó ser referencia para ceder el testigo a franceses, primero, y a ingleses y norteamericanos después, donde todavía aún perdura. De imperio a imperio y tiro porque me toca.
Así, por ejemplo, la revolución industrial comenzó en las Islas Británicas a finales del XVIII. Y, por eso, allí fue donde se concentró el faro de las ciencias económicas. Por ejemplo, en el Edimburgo del último tercio de XVIII, brilló la cultura, la ciencia y la intelectualidad europea, al punto de ser considerada, entonces, como la Atenas escocesa. Fue su edad de oro. Allí confluyeron, nada más ni nada menos, que el filósofo Hume, los economistas Adam Smith y James Mill o el ingeniero James Watt, inventor de la máquina de vapor, por citar tan sólo algunos de sus nombres más destacados.
¿Cuándo comenzó España a dar signos de recuperación en materia de formación económica? Pues también tenemos una buena historia que contar. El fuerte desarrollo industrial y financiero de Bilbao de finales del XIX propició la creación de Deusto por los jesuitas en 1886, que tanta influencia tendría en el gobierno de las empresas bancarias e industriales. Se trató de la primera universidad privada de España. En 1916 creó la conocida como La Comercial, para proporcionar formación empresarial, germen de lo que después sería económicas y empresariales y semilla de la actual Deusto Business School, bautizada como tal en 2008, que presume de ser la única escuela de negocios centenaria en España, con una antigüedad similar a las norteamericanas. Que así conste.
México, país hermano, comenzó su andadura en formación orientada hacia la empresa antes que en España. En 1943 se creó en Monterrey (México), por iniciativa privada, su famoso Tecnológico en cuyo seno nacería, en 1964, EGADE, su escuela de negocios.
«En España no sería hasta la década de los cincuenta cuando comenzó a moverse de veras la formación empresarial»
En España no sería hasta la década de los cincuenta cuando comenzó a moverse de veras la formación empresarial. Aunque más vinculado a la ingeniería, en 1955 se crea la EOI –Escuela de Organización Industrial– que actualmente imparte su propio MBA. Pero los nuevos vientos económicos que impulsarían el Plan de Estabilización de 1959 y la apertura económica española, tuvo un anticipo en 1958, en el que nacieron dos importantes escuelas de negocios creadas por entidades religiosas y que son hoy auténticas referencias internacionales. El IESE, por el Opus Dei y ESADE por los jesuitas, ambas en Barcelona, por aquel entonces vanguardia empresarial e industrial de España, quién la vio y quién la ve. IESE y ESADE entendieron el signo de los tiempos y la necesidad y demanda de formación para la alta dirección de empresas. Su temprano éxito evidenció su acierto. Hoy, casi 80 años después, gozan de gran prestigio, con campus en Barcelona y Madrid, y con una altísima proporción de alumnos extranjeros que vienen hasta España para recibir su formación en dirección, administración y gestión de empresas.
En 1965, en pleno boom económico de los sesenta, nació ESIC, de manos de los Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús. ESIC, acrónimo de Escuela Superior de Ingenieros Comerciales, con alma de escuela de negocios, evolucionaría hasta la actual y exitosa ESIC Business & Marketing School.
En 1967, también de manos del Opus Dei se crea en Ciudad de México el IPADE, con una estrecha relación con IESE y Harvard, que logra gran éxito y prestigio. También en los sesenta, en 1964, nacía la London Business School, otra de las referencias internacionales en la actualidad. Podemos afirmar, pues, que el nacimiento de muchas de las grandes escuelas de negocios que dominan el actual panorama formativo quedó determinado por el desarrollismo occidental de los 50 y el español de los 60.
Pero el mundo no se detiene, ni España tampoco. En 1973 nace en Madrid el Instituto de Empresa, IE, que fue la primera gran escuela de negocios española no creada por una orden religiosa. El IE ha tenido un espectacular desarrollo desde entonces, señalándose como caso de éxito internacional, referencia obligada entre las mejores instituciones mundiales.
«¿Por qué decenas de miles de estudiantes optan por formación española cuando no somos referencia internacional en economía?»
Muchas y buenas son las escuelas de negocios que han nacido desde entonces. No es objetivo de estas líneas enumerarlas, se pueden encontrar con facilidad en cualquier buscador web. La mayoría de ellas ya tuvieron como sede a Madrid, que tomó el relevo de la vanguardia empresarial que ostentaran con anterioridad Bilbao y Barcelona. Barcelona continúa ocupando el segundo lugar en cuanto desarrollo de escuelas de negocios. Pero el resto de España también muestra un vivo dinamismo en materia de creación de escuelas de negocios. Citamos algunos ejemplos exitosos y de indudable calidad.
