Por qué es una locura el nuevo Pacto de Estado contra la Violencia de Género
«El acuerdo supone más burocracia, ideología, gasto estatal en políticas fallidas, invisibilización a las víctimas no aprovechables y discriminación al varón»

Ilustración de Alejandra Svriz
Albert Einstein definió la locura como «hacer lo mismo una y otra vez y esperar un resultado diferente». Con arreglo a esta definición, podría decirse que el nuevo Pacto de Estado contra la Violencia de Género es, en puridad, una locura, pues en teoría pretende «erradicar» esta lacra renovando y ampliando el acuerdo alcanzado en 2017, que ha supuesto el despilfarro de millones de euros, ha discriminado aún más al varón, y ha empeorado la inseguridad que sufren las mujeres: las violaciones se han disparado y los (mal) llamados feminicidios se han mantenido en una dinámica estable.
Alrededor de 50 mujeres son asesinadas cada año, sin percibirse una tendencia a la baja (muy al contrario, en 2023 hubo un importante repunte, siendo 58), mientras que las agresiones sexuales con penetración han pasado de 2.136 en 2017 a 4.890 en 2023 (no hay datos oficiales de 2024, pero las estimaciones apuntan a un lamentable récord). Institucionalmente se insiste en que ahora «se denuncia más», lo cual es un disparate: somos una sociedad distinta con respecto a los años ochenta, pero no con respecto a cinco años atrás; no en la medida en la que las denuncias vayan camino de triplicarse en una década.
La otra explicación, que sería el mayor consumo de pornografía, es igualmente ridícula y ya ha sido ampliamente refutada en THE OBJECTIVE. De hecho, basta una pregunta para desmontarla: ¿se consume más porno en Cataluña (donde el número de agresiones sexuales con penetración por 100.000 habitantes es de 16,5) que en La Rioja (3,8)?
Los datos no mejoran porque, como algunos hemos denunciado con insistencia, el análisis es negligente. La llamada «violencia de género» presupone que el motor de todo crimen contra la mujer es el machismo, lo cual es nefasto desde el punto de vista lógico, y excluye de la ecuación factores como drogadicción, desempleo, abusos en la infancia, problemas mentales y, sobre todo, importación de culturas donde la mujer es considerada como un ser inferior al varón.
«A la locura de algunos se suma la voluntad de lucro de quienes han convertido un drama en un negocio, y que sacan tajada disparando contra un fantasma: el patriarcado»
La voluntad de omitir este último factor, a pesar de que los datos hablan por sí solos (los africanos cometen, en proporción, 5,6 veces más delitos sexuales que los españoles), conduce a pensar que a la locura de algunos se suma la voluntad de lucro de quienes han convertido un drama en un negocio, y que sacan tajada de disparar contra un fantasma: el patriarcado. No puede haber tantos locos.
En el próximo lustro, nuestras instituciones dilapidarán 1.500 millones de euros en políticas inútiles, cuando no directamente en memeces. El año pasado, la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres detectó al menos 130 casos de supuesta malversación de fondos del Pacto de Estado contra la Violencia de Género: dinero que, en vez de ir a la (mala) prevención o a las víctimas, iba a carreras de tacones, pasos de peatones arcoíris, talleres de maquillaje, charlas LGTB, puntos violeta o bailes con vermú posterior. No es magia, son tus impuestos.
Para más inri, la renovación del Pacto incluye medidas sobre «violencia vicaria», otro concepto ideológico y acientífico, inventado por la psicóloga argentina Sonia Vaccaro, que sostiene que los hombres buscan hacer daño a las mujeres utilizando a sus hijos, y que jamás sucede a la inversa, a pesar de que la mayoría de filicidios los cometen las madres. Con arreglo a este análisis, el acuerdo contempla incluir como víctimas de violencia de género a «aquellos menores que son víctimas de violencia vicaria», es decir, a aquellos que hayan sido agredidos por el padre. Si te agrede la madre, aquí no importas.
«En cinco años volveremos a lamentarnos: la violencia contra la mujer habrá aumentado, así como la discriminación hacia los varones, y muchas personas se habrán lucrado gracias a convertir un drama en un negocio»
Más discriminación hacia el varón, más barbarie y más derecho penal de autor. En este sentido, la guinda al pastel es la inclusión de la «violencia económica», entendida de nuevo como una posibilidad unidireccional, y que supondrá que, en lo sucesivo, delitos como impago de pensiones, estafas, administración desleal o apropiación indebida tendrán una penalidad mayor si los comete un hombre.
Más diferencias legales entre hombre y mujer que se suman a las 509 que existen ya en España, muchas de las cuales provienen precisamente del pacto alcanzado por todos los partidos en 2017.
En definitiva, el nuevo Pacto de Estado contra la Violencia de Género supone más burocracia, más ideología, más gasto estatal en políticas fallidas, más invisibilización a las víctimas no aprovechables y más discriminación al varón. El negocio se mantiene por el interés de unos y el miedo de otros a que les llamen cosas feas en La Sexta. El simplismo y el bienquedar son cómodos, pero en cuestiones así cuestan vidas.
Dentro de cinco años volveremos a lamentarnos: la violencia contra la mujer habrá aumentado, así como la discriminación hacia los varones, y muchas personas se habrán lucrado gracias a convertir un drama en un negocio. Pero los malos (los negacionistas, machistas y fascistas) seremos, de nuevo, quienes tratamos de impedir todo aquello.