Trump, salvavidas de Sánchez
«El trumpismo podría ser aprovechado con toda intensidad e irresponsabilidad por Sánchez para tratar de prorrogar su calamitosa situación política»

Ilustración de Alejandra Svriz.
Las acciones humanas siempre pueden tener consecuencias no previstas y, en el caso de las acciones de los políticos, esas consecuencias pueden llegar a ser incontrolables. Me parece que eso debe decirse del trumpismo que, en España, podría ser aprovechado con toda intensidad, y con no menor irresponsabilidad, por Pedro Sánchez para tratar de prorrogar su calamitosa situación política.
Decir que la situación de Sánchez es una calamidad debe ser matizado, porque la calamidad es enorme para quienes padecen sus andanzas, pero no lo es tanto para quienes se aprovechan estupendamente de ellas. No hace falta ser muy agudo para ver con claridad dónde está la línea que separa ambos mundos.
Para empezar, Sánchez está tratando de hacerle a Europa lo mismo que Europa ha hecho en algunos aspectos con los EEUU y busca endosar a los socios europeos el aumento de gasto en defensa que todos tendremos que asumir: del mismo modo que los yanquis han pagado buena parte de nuestra defensa durante décadas, Sánchez pretende que los europeos menos solidarios corran con el incremento en gastos de defensa que tendríamos que afrontar a nuestra costa.
La diferencia está en que en el caso del ahorro europeo en defensa los beneficios, si es que han sido tales, han ido a parar al bienestar europeo, mientras que los gastos que ahora preconiza Sánchez en auxilio de nuestra economía irían a parar más bien al propio Sánchez, a su gasto público descontrolado e ineficaz, a su sistemática compra de poder a precios de escándalo.
No acaban aquí, desde luego, las ventajas que Sánchez espera obtener de la ola trumpista. Cuenta para ello con un medio social especialmente preparado para escandalizarse y conmoverse con las acciones de Trump. Como es bien sabido, España es, por encima de Francia que le sigue en el ranking, el país más políticamente antiamericano de Europa, si no del mundo, una animadversión que no se limita a las izquierdas, sino que tiene amplia acogida en sectores muy extensos de la derecha.
«Sánchez se ha apresurado a ponerse al frente de las olas de indignación que se supone provoca la Casa Blanca»
Con este auditorio no hay que esforzarse gran cosa en que las abundantes muestras de finura en las que incurra el nuevo presidente produzcan resquemores varios y por eso Sánchez se ha apresurado a ponerse al frente de las olas de indignación que se supone provocan y provocarán las hazañas proclamadas de la Casa Blanca y de su aliado estrella que, por si fuera poca la desgracia, es el hombre más rico del planeta, un auténtico criminal para esa izquierda que está dispuesta a considerar mala persona incluso a un ministro de Sánchez que no comparta el entusiasmo por el aumento voluntarista de salarios de quien todos sabemos.
La derecha que no está demasiado acostumbrada a resolver problemas, en general porque no dedica tiempo a estudiarlos, se va a enfrentar aquí con una dificultad inesperada, cosa que tal vez explique en parte la reticencia de muchos de sus cuadros a entender y aprovechar las razones de fondo de la victoria electoral de Trump.
Uno de los líderes más sagaces de este PP que está en todo se apresuró a bendecir a una obispa que le quiso poner las peras al cuarto a Trump, y hay quien dice que éste no duerme con placidez a consecuencia de tamaños tropiezos.
De momento Sánchez ha puesto rumbo a Kiev para apoyar a Volodímir Zelenski, pero cabe pensar que ese apoyo acabe pesando más en la figura de sí mismo que Sánchez no cesa de edificar que en la tranquilidad de un presidente al que Trump acabe de pedir que celebre elecciones, que como todo el mundo sabe es la primera obligación de un líder con su país en guerra.
«Defender el proyecto europeo no debiera significar emboscarse en él para eludir el compromiso de defensa asumido»
No sé lo que pensarán ustedes, pero mi impresión es que la primera obligación de un país con motivos para estar en el punto de mira de un mandatario tan poderoso sería tratar de acercarse a él o, al menos, no dar razones para tratar de ponerse en primera fila de los que le dicen de todo menos bonito, pero esa prudencia diplomática no cuenta nada para un valiente como Sánchez que solo es capaz de ver lo que valen sus acciones en términos del estrecho mercado electoral en el que se encuentra en aprietos.
Defender el proyecto europeo no debiera significar emboscarse en él para eludir el compromiso de defensa que hemos asumido y menos hacer aspavientos que nos han colocado en un lugar utópico en la política internacional como el apoyo cerrado a Gaza, tal vez para disimular la vergüenza de las cesiones al sultán, y a Biden y a Trump, en el asunto del Sáhara.
Los EEUU tienen una gran política exterior muy claramente definida, al menos desde Obama, mientras que nosotros, en especial con este gobierno, no tenemos el menor aprecio a un mínimo de dignidad nacional y tratamos de jugar con los EEUU como si, dada nuestra real insignificancia, todo nos estuviese permitido, desde no levantarse ante el paso de la bandera americana como hizo el contador de nubes (que en ratos libres se dedica a negocios menos poéticos pero, al parecer, muy rentables) o visitar a Zelenski en un muy mal momento para él, como si esa visita pudiera hacer que Trump se lo piense mejor antes de darle la siguiente patada.
Ese uso de la política exterior como elemento de odio en nuestras querellas internas nos acabará saliendo muy caro, ya lo hace, sin duda. Con Trump, Europa entera se tiene que replantear de una buena vez el modo de relacionarse con los EEUU y asumir unas responsabilidades hasta ahora ocultas debajo de la alfombra y, desde luego, una fórmula eficaz para defender a Ucrania y frenar a Putin.
Sánchez pretende hacer lo contrario, huir hacia adelante bajo el trampantojo de Trump, lo que supone una irresponsabilidad que no cabe exagerar. Hay que esperar que sus colegas europeos no tarden en decirle que con las cosas de comer no se juega, porque, desgraciadamente no es razonable esperar ninguna reacción inteligente de repudia de la medrosa oposición ni de quienes, entre nosotros, quieren ser a la vez trumpistas y putinianos porque dicen que ser europeos, y serlo en serio y de una vez, les da cosa.