Así, por ejemplo, en 1982 nacía en Sevilla el Instituto Internacional de San Telmo, hoy San Telmo Business School, de manos de la Fundación San Telmo, prohijada, de alguna manera, por el IESE. EIG, Escuela Internacional de Gerencia, vería la luz en 1992 en Granada y EDEM, en Valencia en 2002, para impartir sus primeros programas MBA en 2006. Diversas Cámaras de Comercio provinciales, como Madrid, Valladolid, Sevilla, Málaga o Asturias, impulsan sus propias escuelas de negocios. Y así, suma y sigue, pero aquí me detengo, que la muestra bien define al conjunto.
España goza de una nutrida red de escuelas de negocios y, como decíamos, las más destacadas de ellas figuran en los rankings de las mejores del mundo. ¿Cómo ha sido posible ese milagro, si la referencia del management y sus gurús son anglosajonas? ¿Por qué decenas de miles de estudiantes optan por formación española cuando no somos referencia internacional en economía? De todo ello debatimos y reflexionamos en una sesión que mantuvimos con el consejo asesor del Club Excelencia en Gestión –presidida por Tomás Pascual y dirigida por Ignacio Babé- en el precioso palacio de Fernán Núñez, sede de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles. Y, entre otras, alcanzamos las siguientes conclusiones, que paso a enumerar.
Primero, la relación calidad/precio. Proporcionamos formación de primerísimo nivel, pero con un costo inferior, del orden de entre un 25- 40% menor, al de las grandes escuelas norteamericanas, tanto en matrícula como en gastos de estancia.
Segundo, el vigor de la lengua española. Aunque muchos MBA se imparten por completo en inglés, el convivir en nuestro país facilita que los estudiantes se familiaricen con la lengua española, un añadido a su formación. El español es actualmente un activo muy valioso, en franco crecimiento. Lamentablemente, en nuestro país existen zonas en las que, necia y esterilmente, se persigue a la lengua española, lo que les supone autoinfringirse un severo castigo que limita sus posibilidades. Muchos de los estudiantes que antes las preferían optan ahora por otros destinos que han crecido a su sombra.
«Para lo estudiantes hispanos somos una primera opción. El ser puerta de Europa también supone un fuerte atractivo»
Tercero. El éxito que los ejecutivos españoles tienen en las grandes multinacionales y que actúa como atractor hacia el management hispano, cuyas características diferenciales ya abordamos en otro artículo. Super López, López Arriortúa, fue un pionero en el sector automovilístico, Eduardo Montes en Siemens, Juan Antonio Zufiría en IBM, Marcos de Quinto en Coca Cola, Belén Garijo como CEO Global de Merck; Enrique Lores en HP, Joaquín Duato en Johnson&Johnson, Bárbara Martín en Decathlon, o altos directivos en Hyundai, Pepsico o Airbus, por citar tan solo algunos ejemplos de ejecutivos españoles exitosos. A ellos se podría añadir la internacionalización de nuestras empresas, con casos exitosos como Antolín, Mayoral o Técnicas Reunidas, por citar algunos nombres bien conocidos.
Cuarto, la calidad de vida de nuestro país, el carácter abierto de nuestras gentes, el ocio, la gastronomía y la cultura accesible, el entorno alegre y festivo y un clima amable hace muy atractiva la estancia en nuestro país.
Quinto, el buen hacer de las escuelas de negocio españolas que supieron abrirse al mundo para ofertar la formación que los tiempos precisan.
Sexto, el papel puente de España entre América, Europa y el Magreb, que nos sitúa en una estratégica posición como trampolín para sendas geografías. Para lo estudiantes hispanos somos una primera opción. Más allá de la cultura y la lengua que nos hermanan, el ser puerta de Europa también supone un fuerte atractivo.
«Las escuelas de negocios son, con cada estudiante que forman y diploman, las mejores fábricas de embajadores para nuestro país»
Séptimo, la seguridad de la que disfrutamos, que permite pasear en paz y tranquilidad. En otro sentido, el endurecimiento de las políticas norteamericanas con migrantes favorecerá el flujo de estudiantes hacia nuestras escuelas de negocios.
Podríamos enumerar alguna razón más, pero, sin duda alguna, las expuestas muestran algunos de nuestros factores más destacados de competitividad. Tenemos, pues, una oportunidad de oro para crecer en la sociedad de conocimiento, con un alto valor añadido. No lo dificultemos, nos puede ir muy bien en esta materia que nos genera riqueza, conocimiento, prestigio e influencia. Y es que las escuelas de negocios son, con cada estudiante que forman y diploman, las mejores fábricas de embajadores para nuestro país.
Al final va a resultar que Max Weber se equivocaba. El éxito de las escuelas de negocios españolas demuestra que algo sí que tenemos que enseñarles a nuestros amigos protestantes del norte, al menos en lo que a la formación para la alta dirección, administración y gestión de empresas se refiere. Pues que dure y mejore, nos va mucho en ello.
Enhorabuena a todos aquellos que, con su visión, esfuerzo, osadía, clarividencia, buen hacer y tesón, hicieron posible el milagro del que hoy disfrutamos. Ojalá su ejemplo cunda e ilumine.