THE OBJECTIVE
Hugo Pérez Ayán

España puede ser liberal

«España puede ser un país más próspero e importante en el nuevo orden geopolítico, y hacerlo desde las ideas de la libertad es la mejor forma»

Opinión
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España puede ser liberal

El exdiputado de las Cortes Generales, Iván Espinosa de los Monteros. | Rocío Ruz (Europa Press)

Un fantasma recorre España: ¿es acaso el fantasma del liberalismo? Se siente en la sociedad española un enorme desasosiego, un creciente desprecio no solo hacia el Gobierno sino también hacia la oposición y la clase política en su conjunto. Al mismo tiempo, algo crece en las sombras, una pulsión de búsqueda de un nuevo liderazgo o un nuevo proyecto que vuelva a ilusionar a millones de españoles con un futuro mejor. Pero, ¿es esta una pulsión liberal o es otra cosa? Tal vez la respuesta no esté siquiera aún definida y dependa de la oferta que se haga. Tal vez la irrupción de Alvise en las elecciones europeas fue una primera advertencia canalizada a través de un outsider patético. O puede que bajo tierra esté creciendo un movimiento que solo necesita de quien le dé forma para ofrecer de nuevo ilusión a los españoles por una España mejor y más liberal.

El encuentro que ayer se celebró en la Asociación de la Prensa de Madrid entre Albert Rivera, Esperanza Aguirre e Iván Espinosa de los Monteros, que hace unos años hubiera parecido extraño, da cuenta de la situación. Los tres provienen de partidos políticos que competían y, en ocasiones, ni se sentaban a la misma mesa, pero en cambio hoy los tres comparten foro como representantes de distintas corrientes del liberalismo (progresista, clásico y conservador, respectivamente), y los tres son figuras que empiezan a valorarse al alza. Aguirre, pasada la corrupción que afectó a su entorno, siempre ha guardado el aprecio de la derecha liberal española; la imagen de Rivera se restituye tras su caída a los infiernos y su autoexilio de la política; y Espinosa ha logrado incluso aumentar su capital político tras su salida de Vox.

De hecho, es en torno a este último que está creciendo un runrún por la posibilidad de que cree un nuevo proyecto político. O al menos eso parece reclamar parte del electorado. La creciente popularidad de Espinosa y su coincidencia en numerosos espacios con personalidades como Rivera resucitan la fantasía de una tercera derecha de corte liberal distinta de la ausencia de proyecto del PP y de la deriva neo-falangista que el sector Buxadé ha impuesto en Vox. Y, sin embargo, Espinosa se afana en rechazar la posibilidad de crear un nuevo movimiento político o liderar, como le propone Alvise Pérez, otro ya existente. Según él, la prioridad es hablar de la alternativa que merece España y fomentar el entendimiento entre las fuerzas de la derecha. Y tiene razón.

Hay dos motivos principales para rechazar esta posibilidad. El primero es que el momento no es propicio. Con Sánchez aún en el poder, volver a partir en tres o en cuatro al centro-derecha sería una temeridad y un suicidio casi asegurado, por no hablar de la dificultad de empezar de nuevo la construcción de un partido-movimiento sin bases sólidas sobre las que asentarse. Precisamente, el segundo motivo para pensar que un nuevo partido de corte liberal es una mala idea son las malas experiencias pasadas. El tiempo ha demostrado que sin una base social y unos cuadros sólidos, este tipo de iniciativas están condenadas a la efimeridad. Por eso, tal vez lo más sensato sea primero construir esa base social.

España, y especialmente la derecha española, siempre ha adolecido de una notoria falta de tejido civil, de organizaciones ajenas a los partidos políticos capaces de influir en el debate público y de mover a la sociedad hacia ciertas ideas. Hay quien dirá que creando asociaciones no se va a cambiar nada, pero esta perspectiva es fruto de una visión cortoplacista que desprecia a la sociedad civil y prefiere esperar desde el sofá la aparición de un líder mesiánico que venga a salvarnos. Muy al contrario, los liderazgos no se construyen de un día para otro y requieren de formación y crecimiento, y en ese sentido el tejido social es imprescindible para construir una cantera de personas influyentes forjadas libres del yugo de la Ley de la Oligarquía de Hierro de los partidos.

«Los grandes retos del presente como la vivienda o el sistema de pensiones deben abordarse desde una perspectiva liberal»

Por tanto, esta sociedad civil organizada que cada día crece más puede cumplir una función doble. Por una parte, como se ha dicho, servir de refugio y entrenamiento para la próxima generación de políticos, periodistas, empresarios… que puedan empujar en el medio-largo plazo hacia una España más liberal, sea desde actores políticos ya existentes o desde otros que se creen contando ya con una base más amplia para implantarse. Por otro lado, en el corto plazo, desde esta sociedad civil se puede ejercer una presión que mueva a los actores ya existentes hacia aceptar esas ideas liberales, pero también a una masa social que, teniendo una pulsión de cambio, aún no ha terminado de definir en qué quiere que se plasme ese anhelo.

Seguramente la respuesta no pueda ser dogmática, ni de manual, y seguramente haya que renunciar al purismo ideológico. Habrá cuestiones como la natalidad o la reindustrialización donde cierta intervención estatal estratégica o una perspectiva más conservadora sean necesarias, pero en líneas generales los grandes retos del presente como la vivienda, la sostenibilidad del sistema de pensiones y el aumento del poder adquisitivo, así como la lucha contra el identitarismo woke, deben abordarse desde una perspectiva liberal. Las recetas económicas socialistas y socialdemócratas se han mostrado fallidas, y la respuesta al colectivismo social de la izquierda en torno al género, la raza o la orientación sexual no puede ser un colectivismo de corte nacionalista o esencialista.

Finalmente y volviendo a la espinosa cuestión del liderazgo de este movimiento, hemos de recordar que los ciudadanos tenemos la capacidad de tomar partido y no esperar siempre a que algún político o futuro político solucione nuestros problemas. Somos nosotros quienes debemos darle forma. Si España puede ser liberal está en nuestra mano. El mundo en el que vivimos está cambiando, el proyecto europeo está en entredicho y España avanza en su crisis destituyente. Pero justamente es por eso ahora un momento para tomar el timón e intentar dirigir nuestro futuro hacia un lugar mejor y no a uno más oscuro. España puede ser un país más próspero y jugar un papel importante en el nuevo orden geopolítico, y hacerlo desde las ideas de la libertad es la mejor forma de arribar a puerto. De todos y cada uno de nosotros depende remar en esa dirección.

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